Tercera moción de censura en democracia. 1980, 1987 y 2017. Treinta años después de que Antonio Hernández Mancha planteara una reprobación a Felipe González y 37 desde que Felipe González hiciera lo propio con Suárez, Pablo Iglesias subirá a la tribuna del Congreso a defender un programa de gobierno alternativo al de la derecha española. Será en martes y 13, mal augurio, día de mala suerte.

La fecha la eligió la presidenta del Congreso, la popular Ana Pastor, no se sabe si porque carece de superstición o porque el día le caía bien al Gobierno, después de aprobar los presupuestos y antes de que Rajoy vaya a declarar a la Audiencia como testigo por el caso Gürtel. Igual Pastor no sabía que desde mayo de 1453 decir martes 13 es decir mala suerte porque 800 soldados y 15 embarcaciones enviadas a Génova, Venecia y al Vaticano cayeron ante los musulmanes después de unas fuertes lluvias que impidieron la entrada de los navíos que iban a ayudar al Imperio Romano. Un duro golpe para las potencias cristianas.

Ni viajes, ni compromisos, ni gatos negros, ni paseos por debajo de una escalera. Ni mociones de censura, oiga, que las sesiones parlamentarias las carga el diablo

Claro que todo ello carece de fundamento científico, pero aun así mucha gente cambia su rutina por mera superstición: ni viajes, ni compromisos, ni gatos negros, ni paseos por debajo de una escalera. Ni mociones de censura, oiga, que las sesiones parlamentarias las carga el diablo y lo mismo el maleficio cae sobre Iglesias, para regocijo de la bancada popular, porque le pasa lo que a Hernández Mancha y cava su propia fosa política, que igual atina y, aunque no tenga el apoyo necesario –que no lo tendrá–, consigue que en sede parlamentaria se pongan negro sobre blanco durante día y medio los problemas de corrupción que acechan al PP y que en cualquier otro país homologable habrían provocado la caída del gobierno.

Vayan imaginando el relato: que si la Púnica, que si la Gürtel, que si Lezo, que si la financiación ilegal, que si el manoseo en el ministerio fiscal, que si la policía patriótica, que si los SMS, que si el pacto con Bárcenas, que si el conchabeo con la prensa afín, que si los sobresueldos, que si el torpedeo a las comisiones de investigación…

Andaban tan confiados tras la investidura de Rajoy y los ocho meses de desgobierno del PSOE que no sólo han despreciado el trance preparado por Iglesias, sino que han ignorado las creencias en los malos augurios y se han limitado a dar bajonazo a la cita 

No será porque no haya católicos entre los populares. Ellos más que nadie por fetichistas debieran saber que fueron 13 los asistentes a la Última Cena donde se traicionó a su Dios o que en el capítulo 13 del Apocalipsis fue cuando llegó el anticristo. Andaban tan confiados tras la investidura de Rajoy y los ocho meses de desgobierno del PSOE que no sólo han despreciado el trance preparado por Iglesias, sino que han ignorado las creencias en los malos augurios y se han limitado a dar bajonazo a la cita poniendo fecha un mes después de que se registrara la iniciativa y a las puertas del verano con todo listo para que sus señorías salgan en estampida. Todo con la firme voluntad de que el presidente no suba siquiera a la tribuna a defenderse de las acusaciones, que no vendrán sólo de las filas de Podemos sino de todo el arco parlamentario porque de lo que no hay duda en ningún rincón del Parlamento es de que motivos, haylos, para la censura.

Lo que no hay son mimbres para convertir a Iglesias o a cualquier otro en presidenciable, pese a la que está cayendo y con la preocupación de los españoles por la corrupción disparada en las encuestas. Pues nada, señorías, sigan a lo suyo, que el PP no cree en maleficios, ni Rajoy en meigas, por muy gallego que sea y, además, sabe que al renacido Pedro Sánchez le tendrá de su lado.