La revista Time lleva esta semana la entrada triunfal de Macron en la vida europea. El semanario dice que el pequeño Napoleón ha enviado "a pasturar" a la vieja clase política francesa y recoge unas declaraciones del coordinador digital del movimiento En Marche! anunciando una "revolución profunda".

Los franceses son amantes de la retórica revolucionaria y las clases dirigentes europeas van necesitadas de épica. El otro día los diarios explicaban que Macron se había presentado en la primera reunión con Merkel exhibiendo un ejemplar de Submission, la novela del bad boy de la literatura francesa, Michel Houellebecq.

Con los hechos, Macron anuncia continuidad, pero en las formas da entretenimiento y una estética brillante que irá hirviendo al baño María las últimas esperanzas del continente, antes de llegar al mundo de corderitos impotentes y resignados que Houellebecq describe en su libro. Macron es a la refundación de Europa lo que el processisme es al independentismo, o lo que Obama ha sido en los Estados Unidos.

Quizás a propósito de la euforia que ha despertado el nuevo presidente francés, el City Journal llevaba este fin de semana un maravilloso artículo titulado Barack Obama and the vacuous politics of image. El artículo venía a explicar que los americanos se ilusionaron con Obama por el mismo motivo que se pusieron a fumar Malboro, porque daba una imagen embellecida de sus cobardías y debilidades.

La entrada de la tecnología y de los algoritmos en la ciencia del comportamiento ha dado un gran impulso a la propaganda política. Cada vez se verá más claro que los métodos que sirven para estudiar y para entender los resortes de la inteligencia de las personas también sirven para destruirla.

La manipulación psicológica es un sustituto excelente de la violencia en un mundo que idealiza la democracia y que se indigna con la policía y los ejércitos. Es casi divertido observar cómo los mismos discursos que apelan a la razón tienden a explotar más que no a eliminar los resortes animalescos de la conducta a través de las técnicas del marketing digital y el mercado del clic.

En Catalunya estas técnicas han sido aplicadas de manera sistemática para mantener el independentismo dando vueltas como un hámster en una rueda. Repasando el debate político catalán, es fácil ver como la propaganda vacía las palabras de contenido con una retórica ambiguas y grandilocuente que va dando pescadito frito continuamente.

Igual que Macron habla de revolución mientras anuncia que seguirá la política dictada por Merkel, Puigdemont dice que hará el referéndum mientras se muestra dispuesto a cargarse el plazo máximo acordado por el parlamento para celebrarlo. Si Macron quiere revolucionar Francia con el apoyo de los grandes grupos mediáticos que han sostenido el sistema hasta la putrefacción, el presidente catalán pretende que la misma fecha límite que ha suscitado la posibilidad de un diálogo con España ahora sea sacrificada.

La cuestión es vestir los discursos de manera que cada uno pueda interpretarlos según sus deseos más viscerales y facilistas. De esta manera se va laminando el principio de realidad hasta que, como pasó el 9-N, el electorado ya tiene metidos en la cabeza los mecanismos necesarios para rebajar sus expectativas y poder aceptar dócilmente la rendición moral.

Catalunya, que siempre va delante con todo, es un laboratorio privilegiado para constatar que, si todo sigue el camino previsto, en la Europa del futuro habrá menos policía y muchos más imbéciles y bobos -un poco como ya pasa en Twitter, si no te metes con Carrero Blanco. Según cómo se acabe el proceso europeo todo el continente acabará cantando estas canciones irónicas y menestrales del pop catalán, tan frescas y ligeras, en las cuales todo es contrahecho y poco importante.