Ayer por la mañana, cuando salía de la tertulia de Catalunya Ràdio, me llamó la atención un juego de sábanas blancas, estampadas de flores de colores anaranjados y rojos, que tienen expuesto en la cama de una tienda que hay en la calle de Pau Casals. Es una tienda pequeña, repleta de cubrecamas, toallas y cojines que me despierta la imaginación, y me recuerda como me gusta mi casa y el dinero que tengo que ganar todavía para poder arreglarla bien.

Cada año, entro un par de veces para que me enseñen el muestrario de la temporada. Como no hay nunca nadie, la señora me dedica todo el tiempo del mundo y me apunta el precio de cada artículo que le indico en un cartoncillo, con una cierta ceremonia. Hace tiempo que no compro nada, porque durante años he tenido que contener gastos. Aunque tengo tirada a los gustos caros, no creo que sea una buena solución apoyar la vida en las cosas que se pueden comprar, por más que sean muy sofisticadas.

Los sueños son la base de la realidad y la gente que tiende a intercambiarlos por el confort de una manera demasiado cruda va perdiendo la fuerza y acaba aburriéndose de ella misma y de los otros. Podríamos discutirlo largamente, pero esta es mi posición. Prefiero entrar en una tienda que me gusta para no comprar nada, que no alquilarme más de la cuenta. Al confort material hay que sucumbir a poco a poco, en la medida que el talento se gasta y que el cuerpo pierde el vigor.

Aun así, las sábanas de casa han perdido el tacto y los colores originales y ya es hora de cambiarlas. Además, en verano las incomodidades se multiplican y solemos estar un punto susceptibles. Si no fuera porque el verano cae tan bien a las chicas que me gustan, le pediría su dimisión ahora mismo. En verano las chicas guapas pueden prescindir del maquillaje. Los ojos felinos cogen una intensidad y un misterio más marcado. El pelo húmedo siempre queda bien y cuando se seca tienen un brillo deportivo, tamizado de dorados y caobas naturales, que en invierno no consiguen ni las mejores peluquerías.

En invierno el simple hecho de taparse con una manta ya puede ser todo un placer. Si tienes calefacción, entras en casa de tan buen humor, que incluso un poco de desorden se agradece y parece una muestra más de calidez. En invierno basta con  calentar un simple caldo de pollo para llegar a tocar el cielo. Yo he follado con el anorac puesto y, la verdad, me lo he pasado la mar de bien. En verano el confort es un sistema de equilibrios inestable, mucho más frágil que en invierno. Y no es un tema que se resuelva poniendo el aire acondicionado a toda hostia.

Cuando hace frío, la cama es un lugar de recogimiento. Te puedes pasar un fin de semana viendo series de televisión o explorando el cuerpo de una novia o de una voluntaria. Para el invierno son ideales las sábanas de colores oscuros y austeros que hacen contraste con los pijamas divertidos y con la blancura de la piel de las princesas. En verano duermes en pelotas: es mejor que el tacto de la sábana sea especialmente suave. Recordamos que, cuando hace frío, no apetece salir de la cama. En cambio, cuando llega el calor el lecho se convierte en un mueble decorativo o en una especie de atracción infantil ideal para saltar o hacer el animal encima.

En verano las sábanas tienen que combatir el calor mirando distraernos por la vista. Los estampados nos tienen que excitar los ojos y la imaginación. Una cama que quede mal hecha en verano da más mala impresión que una cama sin hacer en invierno, que es cuando tienes cerradas las habitaciones y ventilas menos la casa. A una cierta edad, y para un hombre como yo, los estampados de flores o de pececillos pueden parecer fuera de lugar. Sin embargo, si el producto es bueno, los colores llamativos sirven para aprovechar la luz africana del verano y airear los dormitorios con una nota de frescura, de energía y de exotismo.

Al final, no sé si me compraré las sábanas de la tienda de la calle de Pau Casals. He pasado una fotografía a una amiga feminista y me ha dicho: "Son sábanas de mujer". He pasado una imagen a un amigo progre y me ha dicho: "Son sábanas de gay". Yo pienso que aquel festival maravilloso de flores acabaría cogiendo un aire provenzal, bien combinado con la piel morena de la rubia que ahora mismo tengo en la cabeza. Si de aquí una hora entrara en el dormitorio no me importaría tocar el arpa y otras cosas. Es cuando estoy contento que me pongo musical.