La nueva situación política en el Estado español, con un Partido Popular sin mayoría absoluta, está llevando al Gobierno a tirar más de marketing. Bajo la palabra "diálogo", ahora enseñan su vertiente más blanda, tanto con respecto al diálogo social como con Catalunya.

Pero vamos por partes. El Gobierno del PP ha ahogado los trabajadores y trabajadoras. Ha hecho de la imposición su talante: reformas laborales, la reforma de las pensiones, la reforma del subsidio para mayores de 55 años, la ley mordaza... una retahíla de leyes regresivas que bajo el dogma de la austeridad, han ofrecido los trabajadores y trabajadoras como sacrificio. Y ahora llega el diálogo. Todo Gobierno democrático tiene la obligación de hablar y debatir con los agentes sociales. Este hecho no es una concesión graciable ni arbitraria cuando en las urnas no te van bien las cosas. Forma parte del ADN de cualquier sociedad adelantada y madura. No es una prebenda, es una obligación. A dialogar, además, no se puede ir con líneas rojas, como lo hace el Gobierno de Mariano Rajoy. Mientras tenías la mayoría absoluta te saltabas este precepto e imponías el que querías, y ahora, forzado por las urnas, te sientas en la mesa y pretendes que los otros acepten tus reglas del juego. Este no es un buen punto de partida. Porque si no, lo que tendría que ser un diálogo se convierte en un monólogo. Nada nuevo. A veces hay que recordar lo que es obvio: si patronales y sindicatos se sientan en la mesa es porque los segundos ganan unas elecciones, y con más participación y más votos que en las políticas. Por lo tanto, tan legítimas como las que ganó el Partido Popular. De eso va la democracia.

El 16, cuando la presidenta Forcadell declare, declararemos todos. Hace falta que sientan nuestro aliento en el cogote

Y en Catalunya también nos ofrecen un diálogo con líneas rojas. Paralelamente, los procesos judiciales continúan adelante. Espero que por el bien de nuestra salud democrática, nuestros ciudadanos no puedan tolerar ver a la presidenta del Parlament ir a declarar por un hecho tan absurdo como es hablar de todo a la Cámara. Si no, podríamos pensar que nuestro Parlament es una gestoría. Y no lo es. Tampoco quiero ver a un expresidente y exconsellers inhabilitados. O presos por poner unas urnas. No lo podría soportar. Mis valores más simples como ciudadana quedarían tocados de muerte. Mi código aprendido sobre el parlamentarismo moderno quedaría obsoleto, reducido a una nueva visión pepera y poco homologable en términos de democracia europea.

Harían bien, todos los que se sientan en la mesa, en entender que los dos pretendidos diálogos son una impostura. No se lo creen. Y no haciéndolo, en los dos casos atentan gravemente contra la democracia. Desconfiad. Movilizaos, poned vuestra agenda y demandas. Los sindicatos, que en eso son más ágiles, ya tienen fechas: el 15 de diciembre en Catalunya, por el empleo, las pensiones y la negociación colectiva. Y el 18, en Madrid. Y el 16, cuando la presidenta Forcadell declare, declararemos todos. Hace falta que sientan nuestro aliento en el cogote. Porque para esta gente, la democracia es una herramienta para sus objetivos e intereses, y no para los nuestros.