Hay muchos catalanes, quizás centenares de miles, quizás algunos millones, que no son indepes. Una parte de ellos se sienten totalmente españoles y, ni quieren renunciar a serlo, ni aceptan que eso lo puedan decidir los catalanes. Otra parte de estos catalanes se sienten absolutamente españoles, pero quieren poder decidirlo. Y después hay una parte que no se han mojado mucho hasta ahora (tienen todo el derecho) y que argumentan estar hartos tanto de los del como de los del no. Han sido bautizados como los equidistantes. Aunque perfectamente podrían ser llamados "equidistantes por el no", porque de equidistantes por el no hay.

Pues bien, esta parte de la sociedad catalana pasa por un momento complicado. Es como si fueran del Barça, del Espanyol o del Girona y asistieran como espectadores a un Getafe-Alavés (por decir algo). En principio, un equidistante puro no va a favor de nadie, simplemente mira el partido. Pero si uno de los dos equipos empieza a repartir patadas sin que el árbitro haga nada, si le regalan tres penaltis y suben al marcador cinco goles marcados en fuera de juego, llega un momento en que el equidistante no tiene más remedio que ponerse a favor de quien está sufriendo la injusticia flagrante. Porque la equidistancia depende de dónde pones la línea. Y al principio de la partida, para los equidistantes esta línea estaba en medio. Pero cada día que pasa, es más complicado estar en el lado del no, incluso para sus equidistantes. ¿Por qué? Porque la línea se está moviendo a lugares muy extraños. ¿Ejemplos?

El mismo concepto de referéndum ilegal. En España no hay ninguna ley que diga que los referéndums son ilegales. En todo caso son inconstitucionales y lo que dice el TC es exactamente eso, no ninguna otra cosa.

Relacionado con esto, el uso de argumentos del estilo: "votar no es democrático cuando es ilegal". A ver, en el caso que nos ocupa ya ha quedado claro que no es ilegal hacerlo y cuando puede votar todo el mundo que lo quiera, libremente y sin coacciones y se acepta el resultado, una votación siempre es democrática.

El uso político de la justicia, que ha llegado al extremo de forzar a la Fiscalía a obedecer órdenes directas del Gobierno sin pasar por ningún juez, sin ninguna garantía legal. Órdenes, por lo tanto, que son ilegales.

El recorte de derechos sociales como el de reunión, la censura previa o las coacciones a personas que participan en actos públicos, donde se les requisan cosas tan peligrosas como escobas, cubos o claveles.

La policía identificando personas, denunciándolas por lucir carteles y intentando suspender reuniones sin ninguna orden judicial.

La vulneración de la libertad de prensa y de expresión coaccionando y advirtiendo de consecuencias penales a medios de comunicación que publican imágenes y vídeos que, curiosamente, son emitidos repetidamente por la cadena pública española, que circulan libremente por la red o que son publicitados por el ministro del Interior en su cuenta de Twitter.

La limitación del acceso a determinadas páginas web, como si eso fuera China o Corea del Norte.

Y para rematarlo, Tejero aprovechando el argumento este de que el referéndum es un golpe de estado para decir: pues si lo es, que les apliquen la misma ley que a mí, que hice una acción "patrocinada" por el rey Juan Carlos ("patrocinada" lo escribe textualmente en la carta enviada a La Gaceta).

En resumen, el equidistante ve como en el bando con el cual podría estar de acuerdo se vulneran los derechos civiles y la libertad. Y llega un momento en que al equidistante se le hace muy difícil e incómodo seguir en este lado del tablero. Entonces sólo tiene dos alternativas: 1/ quedarse en él a pesar de todo y defender cosas muy extrañas o 2/ hacer lo mismo que muchos miles de catalanes han hecho antes que él: irse al otro bando, aunque no sea nada indepe. Y mantener la equidistancia, pero respirando un aire más democrático.