La encuesta que El País publicó el lunes ha confirmado lo que ya anticipó una semana antes el CIS: primero, que el conflicto de Catalunya domina obsesivamente la política española, con exclusión de cualquier otro tema. Lo que ya era así desde hace meses para los actores políticos, las instituciones y los medios, pero no se ha contagiado masivamente a la opinión pública hasta este mes loco que arrancó el 1 de octubre.

Hoy es imposible en España iniciar una conversación política —casi diría una conversación de cualquier tipo— sin que desemboque inmediatamente en Catalunya. Tras muchos meses de latencia, la crisis ha estallado en la conciencia pública, y la sociedad española está viviendo el momento con un sentimiento de emergencia histórica desconocido desde la muerte de Franco.

Naturalmente, eso se traslada al mundo de las percepciones políticas y de la intención de voto que recogen las encuestas. Caben pocas dudas de que todos los movimientos que se están produciendo se deben —y deben ser explicados en esa clave— al impacto del conflicto catalán y a la forma en que contempla la actuación de cada uno de los partidos ante él.

Son movimientos de voto muy acusados, poco habituales en un período valle entre elecciones en el que, por otra parte, tampoco hay grandes acontecimientos que los justifiquen. Y precisamente por eso, tienen un carácter convulsivo y reactivo. Es la respuesta del organismo social a un momento crítico, una especie de episodio febril agudo. Su valor predictivo del comportamiento electoral futuro es, pues, escaso salvo que la crisis catalana prolongue durante mucho tiempo su actual escalada de tensión o se convoquen elecciones generales a corto plazo. Pero muestra muy claramente el clima de opinión reinante en medio de esta crisis política y cómo ello se traduce en la intención de voto que declaran los ciudadanos.

Veamos cómo ha evolucionado el voto de los cuatro grandes partidos desde las últimas elecciones generales de junio del 2016:

Por este itinerario llegamos a la situación actual tal como nos la muestra la encuesta más reciente, que es la de Metroscopia para El País. Algunos comentarios al respecto:

El primer impacto visible del conflicto de Catalunya es el fortalecimiento de la derecha frente a la izquierda. Si en las elecciones del 2016 la derecha (PP+Cs) tuvo el 46% frente al 44% de la izquierda (PSOE+UP), la distribución actual sería 49% para la derecha y 37% para la izquierda. De dos a doce puntos de ventaja.

Las fuerzas dentro de cada bloque se reajustan drásticamente. En 2016, el 72% del voto de la derecha fue para el PP y el 28% para Cs. Metroscopia, en noviembre, ofrece un reparto bien distinto: 53% para el PP y 47% para Cs.

En la izquierda, se ha pasado de casi un empate (52% para el PSOE y 48% para UP) a un claro dominio del PSOE, que ya ocuparía el 60% del menguante espacio de la izquierda, dejando a Unidos Podemos el 40%.

No es difícil adivinar los movimientos de voto que están dando lugar a este mapa: el PP pierde votos a favor de Ciudadanos. El partido de Rivera conserva íntegro su caudal y recibe transferencias cuantiosas procedentes del PP y del PSOE. El PSOE pierde votos hacia Cs, pero los compensa con los que recibe de Unidos Podemos. Y la coalición que lidera Pablo Iglesias pierde votos a mansalva hacia el PSOE y hacia la abstención, en un proceso de deterioro que se ha acelerado desde el verano —sobre todo, durante el último mes—.  

¿Ha transformado el conflicto de Catalunya la idea de los españoles sobre la organización territorial del Estado? 

Es muy llamativo el explosivo crecimiento de Ciudadanos. Este fenómeno tiene un precedente: tras las elecciones catalanas del 2015, en las que el partido de Rivera y Arrimadas se convirtió en líder de la oposición y pasó a encabezar el espacio no nacionalista, Ciudadanos también se disparó en las encuestas españolas. Llegó a estar como ahora: superando de largo a Podemos y disputando la segunda posición al PSOE. Sin embargo, un mes más tarde llegaron las elecciones generales y esa subida no se confirmó.

Parece claro que Ciudadanos tiende a rentabilizar en España su protagonismo en Catalunya durante los momentos más críticos de este conflicto. Pero también que esa corriente de simpatía en las encuestas tiene dificultades para trasladarse a la decisión de voto cuando llega el momento.

 El descenso de Unidos Podemos no es de toda la coalición, sino estrictamente del partido de Iglesias. Las series del CIS muestran que las tres confluencias (Catalunya en Comú, Compromís y En Marea) mantienen intacta su fortaleza electoral. Toda la bajada sugiere una obvia crisis de confianza de los votantes de Podemos respecto a su partido (lo que se manifiesta también en el deterioro acelerado de la imagen de Iglesias entre sus votantes de hace un año). Es difícil no establecer una relación causa-efecto entre esta caída abrupta y la incomprensión de la estrategia de Iglesias en el conflicto de Catalunya.

Por último, ¿ha transformado el conflicto de Catalunya la idea de los españoles sobre la organización territorial del Estado? Algunos piensan que esta crisis ha hecho crecer la pulsión centralista; otros esperarían que en estos meses de debate se hubiera abierto paso el derecho de autodeterminación (o su eufemismo, el derecho a decidir).

El CIS pregunta desde tiempo inmemorial a sus encuestados sobre la fórmula de organización territorial del Estado que más les convence. Les presenta cinco posiciones:

  1. Un Estado con un único gobierno central sin autonomías.
  2. Un Estado en el que las comunidades autónomas tengan menos autonomía que en la actualidad.
  3. Un Estado con comunidades autónomas como en la actualidad.
  4. Un Estado en el que las comunidades autónomas tengan mayor autonomía que en la actualidad.
  5. Un Estado en el que se reconociese a las comunidades autónomas la posibilidad de convertirse en Estados independientes

Podemos considerar que las posiciones 1 y 2 corresponden a una visión centralista, ya que trata de suprimir o reducir las actuales autonomías; las posiciones 3 y 4 a una visión autonomista y/o federalista, ya que quiere mantener las actuales autonomías o ampliarlas pero dentro del marco del Estado actual; y la posición 5 correspondería los partidarios del derecho de autodeterminación, a los que podríamos considerar soberanistas ya que reclaman la soberanía de las comunidades para formar Estados independientes.   

Pues bien, así han evolucionado estas tres posiciones básicas a lo largo del último año:

Gran estabilidad, como se ve. El lío afecta a la percepción de la coyuntura, pero hasta ahora no parece haber modificado las posiciones de fondo.