Andan sueltas por las redes unas cuantas “manadas” que se pasean impunemente de la mañana a la noche para amenazar, insultar y llamar “puta” a la primera mujer que tenga opinión propia. Si, además, es periodista y se llama Ana Pastor el deseo de muerte y el afán por que caigan sobre ella y su familia todos los males del infierno se multiplica hasta el infinito. Pero como la susodicha es indómita, preguntona, salvaje, brava y “tocapelotas” con el poder y con quienes aspiran a tenerlo pues en esta España nuestra tan sectaria y cainita habrá, no quien se alegre de la desgracia de que sea víctima de una legión de delincuentes cibernéticos, pero sí quien calle y mire hacia otro lado.

Total, dirán, la pareja “del Ferreras” ya tiene quien le defienda, que para eso sale en la tele, tiene un buen sueldo y nunca le faltará trabajo. ¿Por qué hay que denunciar, condenar y perseguir a esta panda de cafres si Pastor ya tiene un club de fans que la defienden?

¡Acabáramos! “No es una de las nuestras”. Que se las apañe ella solita o en compañía de la “Secta”. Se llama machismo, pero también odio al indómito, al discrepante. En España, hay muchas Anas. Unas salen en la tele y otras no. Unas son periodistas y otras, no. Hay millones de mujeres que por el hecho de serlo tienen que soportar que les llamen zorras. Por ser libres, por ser ellas mismas, por defender lo que creen o porque sí…

En el proceloso mundo de las redes ya se sabe que para no ser puta hay que ser abnegada, callada, sumisa, dependiente, bailarle el agua a los poderosos/as y, sobre todo, no decir nunca lo que piensas

Vivimos en una sociedad tan machista que a un hombre cuando se le insulta se le llama “hijo de puta”, y jamás “hijo de cabrón”. Y en el proceloso mundo de las redes ya se sabe que para no ser puta hay que ser abnegada, callada, sumisa, dependiente, bailarle el agua a los poderosos/as y, sobre todo, no decir nunca lo que piensas.

Los políticos callan; los colegas “peluseros” se ríen por lo bajini, la “manada” jalea a los cobardes machos alfa que borran sus perfiles de Twitter una vez que perpetran el ataque y el ¿Ministerio del Interior?

Esperen, que el Departamento de Zoido ya está en ello. El PP se ha propuesto poner coto al anonimato en Twitter y Facebook. Lo ha hecho público tras una denuncia de la popular Alicia Sánchez-Camacho por recibir en su TL el comentario atroz de un bárbaro (“A ti te tendría que haber encontrado La Manada”) como los que a diario insultan, amenazan o acosan a Ana Pastor, a Pepa Bueno, a Manuela Carmena, a Anna Gabriel, a Irene Montero y a tantas y tantas mujeres que están en el escaparate de la política o los medios de comunicación.

Igual es buen momento también para que reconsideren desde la derecha el descrédito al que someten a menudo al feminismo

La diputada popular ha sido tajante: “El PP y yo misma no nos vamos a callar”. Ni usted ni nadie, señora Camacho. Lo que le han hecho es incitación a la violencia, es un ejemplo claro del odio que galopa por las redes contra quienes no estamos a favor del pensamiento único, es un síntoma de intolerancia… Aunque así lo sostenga usted no tiene nada que ver con Catalunya ni con el independentismo, sino con el machismo y con el hecho de que sea mujer y de que en este país —incluso desde su partido— se haya hecho la vista gorda contra ello cuando la afectada no era de su cuerda.

¿Y todavía una colega suya se preguntaba en Twitter dónde está hoy el feminismo? Está aquí. Para denunciar su caso, el de Pastor, el de Carmena y todos cuantos se produzcan, que son muchos y a diario. Quizá su partido se haya sumado demasiado tarde a la denuncia.  Nada como padecer el dolor en carne propia. Da igual. Usted sí es una de las nuestras. Porque es mujer, porque piensa libremente, porque tiene derecho a expresarlo, porque no calla, porque no es sumisa…

Igual es buen momento también para que reconsideren desde la derecha el descrédito al que someten a menudo al feminismo. Hay en lugares del mundo, donde sus activistas se juegan literalmente la vida por defender los derechos de las mujeres. Quizá pensaban que no tenemos derecho a quejarnos por unos cuantos comentarios que se resguardan en el cobarde anonimato . Pero esto va en aumento. Es cada vez más amplio y más beligerante. Por eso sí importa la reivindicación y la denuncia porque hay que parar ya y de una vez por todas el amedrentamiento, la amenaza, el insulto y los ataques a la libertad de expresión e ideológica. ¡Bienvenidos! Esto también es feminismo. Y lo dicho: usted es una de las nuestras.