“No, gracias”. La apresurada respuesta de Pedro Sánchez a la oferta de Pablo Iglesias para presentar listas conjuntas a la Cámara Alta no dejó lugar a la duda. A los morados, ni agua. Podemos es el enemigo. La estrategia de campaña pasa por atizar, cuanto más fuerte mejor, a quienes aspiran a hacerse con la hegemonía de la izquierda. Nueva  demostración de que el PSOE sale, no a ganar, sino a defender la segunda posición de un tablero cada vez más polarizado entre Rajoy e Iglesias.

De no ser así, el secretario general de los socialistas hubiera tenido en cuenta que la propuesta del “coletas” es la única forma de acabar con la mayoría de bloqueo del PP en el Senado; que los territorios son diversos; que hablamos supuestamente de una Cámara territorial; que no sería la primera vez en democracia que el PSOE cohabita en la misma papeleta del Senado con otras fuerzas de izquierda; que su partido se ha llenado la boca de la España federal; que la célebre declaración de Granada es precisamente eso y que al menos tres de sus presidentes autonómicos (Valencia, Aragón y Baleares) ya andaban en una negociación con Compromís y los “podemitas” para compartir la papeleta amarilla.

Tanto desconocimiento sería como para sacarle de inmediato la tarjeta roja. La oferta por email que recibió de Pablo Iglesias no es ningún disparate. Y mas allá de la inmediata traslación numérica (el PP perdería la mayoría absoluta), en comunidades como Valencia o Baleares, donde los socialistas comparten mesa de gobierno con otras fuerzas de izquierda, tendría una lógica política aplastante. ¿Acaso no era ese el Senado del que hablan todos los documentos sobre la España federal redactados por el PSOE? ¿No querían los socialistas una Cámara territorial donde estuvieran representados los ejecutivos autonómicos?

La pregunta que más se reitera en los cenáculos socialistas es qué piensa hacer el tal Sánchez después del 26-J. ¿Votar al PP? ¿Llamar a la puerta de Podemos?

Pues el federalismo también es eso, la propuesta de Iglesias que Sánchez se tomó a la ligera y despachó ofendido con un “no, gracias” y que dejó perplejos a propios y a extraños. A los morados, por la displicencia. A los suyos, porque puede dejar sin senadores a varias capitales de provincia. Todo un estratega.

La pregunta que más se reitera en los cenáculos socialistas es qué piensa hacer el tal Sánchez después del 26-J.  ¿Votar al PP? ¿Llamar a la puerta de Podemos? A saber. De momento, el PSOE sigue, según los expertos, transfiriendo voto por el centro a Ciudadanos y por la izquierda a Podemos. Al primero lo blanqueó con “El Abrazo” de marzo. Al segundo, no para de darle argumentos para que agite el espantajo de la gran coalición.

Sánchez se ha quedado en tierra de nadie. Y no porque los barones le hayan cerrado el paso. Desde el 28 de diciembre, todos estuvieron silentes. Así que él sólo eligió la boca del lobo. Y esta vez no le valdrá con una nueva invocación del jolgorio orgánico. Para bien y para mal, está sólo. Y, después de la exigencia de los suyos a Felipe González para que explique su vídeo de apoyo a un bróker iraní investigado por fraude fiscal que aparece en los Papeles de Panamá, es dudoso que el otrora presidente participe en la próxima campaña electoral o vuelva a parar en favor de Sánchez las turbulentas aguas del socialismo.