"40 años creciendo en democracia". Este es el lema con que el PP —fundado en primera instancia como AP, Alianza Popular, por aquellos "siete magníficos" del franquismo liderados por Manuel Fraga Iribarne— celebra ahora mismo sus cuatro décadas de existencia. ¿Cuatro décadas o cuatro siglos?, se preguntarán algunos. Tanto es así, que el lema, y el hashtag con que los populares se han autoconmemorado en las redes sociales se les ha girado enseguida en contra. Si entran en Twitter no tardarán en tropezarse con memes de todo tipo en que se ridiculiza el aniversario. La gaviota vuelve a su ancestro: el aguilucho del régimen anterior. Los peores fantasmas del pasado hacen acto de presencia, entre los cuales un Francisco Franco-sorpresa saliendo del pastel de celebración, al estilo conejilla o boy de despedidas de soltería. El franquismo del PP no es un sambenito. Es una genealogía y una manera de hacer.

El PP (AP-PP) hace 40 años que existe, los mismos que duró la dictadura, 14 de los cuales en el gobierno de España, en dos periodos: de 1996 a 2004, con José María Aznar al frente, y desde 2011 con Mariano Rajoy. Las dudas del socialista Pedro Sánchez y el juego de tronos equivocado de Pablo Iglesias, que llevaron en 2016 a la repetición de las elecciones generales ante la imposibilidad de forjar un gobierno alternativo, y el posterior golpe contra el mismo Sánchez para que el PSOE facilitara la investidura de Rajoy, como así fue finalmente, mantienen a los populares en el poder. Al PP sólo lo ha sacado de la Moncloa la gran mentira de Estado urdida por Aznar después de los brutales atentados yihadistas del 11 de marzo del 2004 en Madrid que Rajoy, El País y el Periódico —además del equipo médico habitual de la caverna mediática— intentan colgar ahora impúdicamente a los Mossos después del atentado del 17-A.

El hecho de haberse convertido objetivamente en el partido más corrupto de Europa occidental —Rajoy es el primer presidente del Gobierno español citado a declarar ante la Audiencia Nacional— no ha impedido a los populares seguir gobernando. El milagro del PP es este: hace 40 años que crece "en" democracia sin haber crecido como demócrata ni haber hecho crecer la democracia ni un palmo. Lo cual evidencia una línea de continuidad manifiesta con la gran operación de mimetización con el paisaje "democrático" que permitió al franquismo sobrevivirse a él mismo en las estructuras del nuevo Estado español a la muerte del dictador. Al fin y al cabo, cada uno venimos de donde venimos y gastamos el ADN que gastamos, que no es exactamente lo mismo.

Pensaba en todo esto del cumpleaños del PP "en" democracia leyendo y releyendo la frase más bestia que le he oído a un dirigente de este partido en relación con el proceso independentista catalán. Fue este viernes y la pronunció la vicepresidenta del Gobierno español, Soraya Sáenz de Santamaría en un acto con motivo de los 40 años del PP "en" democracia. La frase es esta:

"La fortaleza de nuestras instituciones nos lleva a decirles que el día que firmen [las leyes de desconexión, la convocatoria del referéndum] habrán firmado directamente que salen de la democracia. Y la democracia actuará con todas sus armas".

Durante la época de Aznar, y con el desafío vasco como coartada —la alianza entre el PNV de Arzalluz y la Batasuna de Otegi que llevó a la tregua de ETA de Lizarra—, el PP convirtió en hegemónica su versión de la españolidad hasta lograr casi el monopolio. El PP fue el gran repartidor de carnés de españoles "buenos" y "malos". En la época de Zapatero —y continuando, si me permiten, con la plantilla gramsciana— el PP siguió manteniendo esta hegemonía, lo que le permitió precipitar sin ningún tipo de oposición en una España políticamente anestesiada por un crecimiento económico con los pies de barro dos cosas: la liquidación del Estatut catalán del 2006 por parte del TC, y, con él, el autogolpe constitucional mediante el cual el Alto Tribunal, máximo intérprete y garante de la Constitución, el teórico "árbitro" del sistema, quedó sometido al Ejecutivo no ya de turno, sino directamente del PP.

