Los medios dedican mucho más espacio a los problemas que a las soluciones, pues la incomodidad parece vender mucho más que el acierto. En Barcelona hemos dedicado un montón de tinta a la problemática de los manteros, pero iniciativas como Diomcoop se han ventilado con unos poquísimos breves en la prensa. Diomcoop es una cooperativa promovida por el Ayuntamiento que ha sacado a quince manteros de la venta en la manta para adiestrarlos en el comercio de productos de ropa, complementos y artesanía en ferias y mercados de la ciudad. Los que toleraron el comercio de los manteros durante lustros sin hacer mucha cosa dirán que eso es muy poco, pero Diomcoop tiene la intención de formar a una decena de personas cada año para que, paulatinamente, el comercio de productos ilegales desaparezca de Barcelona. Se pueden encontrar pegas, a la solución, pero cuando menos la administración Colau, y en concreto Gerardo Pisarello, han movido el culo en vez de esperar a que el problema se resolviera solo.

Los manteros reciben seis meses de formación especializada que también les permitirá regularizar su situación, en caso de no tener permiso de residencia. De hecho, la cooperativa está formada por ciudadanos de origen subsahariano, mediadores culturales óptimos para, en primer lugar, convencer a los manteros de alejarse del comercio ilegal y aproximarse a otras formas de ganarse la vida. Se demuestra con acierto, ya lo veis, conservadores, que la única forma de mediación cultural no siempre es la policía persiguiendo a críos que venden imitaciones de Louis Vuitton. Pasar de vender mierda de segunda mano en La Rambla a poder trabajar en mercados de la ciudad como el Fleedonia, el Rastro de la Virgen o el Traster de Can Ricard es una noticia muy bonita para estos quince primeros cofrades barceloneses y tanto es así que los bípedos de la capital tendríamos que comprarles algún trasto para celebrar su tráfico de la forzosa ilegalidad al modesto regentar de un chiringuito.

Cuando Colau apueste por la independencia, ya de paso, podremos incluso dejar de jugar a la cooperativa para tener poder real en nuestra política migratoria

Que al proceso de selección de Diomcoop se hayan presentado más de ochenta aplicantes para acabar escogiendo a quince certifica que los pobres manteros, lejos de amar la ilegalidad y el arte de esprintar huyendo de nuestros bellísimos urbanos, tienen ganas de vivir en paz y trabajar, como la mayoría de humanos. La ciudad todavía tiene unos doscientos manteros y, de quince en quince y con paciencia, cada día serán menos. Los nuevos trabajadores de la ciudad ya pagan impuestos como cualquier comerciante y los carcas barceloneses no tendrán ninguna excusa para tenerlos como capitalinos de segunda. El Ayuntamiento, insisto, ha hecho buen trabajo y hay que aplaudir a la administración sin ambages. Cuando Colau apueste por la independencia, ya de paso, podremos incluso dejar de jugar a la cooperativa para tener poder real en nuestra política migratoria. Pero ello sí que costará mucho más esfuerzo, por desgracia. Sea como sea, bienvenidos de nuevo, queridos vendedores de artesanía, queridos currantes, a la Rosa de fuego.

Y celebramos de vez en cuando las soluciones, que tampoco cuesta tanto.