El 31 de julio de 1959, día de San Ignacio, un grupo de jóvenes de clase media urbana y de familias próximas al PNV que se habían propuesto renovar el nacionalismo vasco para combatir la dictadura franquista, los Txillardegi, los Madariaga, fundaron Euskadi Ta Askatasuna (ETA). A partir de la década siguiente, y hasta bien entrado el siglo XXI, es decir, durante cincuenta años, la organización terrorista asesinó a más de 800 personas e hirió a miles en centenares de atentados, de acciones "armadas" cometidas por todo el Estado español, Catalunya incluida. Algunos no perdonaremos a ETA el asesinato de Ernest Lluch, o la matanza del Hipercor, o el atentado de Vic, y ya he dicho que los muertos son más de 800. Cada vez que entro en la Biblioteca Ernest Lluch de Vilassar de Mar, el pueblo donde nació el economista y político socialista, el pueblo donde yo tengo la suerte de vivir, no puedo evitar el recuerdo de aquella noche en la redacción del AVUI, noviembre del 2000, y la voz al otro lado del teléfono: "Es Ernest Lluch".

ETA vio morir a Francisco Franco -y frustró la sucesión natural del dictador con el espectacular atentado en que hizo saltar por los aires el coche del almirante Luis Carrero Blanco-; marcó el paso de la primera fase de la transición, entre Adolfo Suárez y el golpe de estado de Tejero del 23-F de 1981 y sembró de muertos los mandatos de Felipe González y José María Aznar (1982-2004). Hasta que la presión política y social -también desde sus propias filas-, la persecución policial y judicial y el "nuevo orden" mundial surgido del derrumbe del imperio soviético y los atentados yihadistas del 11-S del 2001 depositaron el sangrante "expediente ETA" en la papelera de la historia.

Cuando Aznar y el diario El Mundo intentaron atribuir a los etarras los brutales atentados yihadistas del 11-M del 2004 en Madrid las dudas -y la protesta- emergieron enseguida porque todo el mundo sabía que, en el fondo, la organización terrorista ya estaba casi desactivada. El largo epílogo de esta historia vasca, y española, se escribe desde entonces, desde la gran mentira de Estado que llevó a Zapatero a la Moncloa, y durante el mandato del cual -se supone que algún día Rubalcaba explicará la mitad de la verdad- se negoció políticamente la liquidación de lo que quedaba de ETA. En el 2011, ETA anunció el cese de la violencia y ahora ha hecho saber a Le Monde, a través de un activista vascofrancés de apellido Etcheverry que el 8 de abril se deshará de sus arsenales. Mariano Rajoy, informado por el lehendakari Iñigo Urkullu en una reunión secreta, parece ser que este martes, ha tomado nota y ha exigido a los etarras que se disuelvan.

ETA calla para siempre, el PP le vota los presupuestos al PNV y la Generalitat ya tiene un presidente condenado por jugar "a" la democracia en el 9-N

ETA ha anunciado que hará pública la localización de los arsenales que le quedan de manera unilateral y sin contrapartidas. El anuncio del desarme se produce la misma semana en que el PP, el partido más directamente heredero de aquel franquismo contra el cual se creó inicialmente ETA, ha iniciado negociaciones con el PNV para salvarle los presupuestos a Urkullu -los presupuestos y, en el horizonte, el blindaje de la cuota vasca, el "cupo", ante la armonización fiscal merkeliana-. Y todo, en paralelo a la inhabilitación por parte de los tribunales de la democracia española "triunfante" de un president de la Generalitat, Artur Mas, por haber osado poner urnas -de cartón- en la calle para preguntar a sus conciudadanos, el 9-N del 2014, sobre qué relación política desearían mantener con el Estado español. Aviso a navegantes: a los navegantes Puigdemont y Junqueras, artífices -garantizan- del referéndum vinculante que, se entiende, tiene que llevar Catalunya a la independencia.

Ahora sí que se ha acabado la transición: ETA calla para siempre, el PP le vota los presupuestos al PNV, y la Generalitat recuperada con Tarradellas -este año hará 40, del "ja sóc aquí"- ya tiene un president condenado por jugar "a" -no "con"- la democracia en el 9-N. A Mas lo han inhabilitado por jugar a la autodeterminación, por plantear cuánta democracia está dispuesta a aceptar la "democracia" española. Se ha acabado la transición y, por lo que se refiere a la cuestión del terrorismo de ETA y las otras violencias, el final -como suele pasar- es la paz de los cementerios. Pero también, por lo que se refiere a Catalunya, el cinismo de los tribunales encargados de señalar dónde empieza y dónde acaba la "democracia".

El derecho a decidir no sólo existe, sino que es plenamente constitucionalizable, como reconoce De los Cobos en su despedida de manera cínica y vergonzante

Durante mucho tiempo se dijo, lo dijeron los partidos españoles, el PSOE y el PP, y vascos, el PNV, EA, la antigua Euskadiko Ezkerra, fundada por etarras arrepentidos y después fusionada (disuelta) en el PSE, que el día en que callaran las armas todo sería posible. También lo creyó -y lo cree- el catalanismo y su versión actual, mayoritariamente soberanista e independentista. Incluso el Tribunal Constitucional admitió la constitucionalidad de plantear el "derecho a decidir" como aspiración política, a la vez que negaba, sin embargo, el carácter de sujeto político y jurídico soberano a Catalunya, en la primera sentencia contra el procés. Contrariamente a lo que dicen Rajoy o Felipe González el "derecho a decidir" no sólo existe, sino que es plenamente constitucionalitzable. Lo ha vuelto a reconocer de manera cínica y vergonzante el presidente saliente del alto tribunal, Francisco Pérez de los Cobos, cuando, en su despedida, afirma que el TC no puede resolver un "problema", la demanda de la mayoría del Parlament de Catalunya de un referéndum de independencia, que corresponde a la jurisdicción de la política pura y dura.

Es mentira: no se ha acabado la transición y España tiene el mismo problema que tenía, con ETA o sin ETA.