Gracias al Vaticano, que ha prohibido a los católicos, sólo a los católicos, esparcir las cenizas de nuestros fallecidos próximos o guardarlas en casa, nos hacemos una pregunta más que teológica -suponiendo incluso que estamos ante una sentencia ex cathedra-, puramente de intendencia: ¿qué hacemos de las toneladas de cenizas que provienen de los detritus del régimen que se deshace? Ni guardarlas en casa, ni tirarlas al mar, ni a los ríos, ni a la sana atmósfera -todavía- de nuestros bosques.

Los detritus del régimen no son auto-lo-que-sea, es decir, no se autorreciclan. Pero lejos de todo ello, el régimen se propone continuar como si nada. Desde el 10 de mayo de 2010, cuando Zapatero claudicó ante la UE merkeliana, hasta ahora, somos más pobres, debemos más dinero, tenemos menos derechos y somos menos ciudadanos.

Catalunya, callejón sin salida de la transición, florece como nunca: sin ella no se puede ir a ningún sitio

Buena prueba la tenemos, por una parte, en la omisión de Catalunya. Como sucede con los miembros amputados -parece que la secesión sea ya un hecho para la España oficial- el recuerdo de la pierna perdida queda siempre presente. Pero el avestruz hispano hace como si nada. Sea como sea, le hace daño (evidencia comprensible, que no todos los secesionistas entienden). Catalunya, callejón sin salida de la transición, florece como nunca: sin ella no se puede ir a ningún sitio. Y todavía menos, no hay que decirlo, sin diálogo.

Por otra parte tenemos que, a pesar del tema catalán (que es causa y efecto, pero ignorado), grupúsculos orgánicos, consejos nacionales, comités nacionales, gestoras y otros...del PSOE, del PP y de otros menores que juegan a ser mayores, sin ninguna legítima procedencia del sufragio universal, se han erigido en el tabernáculo de la democracia. Un grupúsculo cooptado da órdenes a otro grupo elegido por sufragio universal. No es que haya choque de legitimidades. Es una deriva del fin de régimen: más bien un grupo de aparátchiks reclaman para ellos la legitimidad universal y en consecuencia dicen según su opinión, lo que se adecua a la ley de dios -de qué dios no está claro- y que hay que obedecerla. Porque de leyes divinas, inaccesibles a los humanos, se trata; no conviene equivocarse, no sea causa de ir derecho al infierno.

Visto así -una visión alternativa, teóricamente posible, no se avista- no vemos nada más que cenizas. El Vaticano, immisericorde como suelen ser los poderes absolutos con los débiles que no son de ese mundo, nos obliga al fin y al cabo a enterrar o a congelar las cenizas. Sin embargo de estas cenizas del final de régimen no hay que esperar nada. Ni un milagro vía el Vaticano. Al fin y al cabo, vana esperanza.