El PDeCAT cree que el referéndum no se puede hacer sin el acuerdo con España. ERC cree que no se puede hacer sin la colaboración del PDeCAT. La CUP está más centrada en la desobediencia que en la construcción de un país independiente. Para sobrevivir, Rajoy necesita a un enemigo que ladre pero que no muerda, por ello sus diarios exploran la resurrección de Mas. Los populares necesitan atar corto al PSOE con la excusa de Catalunya para que la situación no se les desborde. Pablo Iglesias sabe que no podrá ganar a solas unas elecciones. Aun así utiliza el referéndum de martillo para golpear en la cabeza a la España nacional y sobrevivir.

La situación es delicada para todo el mundo. El referéndum es una especie de kriptonita para el Estado porque disuelve el imaginario de la Transición. Cada día que la idea del referéndum sigue viva, la política española se debilita y los partidos van perdiendo credibilidad. La Operación Diálogo era un intento de disfrazar el hecho de que la única cosa que no necesita ser pactada entre Catalunya y España es la autodeterminación. Durante los meses precedentes al 9-N se escondió que el primer referéndum de Quebec fue unilateral. Los procesistas también pasaron por alto que, en Gran Bretaña, Alex Salmond no pactó la convocatoria con Londres; sencillamente negoció los detalles de la celebración.

El culebrón de las conversaciones entre Rajoy y Puigdemont son un intento de alargar la Operación Diálogo. Miquel Iceta no ha ayudado a activarlo por amor al arte. El PP se ve iniciando un ciclo hegemónico de 10 años, pero necesita dar tiempo al PSOE de Susana Díaz para mantenerse en el gobierno. El PSC necesita demostrar a Ferraz que es una pieza imprescindible en el control de Catalunya, porque sólo así podrá tener un espacio al lado del colauismo. Si Puigdemont entendiera la herramienta que tiene entre manos, no habría aceptado verse en secreto con Rajoy, sin discutir primero la cuestión del referéndum con luces y taquígrafos.

La autodeterminación es una máquina de triturar porque es una idea que queda fuera del control de la política española. El referéndum no se puede detener porque es una gran arma electoral y, además, aunque los procesistas no se lo crean, no necesita ninguna ley suplementaria ni el permiso del Estado español. Los intentos que los diarios hacen para resucitar a Mas sólo conseguirán poner de manifiesto hasta qué punto el 9-N fue una comedia. Cuanto más vuelo tome el expresident, más se verá que engañó a todo el mundo, y más cerca del abismo jugarán todos los partidos.

Hace unos días me llamó un periodista de la revista Tiempo asegurando que ha encontrado viva a una hija ilegítima de Companys. Las relaciones entre Catalunya y España todavía se mueven en este imaginario subyacente. Por eso los discursos son tan esclavos del miedo y de los prejuicios, y la política se va banalizando. El Estado necesita mantener viva la fantasía de la violencia para que no se funda el embrujo de la Transición. A las campañas de Madrid que venden la imagen del catalán violento, se va sumando el entorno de Ada Colau y de la ERC protripartito, que intenta ocupar el lugar del pujolismo con artículos como éste.

Cuando leí el post infantil de Roger Palà pensé en un diálogo que un amigo mío tuvo con un responsable del PP:

- Dígale a Rajoy que haremos el referéndum.

- ¿Así iréis a sangre y fuego?

- No, he dicho que pondremos las urnas.

Aunque la condición humana es débil, esta vez el Estado español lo tendrá más difícil para hacer pasar a los buenos por malos.