La política, el poder, son relaciones de fuerzas (y espero que al lector del anterior artículo con la referencia foucaultiana le sirviera la cita aclaratoria en los comentarios). Bien. Pues la relación de fuerzas Catalunya-España está donde estaba desde hace ya algunos siglos: ni la una puede ni la otra tampoco. Y, no obstante, se han producido algunas variaciones, hay puntos de fuga, giros, rearticulaciones, recomposiciones, movimientos de fondo... el GRAN MOMENT se dibuja en el horizonte, o, cuanto menos, la cuerda está lo bastante tensa como para romperse.

Está lo bastante tensa como para romperse, aunque, por enésima vez, el catalanismo, ahora en su versión independentista no menos posmoderna pero tan pragmática como siempre, haya comparecido esta semana en el Congreso de los Diputados de Madrit -que diría Iu Forn-, de nuevo, para arreglar una España averiada como nunca; desde luego, cantándole las cuarenta y el responso, también como nunca. Como han hecho Joan Tardà y Gabriel Rufián, en una intervención memorable, a cuenta del mal de monolingüismo que sufren sus señorías del PP y C's en particular y de casi todo el resto, en general.

Los dos diputados de ERC con una mano exigieron al cada día menos presidente en funciones Mariano Rajoy (segundo récord europeo occidental de Estado sin gobierno después de los 541 días de Bélgica) que haga el favor de tener el gesto de permitir a los catalanes pronunciarse sobre la cosa con urna de metacrilato; y, con la otra, caso de Tardà, hombre de izquierdas y republicano universal de toda la vida, animar al PSOE y Podemos a aprovechar la independencia de Catalunya para proclamar la III República española, que ya va siendo hora. Macià y Companys hicieron exactamente lo mismo. Clásicos del republicanismo més nostrat: desear lo mejor para casa y el resto del mundo, aunque, parafraseando a Sartre, el infierno sea un balneario comparado con nuestra humanidad más próxima.

Sin salir del teatro de la no investidura de Rajoy, si bien más autoubicado en la coyuntura inmediata, el postconvergente (decirle postpujolista haría poco honor a la verdad) Francesc Homs, como ERC, también ofreció los 8 diputados del PDC para que España no se quede sin Gobierno. Tiene lógica: ¿Si España no tiene Gobierno, con quien se negociará la independencia? Pero claro, la oferta fue dirigida al PSOE y, más o menos condicionada a la cosa: al referéndum. ¿Tercera república para España a cambio de República catalana? ¿Gobierno en España a cambio de referéndum -o lo que más se parezca, no nos engañamos- en Catalunya? ¿De verdad que sus señorías de ERC y el PDC creen posible que estos imposibles sucedan? Ya me perdonarán los filósofos, pero el derridanismo, como todo en la vida, tiene sus límites.

Como revelaba el mapa del 20-D que Rufián esgrimió desde el escaño, aquí el PP es un residuo del conservadurismo franquista y C's da para lo que da el maquillaje

Como revelaba el mapa de las generales que Rufián esgrimió desde el escaño, aquello de Fraga era mentira: es Catalunya quien es y sigue siendo different. Aquí no gana el PP en ningún sitio. En dos demarcaciones se impusieron los comunes y en las otras dos ERC. Aquí el PP es un residuo del conservadurismo franquista y C's da para lo que da el maquillaje. Pero para entender este mapa hay que ir un poco más allá de la gama cromática básica, de la Catalunya bicolor, amarillo-morada, del 20-D. El PSC ha pasado a ser un partido de minorías cuya herencia la ha recogido básicamente el colauismo, aunque todavía lo tiene todo por hacer y demostrar. CiU ya no existe y el PDC se equivocará si pretende ejercer de versión 'indepe' del pujolismo-duranismo. Y ERC tiene ciertamente el viento a favor para convertirse en el pal de paller de una mayoría nacional articulada con los comunes y la CUP y, en posición subsidiaria, la antigua CDC. Pero su crecimiento sigue dependiendo de las oscilaciones que se produzcan en el antiguo espacio convergente. Las cartografías del presente están injertadas de eternos retornos y de revisiones y revivals del pasado.

Oriol Junqueras, Anna Gabriel y Albano Dante Fachin -aunque lidera una campaña contra la ANC- protagonizarán el jueves que viene en Sant Boi el acto "transversal" de conmemoración de los 40 años de la primera Diada tolerada. Aquel Onze de Setembre, el primero después de Franco, hablaron los malogrados Jordi Carbonell y Octavi Saltor... y Miquel Roca. Como en aquella famosa imagen de la prehistoria del photoshop en que Trotsky desapareció del lado de Lenin, lo que representaba Roca -se supone que ahora evolucionado en PDC- ha desaparecido de la conmemoración de aquel día refundacional de la democracia y el catalanismo. Hoy no estaríamos donde estamos -para bien o para mal- si gente como Roca y, para decirlo a la manera de los marxistas clásicos, de una "fracción de la burguesía", no hubiera comparecido en Sant Boi. Como tampoco sin la Comissió Obrera Nacional de Catalunya de López Bulla y otros. Por descontado. Mis padres, como tantos otros, emigrados de Extremadura a mediados de los años sesenta del siglo XX, vivían en la misma escalera de vecinos que López Bulla, lo ayudaron más de una vez cuando la policía lo perseguía e iban a oír a Roca o a Farrés en actos políticos aún semiclandestinos en parroquias de Mataró. Aquí todos tenemos historia pero, si puede ser, escribámosla entera.

El nuevo catalanismo, independentista, referendista, tendrá que escoger entre realizar la desconexión, se rompa lo que se rompa, o imaginar la III no República española con el mapa de Rufián

¿"Queréis que en España el PP también sea una fuerza residual"?, les espetó Rufián a los "compañeros" Xavi Domènech y Pablo Iglesias blandiendo el mapa electoral del 20-D desde el escaño. Es posible que al relato del processisme le siga el de una nueva izquierda que navegará entre la genuinidad independentista vigorizada por el desastre del pospujolismo y la ambigüedad posmaragallista del proyecto (en construcción) de Ada Colau. Relaciones de fuerzas. Variaciones, puntos de fuga, giros, rearticulaciones, recomposiciones, movimientos de fondo... Y el nuevo catalanismo, independentista, referendista, tendrá que escoger entre realizar la desconexión, se rompa lo que se rompa, e incluso asumiendo el riesgo de inmolarse, o imaginar el camino de la III no- República española con el mapa de Rufián.