Uno de los grandes misterios que acompañan la recta no sé si final o intermedia del procés independentista es el papel -y el futuro- de Artur Mas. Aunque la CUP envió al expresident de la Generalitat a la "papelera de la historia" y en Madrid aplaudieron con las orejas; aunque la sentencia del 9-N podríaa -ahora sí- dejarlo en la cuneta de la política durante 10 años por desobediencia y prevaricación; aunque el juicio del caso Palau amenaza con convertirse en un proceso contra el partido que lideraba hasta el julio pasado, es decir, Convergència; y aunque ya debe haber quién, desde eso que se suele llamar las cloacas del Estado, prepara una nueva batería de informes contra el actual presidente del PDeCAT y otros líderes soberanistas preferentemente convergentes, Mas ha vuelto a situarse en el centro del escenario.

Preocupa el renovado activismo de Mas desde el juicio del 9-N en el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, donde, no se olvide, 40.000 personas se movilizaron para darle apoyo. Juicio que ha tenido su segunda parte esta semana en el Tribunal Supremo con Francesc Homs en el banquillo de los acusados, y, de nuevo, Mas, en calidad de testimonio, ha vuelto a ser protagonista principal. Preocupan sus conferencias en el extranjero, en las universidades de Oxford (Reino Unido) y Harvard (EE.UU.) y en la Autónoma de Madrid, donde fue recibido con calidez por el profesorado y los estudiantes. Preocupa su participación en actos de la ANC por todo el país.

Para algunos, la anomalía no reside en que el Estado use la violencia para precintar los colegios de votación, sino en que Mas llame a desprecintarlos

En clave claramente acusatoria, un diario capitalino informaba este viernes de que en un acto en Sabadell, Mas había llamado a "desprecintar" colegios si hay referéndum. "Igual que se precintan, se desprecintan", habría dicho. Para algunos, la anomalía no reside en el hecho de que el Gobierno español pueda impedir la votación haciendo uso de la violencia, es decir, enviando la policía (o los Mossos?) a precintar centros de votación en el hipotético referéndum, la Operación Precinto, sino en que Mas, como si fuera un David Fernàndez o una Anna Gabriel cualquiera, llame a la desobediencia, a resistir, a "desprecintarlos".

El retorno de Mas, su irrupción en primera línea del debate sobre el referéndum, obedecería a que, según estos inquietos observadores, el expresidente se prepara para repetir como candidato a la Generalitat, ahora encabezando la lista del nuevo PDeCAT. Dudo que él mismo sepa cuál puede ser su futuro inmediato. Pero sí es verdad que después de que el presidente Carles Puigdemont confirmara su negativa a continuar más allá de la convocatoria del referéndum, todo hace pensar que Mas sencillamente ya no está en el paso al lado sino en el paso hacia dónde haga falta.

Entre Mas y la Operación Diálogo de Soraya, el independentismo de última hora lo tiene muy claro

La resurrección de Mas preocupa porque vuelve a poner encima de la mesa el gran déficit del procés: no la falta de un mesías que guíe al pueblo hacia la tierra prometida de la independencia -caricatura en la que el mismo president cayó en su día, proponiéndoselo o no-, sino de un líder capaz de decir a los poderes del Estado, con su mismo lenguaje y con el nudo de la corbata perfectamente ajustado, que las cosas igual que se precintan se desprecintan. Es cierto que el diputado de ERC Gabriel Rufián también es capaz de hacerlo y lo ha demostrado de sobras desde la tribuna del Congreso. Y lo han hecho Puigdemont y lo ha hecho Oriol Junqueras. Pero usted y yo y Rufián y Puigdemont y Junqueras sabemos perfectamente que no es lo mismo. Rajoy y Soraya y Felipe VI, también.

La resurrección de Mas preocupa porque, después de un tiempo de cupdependencia y giro del procés hacia el ilusionismo de izquierdas, aquellos moderados que se incorporaron en masa al independentismo después de la sentencia del Estatut del 2010, los "burguesitos convergentes (y no convergentes)", como dicen los cupaires comecuras, los que convirtieron en históricas las manifestaciones por la independencia, los que no eran independentistas o lo son porque a la fuerza ahorcan, estos sectores que la vice Soraya y el delegado Millo creen que todavía pueden pensárselo, están volviendo. Votarán a Mas -o a quien sea el candidato o candidata del PDeCAT- o harán president a Junqueras -o a quien sea el candidato o candidata de ERC, si el vicepresident es inhabilitado-, pero están volviendo. Entre Mas y la Operación Diálogo de Soraya, el independentismo de última hora lo tiene muy claro. Por eso preocupa que Mas (todavía) esté. O vuelva.