El PP hace 40 años que crece "en" democracia sin haber hecho crecer la democracia ni un palmo

Ahora, ya en la etapa de Rajoy, y con el proceso independentista catalán como nuevo "desafío" al statu quo, el PP —con las facilidades que le proporciona una izquierda española fracturada e inoperante— está en condiciones de arrogarse un nuevo papel partiendo de su hegemonía discursiva: el de decidir quién es y quién no es demócrata. Es el esquema del Estado de excepción, aquel momento previsto en la ley en que la ley se suspende legalmente, "legitimado" en el principio democrático. Puigdemont se sitúa, según Soraya, ya no fuera de la ley —que también— sino de la "democracia". Atención. En paraleo, y en una sutil mutación semántica, las hasta ahora "herramientas" o "mecanismos" de la democracia española se han convertido en "armas" contra el independentismo catalán. Y el partido con menos estatura democrática del Estado español dicta quién está dentro y fuera de la democracia. "El día que firmen..."

Es en estas condiciones que Rajoy puede acusar Puigdemont de urdir un "golpe de estado". Aunque se trate de un "golpe de estado" anunciado al menos desde el año 2012 con manifestaciones masivas en la calle y "ensayado" con la consulta "ilegal" del 9-N del 2014, en la cual participaron 2,3 millones de personas; que lo "promueva" una mayoría parlamentaria soberanista e independentista ratificada en las elecciones perfectamente legales del 2012 y el 2015 —y que volvería a imponerse si se convocaran ahora nuevos comicios—; que el 70-80% de la población catalana, según todos los sondeos, pida un referéndum, y, en definitiva, que sea un "golpe de estado" condicionado al resultado del referéndum en sí mismo, a las urnas en las que la ciudadanía habría de validar o no la propuesta independentista. Un referéndum que si no se celebra con normalidad no será por culpa de los "golpistas" del Palau de la Generalitat, sino del inquilino de la Moncloa, que se niega a pactarlo y acatar el resultado.

El partido con menos estatura democrática del Estado español dicta quién está dentro y fuera de la democracia

Y es en estas condiciones que Soraya se puede permitir "preparar" con los magistrados del TC, en funciones de gabinete jurídico de la vicepresidencia del Gobierno español, las vías "legales" para fulminar las leyes de desconexión —la ley del Referéndum y la ley de Transitoriedad— e intentar parar el 1 de octubre. ¿División de poderes? El barón de Montesquieu hace muchos y muchos años que está muerto y enterrado para la democracia española. Preparar las vías "legales" y, dentro de ellas, no sólo las jurídicas, sino también las directamente policiales. ¿Qué fuerza pública será la encargada de hacer cumplir una eventual suspensión de funciones de la presidenta del Parlament, del president de la Generalitat y de todos y cada uno de sus consellers, si firman el miércoles que viene el decreto de convocatoria del 1-O después de que el Parlament apruebe la ley del referéndum? El día que firmen... ¿Está en disposición el gobierno de Madrid de garantizar que los Mossos d'Esquadra le obedecerán, si se da el caso? ¿O tendrá que enviar a la Guardia Civil para garantizar el cumplimiento del incidente de ejecución "preparado" por Soraya y los magistrados del TC?

Todo lo anterior convierte en una anécdota que el frente anti-referéndum sea incluso capaz de fabricar notas de la CIA y reproducirlas en la portada de un diario "serio" con etéreas advertencias de atentados en la Rambla después de que efectivamente, se haya producido uno con 16 víctimas entre los agredidos y 8 entre los agresores. Obviamente, se trata de ablandar a los Mossos, no fuera que en el momento decisivo equivoquen la lealtad. Unos hacen la democracia y otros crecen "en" ella. Como en la (menguante) democracia de Soraya.