Todos lo saben. Tiene más la cabeza en el PSOE que en la Junta. El de ayer fue su último discurso como presidenta en el Día de Andalucía. Hasta Blas Infante lo sabría de no haber sido fusilado sin juicio ni sentencia en el kilometro 4 de la carretera de Carmona. Pero ella sigue sin dar nuevas pistas. Desde aquél “tengo fuerza, ilusión y ganas" que proclamó en su última exhibición de fortaleza orgánica, no ha dicho ni pío.

En un 28-F marcado por la incertidumbre sobre su futuro político, Susana Díaz no emitió más señales que la de reclamar el papel de Andalucía como "benefactora de los grandes cambios que se avecinan”. Nada que no estuviera en el guión de tan solemne marco. La poesía, la emotividad  y la mirada larga corrió por cuenta de Luis García Montero, que para eso ha sido reconocido merecidamente con el título de Hijo Predilecto.

“Demasiadas banderas, demasiados credos, demasiados patriotismos, demasiadas costas y fronteras manchadas de sangre…”, afirmó el poeta desde el atril del Teatro de la Maestranza, antes de rechazar la ley del “yo a lo mío” por creerla tan “mezquina” como la consigna  de “todos a obedecer mis mandamientos”. Hablaba, claro, de las “identidades rocosas, fundamentalistas, colonizadoras y soberbias, que quieren imponerse como único modo de vida”.

Pero sus palabras tronaron más allá del Guadalquivir en una semana, otra más, donde en el PSOE también rige el “yo a lo mío” y donde los pocos que piensan en el “todos” apenas son ya escuchados.

El PSOE se desangra, los socialistas se destruyen entre ellos mismos, y aún quedan más de tres largos meses para las primarias

El PSOE se desangra, los socialistas se destruyen entre ellos mismos, y aún quedan más de tres largos meses para las primarias. De aquí a que lleguen, hay tiempo para hacer más daño a las siglas y a quien quiera que sea el que gane esta batalla autodestructiva. Esperen a que empiece oficialmente la carrera y comprobarán cómo se devoran unos y otros.

No fue buena idea fijar la fecha de un congreso a seis meses vista y de nada vale echar la culpa a quienes se adelantaron en la carrera porque ni fueron ellos quienes dieron el pistoletazo de salida ni hay norma escrita para que, una vez abierto el baile, los candidatos salgan a calentar la pista.

Pedro Sánchez y Patxi López llevan semanas de entrenamiento, Susana Díaz ha entrado en la cuenta atrás para salir a escena y cada minuto que pasa no hay tótem del socialismo que no tema las consecuencias de una competición de resultado incierto y en la que hasta ahora no se ofrece más que una sucesión de eslóganes, cuando no patrañas. No hay desenlace bueno porque, como dice un veterano socialista, los momentos críticos exigen tiempos de transición en los que se ofrezcan soluciones y se de estabilidad al partido. Y el único referente intelectual  del socialismo que hoy podría desempeñar ese papel sería el asturiano Javier Fernández, aunque él no quiere ni oír hablar del asunto.

Y eso que cada vez que usa el verbo en un acto público es para elevarse muy por encima de la simplificación y la demagogia tan de moda en el socialismo de los últimos tiempos. En su discurso durante la ponencia económica que coordina el economista José Carlos Díaz volvió a hacerlo, lo que provocó que muchas miradas se posaran de  nuevo en él como solución a la insoportable levedad del PSOE.

Si Fernández llevara a rajatabla sus propias palabras sobre la necesidad de huir de soluciones fáciles, milagrosas e inmediatas para los problemas graves igual el PSOE podría salir de la insignificancia. Claro que haría falta, también, que alguien más dejara a un lado el “yo a lo mío” y los demás, “a obedecer mis mandamientos", que es lo que García Montero consideró ayer imprescindible para crear espacios de convivencia.