Todavía no hace ni diez días, el miércoles 21 de septiembre, fue el Día Mundial del Alzhéimer. Con la celeridad con la que están sucediendo las noticias aquí, quizás pasó desapercibido para muchos. A los humanos nos fascina la variedad, pero la montaña rusa de información en la que estamos inmersos hace que nos tensemos en estado de alerta, más pendientes de movimientos y acciones rápidas, que de noticias que pasan con perfil bajo al no llamarnos la atención.

Sin embargo, todos tenemos personas mayores en nuestra familia, incluso, quizás comparten la vida en nuestra casa. Quien más quien menos ve como los padres, los tíos o los abuelos van perdiendo poco a poco su vitalidad. Aquella energía que transmitían, que nos hacía verlos como gigantes que todo lo podían conseguir, verdaderos genios de la lámpara... aquel abrazo que nos elevaba y nos hacía pasar el cansancio y el miedo; aquellos besos que nos curaban de todos los males, rasguños y peladas, ahora han pasado por el túnel del tiempo y se han mirado al espejo; ahora somos nosotros los que decidimos qué hay que hacer y a qué médico hay que ir, les compramos el móvil y la ropa, y decidimos cuál es el rato que les podemos dedicar. También nos damos cuenta de que nos miran con la mirada de quien confía en que recibirá una sonrisa tierna, que no sea impaciente, con un punto de melancolía. Tantos abrazos y besos que les podamos dedicar como gotas de lluvia, cuando la tierra está seca, todavía son pocos y son siempre bienvenidos.

La neurodegeneración es un proceso de muerte neuronal y pérdida de flexibilidad de sus conexiones que afecta a las capacidades cognitivas

Tempus fugit... y el tiempo ha dejado huella, no sólo en los músculos, las arrugas y las canas, sino en la memoria y el razonamiento, en la resiliencia y la capacidad de tomar decisiones. Y las neuronas de nuestro cerebro, nuestras compañeras desde antes de nacer, haciendo conexiones y redes cada vez más complejas, las que nos hacen recordar, interesar, calcular, vibrar de emoción y aprender, estas neuronas, responsables de nuestras capacidades cognitivas, del control de los movimientos, de la visión y audición y de nuestras emociones, una parte integral de lo que somos, van dejando de funcionar y mueren. Es un proceso inexorable ligado al tiempo que llevamos viviendo; la neurodegeneración en mayor o menor medida es el peaje que pagamos por el hecho de vivir una vida larga.

La neurodegeneración no es cosa de un día ni de dos, sino que van haciendo camino inadvertidamente. Con el tiempo, dentro de nuestras neuronas hay proteínas que se van acumulando y van haciendo agregados, agregados que cuestan de reciclar. Estos agregados que ya no damos abasto a eliminar moderan el funcionamiento de las neuronas, y hacen que sus conexiones, las sinapsis, pierdan flexibilidad y no puedan adaptarse tan fácilmente a las nuevas experiencias. La velocidad en que perdemos la flexibilidad y la conectividad neuronal es diferente entre nosotros. Hay personas que han heredado variantes genéticas (ya hablaremos otro día) que los predisponen a que algunas proteínas específicas se agreguen más rápidamente. Como consecuencia, la pérdida neuronal les afecta a edades a más jóvenes y desarrollan neurodegeneración precoz. Otras variantes genéticas actúan como protectoras de este proceso de agregación, y estas personas que han heredado estas variantes pueden vivir con capacidades cognitivas envidiables hasta edades avanzadas. Ahora bien, no todas las neurodegeneraciones son iguales, porque depende de qué zona del cerebro se ve afectada y, así, no es lo mismo sufrir la enfermedad de Parkinson que la enfermedad de Alzheimer. En muchos casos, la neurodegeneración es el resultado de pequeños ictus relativamente indetectables que provocan la muerte de neuronas (por lo tanto, la pérdida progresiva de capacidades cognitivas) y, para simplificar, estos casos quedan clasificados dentro del grupo heterogéneo de las demencias seniles. Pues bien, aunque las variantes genéticas tienen un papel, también el ambiente juega sus cartas en esta partida. Se sabe ahora que lo que se denomina reserva cognitiva es muy importante para moderar la progresión de las enfermedades neurodegenerativas. La reserva cognitiva no impide la neurodegeneración, sino que frena la aparición de los síntomas más graves, ya que cambia el metabolismo favoreciendo la actividad neuronal y compensando en parte la alteración neuronal causada por los agregados proteicos.

