Esta mañana ha pasado una de aquellas noticias que te dejan jodido. Mucho. Ha sucedido en el hospital de La Paz de Madrid. Un padre se ha lanzado desde el cuarto piso del edificio con su hija de un año en brazos. Han muerto los dos. Parece ser que todo ha sucedido tras una discusión del hombre con su pareja. Horroroso.

A raíz de este caso han aparecido unos datos de aquellos que son reales, pero que como no están en los titulares, no existen. Y si alguien no saca las cifras, el problema que esconden no existe. Y el problema es muy grave: desde el año 2013, y contando el caso de hoy, 23 menores han sido asesinados por su padre, por su madre, o por las parejas o exparejas de sus madres. Además, hay otros 7 casos en fase de investigación. Y si la cifra arranca el 2013 es porque antes de esta fecha, los asesinatos de niños en el entorno familiar no se contaban.

Bien, ahora que tenemos los datos y este ya es, oficialmente, un problema, a ver si se afronta y como.

Una amiga que ha visto la noticia, me la ha enviado con el siguiente comentario: "¿Y ahora qué? Tenemos que cerrar las fronteras de los países a los padres?". Y he encontrado que la pregunta planteaba una reflexión muy interesante y ofrecía un argumento más para ridiculizar algunas decisiones que en este mundo líquido en el que vivimos pasan como grandes estrategias de Estado vendidas como la solución perfecta por protegernos de los malos.

En un momento en que la crisis social y estructural alimenta el discurso populista que busca a un enemigo a quién culpar de todo, y que este enemigo son todos los extranjeros, resulta que vuelve a demostrarse que la violencia la tenemos dentro. O sea, no sólo no llega de fuera, sino que está en los domicilios particulares, en las familias. Contra las mujeres y contra los niños, pero en menor manera también contra los hombres.

¿Qué pasaría en estos Estados Unidos de Trump si personas de un colectivo cualquiera hubieran asesinado a 23 niños en 4 años? Siguiendo el mismo criterio aplicado a todos los refugiados y a los inmigrantes originarios de 7 países árabes, ¿se les prohibiría entrar en el país, verdad? Por lo tanto, cualquier padre, madre y pareja o expareja de una mujer con hijos tendría que tener vetada la entrada en los Estados Unidos. Y sobre todos ellos y ellas tendría que caer la sospecha permanente y la sombra de la duda y del recelo. ¿Usted es padre? ¿Madre? Pues pasa a ser sospechoso (y sospechosa). Pase por aquí que lo trataremos como un asesino y le aplicaremos medidas correctivas.

Bien, y ya puestos, y en nombre de la paz y para combatir la violencia que genera este "colectivo", tendrían que ser bombardeados varios lugares donde hubiera padres, madres y parejas y exparejas de mujeres con hijos. Ataques preventivos destinados a evitar más asesinatos de niños. Y habría que construir muros todas las escuelas para separar a los niños (y las niñas) de todos los citados anteriormente, no? Bien, y aquí podríamos seguir diciendo el resto de barbaridades que se nos puedan ocurrir.

Pero, ¿sabe lo peor? Es que ahora parecerá que soy yo el que está bromeando y banalizando. Y no. El problema es que son las absurdidades llevadas al extremo las que convierten la realidad en una broma, pero todo es tan perverso que es la denuncia la que se convierte en banalidad. Quien bromean son ellos. Y con cosas muy serias. La simplificación es total y no existe un mínimo de inteligencia, pero la masa nos tragamos este xopped intelectual como si fuera Jabugo Joselito. Y, oiga, encantados de la vida porque pedimos a ver si podemos repetir, que estaba muy bueno.

Mientras nos entretenemos con la postverdad, que no es nada más que la mentira de toda la vida, por delante de nuestras narices pasan los efectos provocados por la máquina de dar miedo. Y, detrás, enseguida, nos aparece el charlatán de feria con la solución mágica a nuestros problemas. Se llame Trump, Le Pen o cualquiera de los populismos que brotan como los rosales a finales de marzo.

Ah por cierto, y mientras, seguirán muriendo niños en manos de padres, madres, parejas y exparejas de la madre.