Mariano Rajoy pasará a la historia de la política como el hombre que resolvía los problemas a base de silencios. Parece imposible, pero en el momento más mediático de la historia de la humanidad, cuando en el mundo se generan más mensajes e impactos por milésima de segundo, callar le funciona. Trump tiene incontinencia y él no abre la boca. Y de los dos, es a él a quien le van mejor las cosas. Seguramente este es el motivo por el cual el presidente del Barça, Josep Maria Bartomeu, está copiándole el sistema. Ahora bien, no está tan claro que en el mundo del fútbol se obtengan los mismos resultados porque, como dijo el poeta, todo depende de si la pelotita entra o no. Y si no entra estás perdido. Calles, hables o te expreses con señales de humo.

Sólo tres ejemplos en tres ámbitos diferentes. Pasó a finales de mayo durante el último episodio (de momento) de la acción de responsabilidad. Xavier Sala i Martín y Joan Laporta salieron por tierra, mar y twitter a dar su versión. La de la actual directiva todavía no la sabemos. Nadie salió a explicar su verdad, y eso es un error (grave) de primero de postverdad. Tengas la razón o no (tema en el cual no entro), tú tienes que salir a ofrecer tu versión porque si no lo haces, la versión del rival ocupa todo el espacio mediático. Pero, sobre todo, tienes que salir a ofrecer argumentos a la parte de la opinión pública que está contigo. Si desapareces, dejas desamparados a los tuyos y, por lo tanto, corres el riesgo de que muchos se pasen al bando contrario. Porque tus contrarios los convencen de ello y tú no ofreces ninguna alternativa.

Pasó con el asiento libre. Una cosa que se podría haber hecho con transparencia y que, bien explicada, habría sido muy diferente, acabó convertida en un escándalo que indignó uno masa social que se sintió engañada y estafada.

Y ahora ha pasado con el caso Neymar. El silencio del presidente y de la junta han dejado la iniciativa mediática en manos del jugador y de su padre, que han conducido el tema como más les ha convenido en cada momento. Y con los socios y los simpatizantes (patitzantes según el diccionario Nuñez) viendo que la marcha del brasileño era irreversible y que nadie ni la facilitaba ni la evitaba. Y viendo que la única voz que se oía era la de Gerard Piqué. Y sufriendo para que los 222 millones no fueran tirados en jugadorines gaspartianos.

Y, como guinda, el primero que abre boca es Josep Segura, nuevo mánager deportivo, que va y lanza una cerilla en el bosque reseco, provocando un incendio público entre directiva y jugadores justo después de una derrota 1-3 contra las fuerzas del mal. Peor imposible.

Por cierto, que eso de los fichajes de ejecutivos diversos para ocupar cargos y más cargos es un tema aparte que tampoco está mal. El organigrama ejecutivo del club parece un castell de gama extra sin fin donde cada vez hay más folres y manillas que se montan sobre otros folres y otras manillas infinitas. Y, como nadie explica nada, desconocemos porque es necesaria tanta gente.

Total, que la incomparecencia presidencial, la falta de fichajes "ilusionantes" (y de los otros) y un mal resultado contra el demonio ha reavivado la campaña tuitera pidiendo la dimisión del presidente Bartomeu. Y ha resultado tan efectiva que miras el mapa mundial de la etiqueta y resulta que tiene apoyos desde la punta norte del Canadá a Sudáfrica, pasando por los países y las regiones mundiales más inesperadas:

Y es así como un señor del Iraq conoce tan bien la situación azulgrana que pide la dimisión del presidente y usa una foto suya convenientemente "tuneada"...

Y es así (también) como un señor de Indonesia no sólo pide la dimisión de Bartomeu sino que reclama el retorno de Joan Laporta o retuitea elaborados mensajes que aparecen en presuntas cuentas de Messi:

Todo demasiado perfecto como para no sospechar, pero son las cosas extrañas que provoca la globalización y que, quizás, serían muy diferentes si la actual junta apostara por estar en este mundo globalizado y no instalada en un silencio que la aísla y la desconecta.