Desde luego que con semejante título esto es un artículo o articulillo más para presionar al tribunal que a partir de este lunes va a juzgar al expresident de la Generalitat Artur Mas, a la exvicepresidenta Joana Ortega y a la exconsellera Irene Rigau por haber permitido que 2.344.828 ciudadanos y ciudadanas de Catalunya, entre los cuales el autor del artículo o articulillo y algunos de sus familiares, amigos, conocidos y saludados, participásemos libremente, a falta de otra cosa, en el “procés participativo”, valga la redundancia, o “no-consulta” del 9 de noviembre de 2014 sobre el futuro de la relación entre Catalunya y España. Así que ya lo saben, pasen y vean y/o lean o cliquen otra cosa, están en su derecho, faltaría más.

En este sentido, y dicho sea con toda la modestia, soy cómplice de los encausados. Yo también me acuso ante el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, lo cual tiene poco mérito habida cuenta de que somos muchos y muchas: 2.344.828 ciudadanos y ciudadanas, es decir, uno de cada 3 catalanes y catalanas. De hecho, y como he escrito en el párrafo anterior, la cosa tiene poco mérito porque aquello tampoco pasó de “performance indepe”. Un  “sucedáneo de consulta” sin más efecto político o jurídico que, por lo que se ve, el procesamiento y eventual castigo penal a quienes desde el Govern de la Generalitat la promovieron y toleraron. Lo cual constituye un enigma cuya resolución por parte del tribunal ardo en deseos de conocer: cómo se puede penar lo impenable por su falta de esencia no ya delictiva sinó ontológica. Es decir, cómo se puede juzgar no ya lo que no es juzgable sino lo que siquiera es.

En cierto sentido, este lunes es a Catalunya entera a la que se sienta en el banquillo de los acusados. A los que fueron a votar lo que fuera que votasen en la no-consulta (sí-sí, sí-no, no, o nada) y a los que no fueron, también en pleno ejercicio de sus derechos democráticos. Una buena parte de ellos pertenece a ese 80% que encuesta tras encuesta piden que la cuestión se resuelva en las urnas. El 6-F va más allá de lo que sucedió estrictamente el 9-N: es la democracia española la que, en sus fundamentos, se va a absolver o condenar a sí misma. Se admita o no se admita es difícil ser un democráta de buena fe, partidario o no de la independencia, y aprobar ese juicio. Muy difícil.

El 6-F va más allá de lo que sucedió estrictamente el 9-N: es la democracia española la que se va a absolver o condenar a si misma

Dicho todo lo cual, y lo siento por Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau, estoy del todo a favor de la celebración del juicio. E incluso firmaría -y por favor, que me perdonen los encausados- porque se les condene a inhabilitación por los delitos que se les imputan: desobediencia y prevariación. Incluso obviando el hecho de que, como sostuvieron los fiscales de Catalunya en pleno y en contra del criterio de la Fiscalía General del Estado y la Moncloa, el president Mas no desobedeció, y por tanto no delinquió, porque, fruto de las dudas, los nervios y la improvisación de Madrid, sencillamente no había ningún requerimiento claro y preciso del Tribunal Constitucional susceptible de ser desobedecido. Y que tampoco prevaricó o si lo hizo fue antes de la suspensión de la consulta -es decir, la que sí convocó el president por decreto, no la alternativa finalmente llevada a cabo el 9-N- y, por tanto, no pudo dictar ninguna resolución injusta a sabiendas de nada. En fin, que para que haya condenas estoy dispuesto a aceptar la tesis del independentismo anclado aún en los esquemas mentales del autonomismo anticonvergente (ahora reciclado por la CUP en “antiburgués”) según la cual Mas se tiene muy merecido lo que le pasa, por no haber desobedecido de verdad al Estado. Por no haber saltado la pared y proclamado la independencia o, por lo menos, haber mandado a los Mossos a tomar Capitanía y el control del último AVE a Madrid, qué sé yo.

La posible condena po-lí-ti-ca de Mas por delitos po-lí-ti-cos por un tribunal po-lí-ti-co puede convertirse en la prueba que necesita Europa para validar las razones del independentismo

La posible condena po-lí-ti-ca de Mas, Ortega y Rigau por presuntos delitos que todo quisque sabe que son po-lí-ti-cos (amparar una protesta en forma de votación popular tan masiva como libre y pacífica), y, por tanto, la posible condena po-lí-ti-ca por parte de un tribunal forzado por el gobierno del Estado a juzgar como tribunal po-lí-ti-co, bien podría convertirse en la prueba definitiva que Europa pide para validar las razones del independentismo.

A quien corresponda y cuidado porque aquí, en este punto, se acaba la ironía. Esa hipotética condena a Mas, Ortega y Rigau en el juicio del 9-N puede convertirse en la prueba de que España es un Estado que (aún) persigue a minorías políticas e ideológicas que se expresan de manera pacífica y democrática. Caen las máscaras y podría ser que el rey entre togado en la vista oral del juicio del 9-N y salga en pelotas. ¿Quién no respeta aquí los mínimos de la democracia?

Cuidado: Europa ha cerrado sus puertas a Turquía porque no es una verdadera democracia y podría cerrar muchas puertas a España, y no digo más porque mi confianza en “Europa” es bastante limitada, si sigue abordando como hasta ahora el pleito sobiranista democrático -y subrayo democrátido- que hemos planteado... 2.344.828 ciudadanos de la Unión Europea.

No es cierto que no exista preocupación en Europa por la cuestión catalana como vende la propaganda de la Moncloa y demuestran los intentos permanentes de boicotear la internacionalización del procés, es decir, la voluntad de sus promotores de explicarse en los foros comunitarios, lo que una vez más evidencia el carácter democrático y transparente del proyecto político que defienden.

Caen las máscaras y podría ser que el rey entre togado en el juicio del 9-N y salga en pelotas. ¿Quién no respeta aquí los mínimos de la democracia? 

Catalunya pide urnas y no jueces para encarrilar libremente su futuro político, su relación con España y el resto de actores de la comunidad internacional. Las más de 40.000 personas que han anunciado su presencia este lunes ante el TSJC en apoyo de los procesados por el 9-N van a enviar de nuevo este mensaje al mundo.

Al final, puede que el miedo, ese miedo que mucha gente venció el 9-N, desarme a los independentistas y a los demócratas catalanes de mirada larga y no de vía estrecha, si Mas, Ortega y Rigau son finalmente condenados. Sería un aviso muy claro a un Puigdemont y un Junqueras dispuestos a convocar un referéndum “de verdad” posiblemente antes del verano. Una decisión de esa naturaleza podría ser fácilmente calificada de delito de sedición incluso sin necesidad de precintar nada, como ha hecho saber patéticamente Mariano Rajoy esta semana por medkio de un globo sonda tan triste como inquietante. Pero también puede que si el Gobierno de España persiste en tratar a Catalunya como si fuera su última colonia, sea España la que se condene para siempre. A perder, por supuesto. También en Catalunya y, al final, a perder (del todo) a Catalunya. A eso.