Como ya expliqué en Londres-París-Barcelona, Europa se va partiendo poco a poco entre autoritarios y demócratas. El conflicto ha empezado en España, donde siempre ha estado más vivo que en ningún sitio, y ya se empieza a extender por todo el continente. La idea de la democracia está en juego y que acabe ensanchándose o haciéndose más pequeña depende, en buena parte, de Catalunya.

Igual que pasa en España, en el resto de Europa los partidarios del autoritarismo se disfrazan de defensores auténticos de la democracia. Como contaba el Abc, Macron podría aprovechar el sistema presidencialista de la República francesa para obtener unos poderes cesaristas sin precedentes. Rajoy no tiene un sistema político tan favorable, pero hace tiempo que utiliza la unidad de España para perpetuarse.

En Alemania, Merkel también prepara el terreno para reforzar su poder, con el beneplácito de los perdedores de las elecciones norteamericanas, que todavía no han digerido la victoria de Trump y que tratarán de saquear España a través de Albert Rivera. El otro día, con una cerveza de litro en la mano, la cancillera dio el primer paso para volver a la geopolítica que llevó a las dos guerras mundiales. Dijo que Europa tiene que hacer su camino sin contar con Gran Bretaña ni los Estados Unidos. El autoritarismo aleman dividirá occidente, como siempre.

En Catalunya, acaba de salir un digital españolista que se hace llamar elcatalan.es. El otro día un artículo firmado por Garcia Albiol contraponía Tarradellas a la aristocracia separatista. La imposibilidad de rehabilitar la tradición española a los ojos de los catalanes, siempre lleva al Estado a intentar apropiarse de los símbolos del país para subyugarlo: se llama colonialismo y ya pasó con los virreinatos, con la iglesia, con la bandera, con la república y ahora pasa con el constitucionalismo.

Leyendo diarios como estos uno acaba convencido de que Colón e incluso Cervantes podrían ser catalanes. Si Franco hubiera podido utilizar el nombre de Catalunya para españolizar el país, seguramente la unidad de España estaría asegurada. Por suerte, las cuatro barras fueron una bandera subversiva hasta entrada la democracia y las redes sociales ayudan a mantener despierta la memoria y los debates abiertos, ante la propaganda.

Es interesante ver cómo todos los partidos que faltaron en la cumbre sobre el referéndum convocada por Puigdemont pertenecían a tradiciones políticas posteriores al golpe de Estado de 1936. Los herederos del franquismo y los herederos de comunismo se vuelven a poner de acuerdo para intentar someter Catalunya a la unidad española. Los dos se alimentan de las élites creadas por el franquismo, y participan de las mismas corrientes autoritarias disfrazadas de discurso políticamente correcto.

Joaquim Coll elogiaba en un artículo la jugada "maestra" de Coscubiela de apelar a la comisión de Venecia, para intentar detener el Referéndum. Naturalmente la jugada pidió la colaboración de la parte del processisme que juega a la puta y la ramoneta. Pero también resulta interesante ver que Nacho Martín Blanco ha empezado a reivindicarla. El tertuliano del PP hacía años que daba lecciones de legalismo y parece que nunca se había percatado que los independentistas siempre han hablado de esta comisión, como de los tratados internacionales que obligan a España a respetar el Derecho a la autodeterminación.

Con todo eso, Mas y sus amigos van perdiendo el control del relato y de las grandes decisiones. Habrá que ver si Puigdemont tiene tiempo de acabar de girar el barco para que el choque tenga un efecto positivo para Catalunya. Poco a poco, los discursos se van volviendo precisos y algunos temas importantes se van moviendo. Víctor Puig, el nuevo responsable de política internacional de PDeCAT, prepara una campaña para explicar el referéndum a los países europeos, y "que somos una nación y tenemos el derecho a autodeterminarnos".

A diferencia de Mas, que habría caído en la trampa del PP de ir a pedir permiso al Congreso, Puigdemont entiende perfectamente la idea de la autodeterminación. Por eso se ha limitado a informar a la Comisión de Venecia de que Catalunya celebrará un referéndum. Un político processista habría pulveritzado la fuerza política de este derecho pidiendo el amparo de los comissionaris o quejándose de que España no nos deja votar.

Es una lástima que Puigdemont haya preguntado al PP si piensa utilizar la violencia para detener el Referéndum, en vez de afirmar que no la podrá utilizar sin perder Catalunya. Sobre todo teniendo en cuenta que el gobierno Rajoy tiene un informe sobre la mesa que desaconseja fervientemente la utilización de los Mossos para las acciones coercitivas. Pero nadie es perfecto.

Ahora hay que ver como se concreta la convocatoria del referéndum y la creación de una comisión de garantías con participación internacional que ayude en vincular el resultado y en facilitar el retorno de Catalunya al mundo. Los catalanes unionistas que piensan en meter políticos en la cárcel y convertir Catalunya en el País Basco es mejor que lo piensen bien. Desde Franco las cosas les han salido gratis, pero los tiempos han canviado. Si la ley española se convierte en una arma para continuar la persecución política de siempre, no habrá suficiente policia ni bastante propaganda para hacer de ellos héroes de nada.