El régimen del 78, o si quieren la Transición, se encuentra en las postrimerías, malviviendo, postrado. El consenso constitucional hace tiempo que ha dejado de funcionar. Las nuevas generaciones y los nuevos retos de la sociedad han hecho del sistema actual un artefacto caduco e inservible para la ciudadanía. Sólo tiene utilidad para que las costras extractivas vivan de rentas hasta que o implosione o deje de respirar.

Señales tenemos muchas y desde hace tiempo. La izquierda, cuando menos la que se tilda de socialdemócrata, catalana, española y europea, es una caricatura de sí misma. Al haber abrazado el neoliberalismo ha quedado fulminada o se ha desangrado lentamente, según cada escenario particular. No tanto por abrazar el neoliberalismo, sino por sostener la idea de que no hay ninguna alternativa. La crisis se produce, así, no por una orientación, sino por la falta de orientación política y la orfandad de un proyecto de esperanza. Esta izquierda anquilosada y sin ideas no es más que una muleta del sistema, y tiene utilidad sólo si la mueve quién la utiliza. Por sí misma es un trozo de madera inerme.

El ejemplar comité federal del PSOE del sábado pasado, el pistoletazo de salida formal de su pasokización, es un síntoma genuino de la esclerosis del régimen

Traduciéndolo a España. El ejemplar comité federal del PSOE del sábado pasado, el pistoletazo de salida formal de su pasokización, es un síntoma genuino de la esclerosis del régimen. Ahora, deshilachado como está, no puede ser nada más que el deslucido bastón que un Partido Popular más muerto que vivo y cosido por la corrupción, que ya se ve en los tribunales, utilizará según su capricho. Tanto si se convocan terceras elecciones -una opción nada descartable- como si Rajoy vuelve a ser entronizado como el primer ministro de un Estado campeón del malestar, el PSOE no puede hacer más que decir amén y saberse inmolado en el altar de la impotencia, porque no tiene alternativas ni a corto ni a medio plazo. A largo plazo, como sabemos, todos estaremos muertos.

Lo único que puede reavivar a estos dos representantes de un bipartidismo tildado ahora con plena razón de imperfecto, es la piedra de Catalunya, que cada vez es más y más grande, tanto, que desborda los demodés zapatos del sistema.

En estos momentos hace falta que los dirigentes de la política catalana demuestren un plus de inteligencia política para seguir avanzando y evitar peligrosas vías de agua. Si no tienen este temple, la inteligencia política será, como suele suceder a menudo, un oxímoron y lo sufriremos todos, por todas partes. Y manifestaría, hiriendo un orgullo de mentirijillas, que no hay gran diferencia entre la clase política de Barcelona y la de Madrid.