La reserva cognitiva modera los síntomas de la neurodegeneración y preserva más tiempo las capacidades cognitivas

¿En qué consiste la reserva cognitiva? La reserva cognitiva nos explica la discrepancia entre la edad de las neuronas (la edad de la persona) y el estado del cerebro en cuanto a las funciones cognitivas. O dicho de otra manera, hay gente que por edad y estado de sus neuronas tendrían que tener una cierta afectación cognitiva pero que, en cambio, tienen las funciones cognitivas preservadas, y esta diferencia entre lo que esperaríamos por edad y lo que observamos se debe a esta reserva cognitiva. En el fondo, la reserva cognitiva vendría a ser como un mecanismo de resiliencia, de mantenimiento de un estado cognitivo funcional más joven y activo que lo que correspondería por la edad. El ejercicio físico moderado y sostenido a lo largo de la vida, una vida emocionalmente y socialmente plena, un nivel de educación elevado, todo ayuda e incrementa la reserva cognitiva. Y la razón es que, en todas estas situaciones, se utilizan las neuronas activándolas a muchos niveles y, así, se mantienen circuitos y redes neuronales. Las neuronas se "hablan" y están en contacto, y eso las mantiene "contentas" y activas, las hace sentir "vivas" y funcionales. Para que nos entendamos, si una máquina está oxidada pero la utilizamos cada día, la máquina sigue haciendo su trabajo aunque renquee y "refunfuñe" un poco, pero si la paramos estando oxidada, difícilmente la podremos volver a hacer funcionar y se acumula el óxido. Lo mismo pasa con nuestras neuronas cuando van envejeciendo.

El bilingüismo y el multilingüismo incrementan la reserva cognitiva

Volvamos un poco atrás y reflexionemos sobre lo que acabamos de decir. La reserva cognitiva no depende exclusivamente de nuestros genes, sino de cómo hemos vivido y vivimos. Por lo tanto, es modificable y "accionable", es decir, podemos incrementar nuestra reserva cognitiva si nos lo proponemos. Y hay que volver a remarcar que la reserva cognitiva actúa de almohada, de forma que la neurodegeneración no se produce tan deprisa. Además, por una vez resulta que una gran mayoría de catalanes aquí juegan con ventaja con respecto a otras poblaciones, ya que se ha demostrado que el bilingüismo, sobre todo cuando las dos lenguas se han aprendido de pequeño, incrementa la reserva cognitiva. Es decir, el hecho de hablar fluidamente dos lenguas de forma habitual hace que más neuronas del cerebro estén activas y que, sobre todo, se mantengan coordinadas, funcionando muchas veces de manera encabalgada y reforzando las redes neuronales. No hay que ser bilingüe francés/inglés, alemán/castellano, hindi/inglés... ¡también sirve catalán/castellano! Los resultados de múltiples estudios en muchas personas por todo el mundo y de diferentes poblaciones demuestran fehacientemente que ser bilingüe incrementa la reserva cognitiva entre 4 y 5 años por término medio. Y si aprendemos más lenguas y las seguimos practicando activamente cuando nos hacemos mayores, todavía mejor.

Así, pues, ¿a qué esperamos? Tendríamos que estar más contentos que unas pascuas y usar este conocimiento para intentar moderar nuestro propio proceso de neurodegeneración, estimulando nuestro cerebro, haciéndolo funcionar y dándole "de comer" continuamente, porque ahora ya sabemos que eso implica conservar mejor las facultades mentales. Hay muchas maneras de incrementar la reserva cognitiva y, para empezar, tendríamos que adquirir buenas costumbres de jóvenes que tendríamos que mantener toda la vida: leer mucho, incrementar nuestra cultura, hacer cálculo y ejercitar el cerebro, caminar y hacer ejercicio, amar... ¡y hablar, utilizando tantas lenguas como sepamos! No perdamos el tiempo, tempus fugit... El bilingüismo y el multilingüismo incrementan la reserva cognitiva