La cosa empezó a mosquearme la noche en que Pablo Iglesias fulminó al secretario de organización de Podemos, Sergio Pascual, que gozaba de la máxima confianza de Íñigo Errejón (lo que por sí solo ya le hacía merecedor de la máxima desconfianza del General Secretario).

No fue el hecho en sí lo que me llamó la atención, sino el vocabulario utilizado para justificarlo. La carta en la que Iglesias explicaba su decisión hacía sonar en mi memoria una música lejana: “En Podemos no hay ni habrá corrientes o facciones que compitan por el control del aparato” … yo esto lo he leído antes, me decía.

Al fin, algún libro me trasladó a un castillo de los alrededores de Praga, en 1964. En aquella reunión histórica en la que Fernando Claudín y Jorge Semprún fueron purgados del Partido Comunista. El día en que Santiago Carrillo pronunció la frase memorable: “Más vale equivocarse dentro del partido que tener razón fuera de él”, y acusó a los dos renegados de “formar una plataforma de oposición interna con actividades fraccionales, y de haber filtrado sus críticas a la prensa burguesa”. El mismo día en que la Pasionaria zanjó el juicio inquisitorial decretando que Claudín y Semprún solo eran “intelectuales con cabeza de chorlito”.

¿Quién habla con esas palabras, Carrrillo en 1964 o Iglesias en el 2016? Ambos.

“¿Qué clase de respeto es ese, de atacar al secretario general públicamente, de echar en saco roto las líneas y las posiciones del partido? Yo no pretendo ser insustituible, pero tampoco un hombre de paja”. ¿Quién habla con esas palabras, Carrrillo en 1964 o Iglesias en el 2016? Ambos. Mejor dicho, la versión original (la entrecomillada) es de Carrillo, y la actualizada pueden encontrarla en cualquier declaración de Pablo Iglesias en los últimos días.

En Podemos han decidido celebrar la Navidad a su manera. Comenzaron las fiestas con una votación surrealista en varios planos, empezando por el contenido. Aparentemente, votaban sobre la forma de votar, pero era una excusa para hacer un primer recuento de fuerzas que mostrara la aplastante superioridad del General Secretario sobre su insolente portavoz parlamentario.

Surrealista también por la participación, que apenas alcanzó el 25% del censo, lo que significa una de estas dos cosas: o bien a tres de cada cuatro posibles votantes les importa un comino el pretexto formal de la votación, o bien pasan de que los obliguen a decidir si quieren más a papá o a mamá. O ambas cosas, que es lo más probable.

Y surrealista porque en lugar de la goleada esperada, Iglesias se encontró con una escuálida victoria obtenida en la prórroga y probablemente relacionada con la llegada de tropas de refuerzo mediante la inscripción masiva en los últimos días de gentes procedentes de Izquierda Unida al mando del leal general Garzón (llamado a altos destinos en el futuro partido Unidos Podemos).

Pasado el primer desconcierto, era urgente hacer un gesto que sirviera a la vez de escarmiento disuasorio y de reafirmación de la autoridad

Pasado el primer desconcierto, era urgente hacer un gesto que sirviera a la vez de escarmiento disuasorio y de reafirmación de la autoridad. A un silbido de su jefe, el palafrenero de Iglesias en la Comunidad de Madrid procedió a ejecutar sumariamente a su portavoz parlamentario, conocido también por sus amistades peligrosas con el Traidor Errejón. Un aviso inconfundible: lo que hoy hago en Madrid puedo hacerlo mañana en España sin que me tiemble el pulso.

La cosa podría haber quedado ahí y todo el mundo hubiera entendido el mensaje. Pero resulta que al Traidor se le ocurrió emitir una tenue protesta a través de Twitter. Entonces entró en acción Echenique, con esa furia que distingue a los conversos.

De todos es sabido que el estado mayor morado dispone de un potente comando de operaciones especiales: matarifes internáuticos adiestrados para escrachar a cualquiera en las redes sociales. Pues bien, Echenique decidió que Nochebuena y el día de Navidad eran un momento excelente para soltar a la jauría, con instrucciones precisas de romperle los huevos al disidente y ponérselos de corbata a sus seguidores.

Lo peor fue que no solo lo hizo, sino que, además, lo explicó. Y sus palabras sonaron como un latigazo: “Había que dar un toque de atención”. Por si alguien no se había percatado de qué iba la movida.

Dijo alguna cosa más. Según parece, “están pasando cosas que ponen en peligro la continuidad del proyecto” (lo del Proyecto es para cierta izquierda como el Procés para los independentistas, un fetiche taumatúrgico que justifica cualquier tropelía). Según Echenique, “se han criticado en los medios de comunicación las decisiones de los órganos”. Y eso, criticar las decisiones de los órganos, “no es defender ideas políticas, sino cuestionar los mecanismos de la democracia”.

En resumen: la doctrina Echenique sostiene que cuando se liquida a un disidente por el hecho de serlo, se están defendiendo ideas políticas y garantizándose la continuidad del Proyecto. Pero quien ose expresar disgusto o malestar por esa decisión, cuestiona la democracia. Ahí queda eso.

“Había que dar un toque de atención”. La frasecita se las trae. En el lenguaje común, un toque de atención equivale a una advertencia y anuncia consecuencias ulteriores si no es atendido. Tras el toque de atención, vendrá el toque de queda. Y después… Tengo gran curiosidad por saber cuál es el siguiente paso que Echenique o su jefe tienen en la cabeza en el caso de que el cabecilla rebelde haga caso omiso de sus toques.

En fin: si usted es futbolero, sepa que Papá Noel ha traído a Errejón y a los suyos una tarjeta amarilla. Si es más bien cinéfilo, recuerde la cabeza de caballo entre las sábanas.

Ambos saben que, como decía Michael Corleone, “conviene mantener cerca a los amigos, pero aún más cerca a los enemigos”.

Y es que en El padrino está casi todo lo que se necesita saber. Iglesias dice: “Íñigo, eres mi hermano menor y te quiero. Pero nunca, nunca, vuelvas a ir contra la familia”. Echenique aclara: “No es personal, Íñigo, solo negocios”. Aunque ambos saben que, como decía Michael Corleone, “conviene mantener cerca a los amigos, pero aún más cerca a los enemigos”.

Permanezcan atentos a la pantalla, porque verán ustedes cómo más pronto que tarde alguien decide que Errejón es tan solo un intelectual con cabeza de chorlito.