Esta semana ha acogido  las dos grandes visiones económicas que se van a disputar en los próximos decenios la hegemonía mundial, la de Estados Unidos y la de China. Dos perspectivas que tienen como centro y en común qué significa hoy la globalización y cuál es su futuro.

Por orden de aparición (y cortesía del World Economic Forum) , Xi Jinping, presidente chino, inauguró las jornadas de Davos haciendo una defensa firme de la mundialización actual, a la que habría que agregar, dijo,  "un modelo de desarrollo equilibrado, equitativo e inclusivo". en el que la innovación, agregó, permitiría "superar el debate de si debería haber más estímulo fiscal o estímulo monetario", en que se está hoy en EEUU y Europa. Para ello, sostuvo Xi Jinping, "debemos seguir en el desarrollo del libre comercio y las inversiones mundiales porque buscar el proteccionismo es como encerrarse en cuarto oscuro". 

El mandatario del Imperio del Centro aseguró que "China no sólo se ha beneficiado de la globalización económica, sino que también ha contribuido a ella", al representar más del 30% del crecimiento global en los años posteriores al estallido de la crisis financiera global. 

Pekín se adhiere al multilateralismo y promete mantener la puerta abierta y no la cerrará

Por ello, Pekín se adhiere al multilateralismo y promete "mantener la puerta abierta y no la cerrará", al tiempo que apostará por las nuevas rutas de la seda que ha desplegado.

Los asistentes a las jornadas de Davos aplaudieron con fervor a Xi Jinping y casi identificaron a China como el paradójico líder mundial en el futuro. No es casual. Los ejecutivos de las grandes empresas internacionales priman ante todo la eficiencia económica y el "off- shore", la deslocalización, porque asegura la competitividad y la prosperidad. Sobre esa base, juzgan, en un país rico son más factibles las políticas redistributivas entre ganadores y perdedores.

La cuestión es la frustración que sufren los que se quedan en la cuneta, que a medida que se extiende la globalización crecen numéricamente. Y como dice el ex ministro del Exterior francés Dominique de Villepin, "el hecho mayor de la última década es la aceleración espectacular de mundialización".

Este salto radical  no ha dejado de tener sus consecuencias, hasta el punto de que ha alterado las prioridades en el orden político y económico internacional. Como ha señalado Michael Spence, premio Nobel de Economía 2001, "desde el final de la II Guerra Mundial, la primera prioridad económica era la creación de una economía global impulsada por el mercado que fuera abierta e innovadora, y en la que todos los países pudieran prosperar y crecer. En segundo lugar, estaba el crecimiento nacional." .Y agrega: "Pero nada dura para siempre. En tanto declinó la desigualdad entre países, la desigualdad en el interior de los países aumentó, al punto que la inversión de las prioridades probablemente fue inevitable". Así, hoy, asegura "un crecimiento fuerte e inclusivo a nivel nacional para reanimar a una clase media que se desmorona pasa por delante de los acuerdos internacionales", es decir del multilateralismo y  de la globalización.

Trump indicó al 'Wall Street Journal' que con China "todo está bajo negociación"

¿Eso es bueno? "Un orden económico global que se desmorona - en términos de respaldo democrático y cohesión política- no es estable... Una estrategia que priorice a los países puede ser más efectiva", indica el premio Nobel.

Ante los desacuerdos a este respecto con Xi Jinping, Donald Trump, cuyo lema es "América primero", indicó al Wall Street  Journal que con China "todo está bajo negociación", e indicó que antes de poner trabas al comercio "primero hablaré con ellos".

Un diálogo a estas alturas puede ser desde luego igual o incluso más interesante  que los celebrados en las montañas alpinas de Davos. No tardaremos en cualquier caso mucho tiempo  en comprobarlo.