¿Que Pedro Sánchez se reúne con Pablo Iglesias para escenificar el reencuentro de las izquierdas? Pues va Rajoy e invita a comer a la Moncloa a Albert Rivera. Todo lo que el presidente no ha tenido a bien hablar con el secretario general del PSOE, lo ha analizado ya con el líder de Ciudadanos, esto es el techo de gasto, el desafío secesionista, la agenda europea y la lucha contra el terrorismo yihadista. Y no porque Rivera sea precisamente el “más mejor” amigo del presidente del Gobierno, sino porque esto es política y la treta le sirve para boicotear la estrategia del secretario general del PSOE de construir una mayoría parlamentaria alternativa al PP.

¿Que el líder de los socialistas duda sobre si apoyar o no el techo de gasto para 2018? Pues va el presidente y se pasa por el forro la interlocución con Ferraz -no tiene intención de telefonear a Sánchez- y da instrucciones para que los barones del PSOE no puedan rechazar una generosa oferta de Cristóbal Montoro en el Consejo de Política Fiscal y Financiera.

Nada como segar la hierba bajo los pies del enemigo y ahondar en la división interna de los socialistas, que haberla sigue habiéndola. No hay más que poner el oído por los pasillos del Congreso para escuchar a tanto crítico con la nueva dirección del PSOE: que si la primera semana ha sido un disparate con el brusco giro sobre el CETA; que si la ejecutiva es una alianza de perdedores sin orden ni concierto; que si la elección de Margarita Robles como portavoz ha sido una provocación innecesaria, además de una bomba de relojería que estallará más pronto que tarde; que si Sánchez ha tenido que imponer la ley del silencio para que no haya contradicciones en un equipo de bisoños que, salvo algunas excepciones, carece de experiencia en la primera división de la política.

La caricatura de un secretario general “podemizado” y dispuesto a romper España vuelve, pues, a los argumentarios de un PP en el que la victoria de Sánchez en las primarias hizo saltar todas las alarmas

Así que del mismo modo que Rajoy se ha propuesto distanciar a Rivera de Sánchez y reivindicar un bloque de centro derecha frente a la apuesta en marcha de una agenda común de PSOE y Podemos, hará lo que esté en su mano para que los barones socialistas se enfrenten a su jefe de filas por la aprobación del techo de gasto para 2018 al que debe dar el visto bueno la Unión Europea. Todo con tal de dejar en evidencia, no sólo las dificultades para mezclar agua con aceite -Rivera e Iglesias-, sino también para ahondar en la herida por la que aún supura el PSOE, donde no todos ven con buenos ojos la cohabitación con Podemos.

La caricatura de un secretario general “podemizado” y dispuesto a romper España vuelve, pues, a los argumentarios de un PP en el que la victoria de Sánchez en las primarias hizo saltar todas las alarmas, después de una plácida cohabitación parlamentaria durante los ocho meses que duró la dirección interina que presidió Javier Fernández y controló de facto Susana Díaz.

Pues eso: que con la gestora Rajoy vivía mucho más tranquilo y no tenía que improvisar un menú para Rivera en La Moncloa.