Los catalanes son, en su mayoría, gente tan pactista —lo detectó y definió mejor que nadie Vicens Vives hace una eternidad— que incluso en esta hora tremenda andan preocupados por la constitucionalidad o no constitucionalidad de las medidas dictadas por Mariano Rajoy en el Senado del Reino de España a fin de legitimar la (re)ocupación de Catalunya al amparo del famoso artículo 155 de la Constitución. ¡Pues claro que todo es un fraude de ley! Lo que ocurre, y enseguida me explicaré, es que el soberanismo/independentismo ha confundido una mesetaria riña a garrotazos con una partida de ajedrez en una terraza mediterránea.

Esas disposiciones de ordeno y mando aprobadas este sábado por el Consejo de Ministros sólo van a ser votadas por tres de los 24 senadores catalanes —ninguno de ellos elegidos directamente en las urnas, sino en la cuota del Parlament— y entre los cuales el socialista José Montilla. Yo le propongo al expresident que, en vez de acudir el viernes al pleno del Senado para aprobar la intervención de la autonomía catalana vaya a visitar a Jordi Sànchez, a quien seguro que bien conoce, a la prisión de Soto del Real. El presidente de la ANC duerme allí desde el lunes, como su homólogo de Òmnium, Jordi Cuixart, porque, como muy bien sabe el president Montilla, que también ha sido ministro, el poder judicial tiene órdenes directas de la Moncloa y manga anchísima, como los campos de Castilla, para castigar a esos catalanes que han plantado cara al "Estado de deshecho" en que se ha convertido la democracia española.

En esta hora vergonzante, lo que debería pensar el soberanismo/independentismo es cómo responder a lo que, objetivamente y en palabras del president Puigdemont, constituye el peor ataque al autogobierno catalán perpetrado desde la supresión de la Generalitat tras la conquista de Barcelona por las tropas de Franco en 1939: cese del Govern en pleno y asunción del mando en todas las conselleries y departamentos de la Generalitat, retirada al president de la potestad exclusiva de convocar elecciones y suspensión parcial y tutela de la actividad de la Cámara catalana. Ni los magistrados del Tribunal Constitucional que podaron el alma del Estatut del 2006 soñaron que se podría llegar tan lejos.

Fijado el techo estatutario mediante el golpe constitucional del TC en el 2010 que dinamitó el pacto de la transición, el golpe de Rajoy del 2017 remata ahora la faena, reconduciendo por la fuerza la naturaleza política de la autonomía catalana, clave de bóveda de todo el sistema español de distribución territorial del poder, al mero estadio administrativo. Tampoco los que diseñaron la Loapa —la ley de armonización autonómica— tras el golpe de Estado de Tejero del 23 de febrero de 1981, entonces gobernaba el PSOE de Felipe, pensaron que sería tan fácil romperle las piernas a la autonomía catalana. Me temo que el sábado que viene, no ya Murcia o la Rioja, sino la Diputación Provincial de Cuenca van a tener más autonomía real que la Generalitat de Catalunya. En eso va a consistir a partir de ahora la especificidad del “fet diferencial català”.

Los que diseñaron la Loapa nunca creyeron que fuese tan fácil romperle las piernas a la autonomía catalana

El soberanismo/independentismo ha vuelto a equivocarse al medir el alcance de la aplicación del 155. Rajoy ha resuelto las dificultades que entrañaba esta inédita vía de disciplinación de la Catalunya indepe saltando la cada vez más hundida pared constitucional mediante el aznariano "ordeno y mando". Sucedió lo mismo con la violencia policial en el 1-O. E incluso en el caso del encarcelamiento de Sànchez y Cuixart. Aunque siempre habrá en todas las casas quien defienda el cuanto peor mejor, el soberanismo/independentismo, e incluso una parte de la doiliente tercera vía, se equivocó al pensar que el Estado español de ninguna manera impediría por la fuerza bruta el referéndum. Que los piolines sólo habían venido a asustar a la buena gente “indepe”. Acertó, en cambio, por lo que se refiere al escándalo democrático ante el mundo una vez contadas las “bajas” —los 1.000 contusionados—, pero sólo ante el “mundo” que aún cree en la democracia en un “mundo” que empieza a ser una verdadera ruina democrática. Ese escenario explica, malos tiempos para la lírica, el infame sacrificio de Catalunya oficiado por los jerifaltes de la UE este viernes en la ceremonia del premio Princesa de Asturias de la Concordia ante el Rey y Rajoy. Tajani, Juncker, y Tusk envueltos en la rojigualda; como ha tuiteado con amargura Lluís Llach, “Europa nos ha enviado un neofacha, un cínico corrupto y un saco de remordimientos”. Y Angela Merkel les ha pagado el billete.

¿Se imaginan a Arrimadas presidenta de la Generalitat por incomparecencia del independentismo en unas elecciones convocadas por Rajoy?

¿Se equivocará Carles Puigdemont si promueve la declaración y la proclamación de la independencia como respuesta al 155? Es altamente probable si esa es la única respuesta. Un movimiento de ese tipo dará sin duda cumplimiento al mandato popular —el 1 de octubre, los únicos que impidieron votar a los del “no” fueron los policías y los guardias civiles, no se olvide—. Pero franqueará la puerta de la Generalitat al gobierno de Madrid y permitirá a Rajoy culminar el golpe al autogobierno mediante el rediseño del mapa político catalán posreferéndum con la convocatoria ilegal —¡pues claro!— de las próximas elecciones al Parlament. La activación de la Declaración de Independencia, en fin, permitirá no solo el cese de Puigdemont y todo su gobierno sino que muy probablemente —y a estas alturas la duda ofende, lo siento— les conducirá directamente a la cárcel. Por eso, sólo se me ocurre una manera de torcer ese carro, de parar o aminorar el golpe: acompañar esa declaración/proclamación con la convocatoria de elecciones al Parlament. Todo volverá a quedar abierto —en todos los sentidos posibles—. ¿Se imaginan a Arrimadas presidenta de la Generalitat por incomparecencia del independentismo en las urnas como protesta ante unas elecciones convocadas por Rajoy? Y si Rajoy también las suspende por su previsible carácter “constituyente”, al soberanismo/independentismo solo le quedará ya volver a los cuarteles de invierno o ponerse en manos de la gente. Con todas las consecuencias. De esa buena gente “indepe” que el 1 de octubre rompió el manual, y la caricatura, del catalán pactista. Declare, proclame, y convoque, president. Cuanto antes.