Los últimos días La Vanguardia ha puesto en evidencia hasta qué punto la filtración de las conversaciones de Bonheví sobre el plan B de PDeCAT han alterado la estrategia de la trama autonomista para reconducir la situación. Hacen falta estómago y un sentido del humor muy especial para trabajar en la cocina y ver cómo se hacen cada día las salchichas.

La reacción de Bonvehí de acusar a ERC de la filtración no tiene que ver con la tensión que genera el referéndum, como dice La Vanguardia, sino con la conflictiva situación que se vive dentro del PDeCAT. Bonvehí y su equipo están acorralados entre la vieja clase dirigente que quiere recuperar el poder al precio que sea y unas bases que cada día entienden mejor que si el PDeCAT no sabe defender la autodeterminación, como CiU defendió la lengua, el partido desaparecerá.

La filtración de la estrategia de Bonvehí ha obligado al diario de los Godó a vestir más deprisa de lo previsto su relato de la derrota. Ahora que incluso Santi Vila tiene que salir a declarar que el autonomismo ha muerto, hacer el camino de vuelta hacia el 2010 se ha complicado todavía más. Si Bonvehí no se sintiera tan inseguro, se defendería subiendo la apuesta independentista, pero como tiene miedo de que le hagan la cama se limita a poner en marcha los ventiladores y deja que La Vanguardia lo aproveche para explicar que las vacas vuelan.

El artículo de Lola García asegurando que Mas es el político que más presión ejerce para conseguir que se celebre el referéndum, no se entiende sin el desgaste que la figura del expresidente sufre entre las bases de la antigua Convergència. Se supone que las fuentes se tienen que contrastar y no parecía que García haya hablado mucho con los dirigentes de ERC, ni con los militantes del PDeCAT que empiezan a estar hartos del doble lenguaje del expresidente y de sus ansias de dominar el partido al margen de la democracia interna.

Pretender que Mas impidió que Junqueras bajara del carro del referéndum en una reunión secreta cuando hace meses que Francesc-Marc Álvaro y algunos columnistas españoles van escribiendo que el líder de ERC es el único que puede evitar el choque con España, es forzar el relato hasta la leyenda. El artículo de García, que pintaba a Mas como un patriota trágico que arrastra a todo el mundo hacia el referéndum, pero que su partido lo rechaza a causa de la corrupción, recordaba al guión fallido de 2014.

Antes, la gente de ERC se alarmaba cuando La Vanguardia los ponía en el punto de mira, ahora casi se ríen. Antes, las mujeres se enfadaban cuando su hombre bajaba demasiado al bar o miraba mucho la tele, ahora algunas empiezan a prohibir a los maridos que lean La Vanguardia porque sus tergiversaciones los exaltan demasiado. La Vanguardia cada día tiene menos influencia y algunos dirigentes de ERC recuerdan que, en Gallípoli, los almogávares quemaron las naves 200 años antes que Hernán Cortés.

El artículo de Lola García, igual que el publirreportaje que el diario de los Godó dedicó a Elsa Artadi, o la encuesta del lunes anunciando una supuesta bajada de los partidarios de la autodeterminación, tienen el mismo objetivo: salvar la posibilidad de que Mas se pueda presentar a unas elecciones con un mínimo de garantías para poder volver anclar la política catalana al eje izquierda-derecha.

Francesc-Marc Álvaro, autor del libro Perque hem guanyat, escribía ayer, en su artículo: "El error fue no admitir que el buen resultado obtenido el 27-S no era lo bastante rotundo". Si no recuerdo mal, esta fue la lectura que hice yo la noche de las elecciones, cuando nadie le llevaba la contraria a Mas, que por cierto estuvo a punto de matar la idea de la autodeterminación con el invento de las plebiscitarias y la hoja de ruta que lideró.

La misma página del artículo de Álvaro, destacaba con una buena cabecera que Munté ha ofrecido pactar la pregunta del Referéndum a los comunes, que ya tuvieron un papel decisivo a la hora de convertir el 9-N en una charlotada. El subtítulo y la fotografía, dedicada a Colau, me hacen pensar que la alcaldesa sabía bien qué hacía cuando declaró que el resultado de un referéndum no necesariamente hace falta aplicarlo. Viendo que la Tercera Vía sigue repitiendo los truquillos del 2014, es fácil adivinar que Puigdemont se verá presionado para que rebaje el referéndum de forma que deje el resultado pendiente de negociación con el Estado y Europa.

La idea sería que él y Junqueras habrían cumplido el compromiso sin romper la soberanía española. Espero que tengan claro que no colará, igual que no coló la operación diálogo tan promocionada por La Vanguardia. "La actitud del Gobierno central sigue despertando un recelo extendido, que abarca el 80 por ciento del catalanes con respecto a la operación diálogo", escribía Carles Castro en un párrafo colocado con discreción, después de utilizar todas las ideas disolventes y desmoralizadoras que le pasaron por la cabeza sobre la teórica imposibilidad metafísica de la independencia.