Me temo que Frau Merkel pronto va a estar contando cuántas libras esterlinas le quedan en la mesita de noche. La señora Merkel y media “Europa” desolada por el Brexit. Cuando remita el pánico generalizado de las bolsas, que remitirá, quien más quien menos va a cambiar euros por libras esterlinas y el problema va a ser de Lacoste cuando los escaparates de los grandes almacenes se inunden desde Lisboa a los Urales de polos Fred Perry, esa prenda pija que los hijos de la clase obrera británica, la orgullosa working class, conquistaron en los sesenta y los setenta a base de horas extras.

Tranquilos: Londres va a seguir siendo la meca del turismo continental de fin de semana y de la Europa hipócrita que acude a su llamada, la London calling de The Clash, para realizar allí todos los ritos de libertad que se sigue negando la conciencia continental. De entrada, pocas lecciones de democracia a los ingleses, prácticamente el único país de Europa que no ha conocido dictadura en los últimos 300 años. Y menos de europeísmo práctico. Lo que la señora Merkel y la prensa tontorrona merkeldependiente llama “Europa”, no existiría sin el desembarco de Normandía, es decir, sin los ingleses y sus primos americanos; sin ese tal Alan Turing, por poner un ejemplo, que contra la imbecilidad del alto mando y la academia inglesa fue capaz de descifrar el código del sistema de transmisiones del ejército nazi en la Segunda Guerra Mundial. Sin Alan Turing y su majestad británica y los granjeros de Oklahoma que sacrificaron a sus hijos en los frentes del viejo continente Europa sería un cuartel con discoteca y vacaciones pagadas para los beneficiarios del Estado de bienestar racial nazi o bien un gulag soviético, la RFA de Adenauer y la DDR de Merkel incluidas. Por no hablar de la vergonzosa Francia de Vichy.

¿Seguro que el bye, bye británico a la UE no tiene nada que ver con la Europa de dos velocidades, esa cuyos bancos -alemanes- primero arrasaron Grecia, cuna de la civilización europea, luego la condenaron al ostracismo y posteriormente la amenazaron con echarla del club para seguir cobrándole intereses? Además de rasgarnos las vestiduras ante los populismos de todo tipo que germinan en el solar europeo, podríamos empezar a identificar y poner nombres y apellidos a las causas y los responsables por acción u omisión del fenómeno, ciertamente con terribles antecedentes en la historia de Europa. ¿Qué tal, si planteamos una reconstrucción efectiva de la democracia en Europa frente a las dictaduras toleradas, internas y externas, que la acosan? Habrá que empezar por ahí si de verdad se pretende que el Brexit, como toda crisis, devenga además de un desafío una oportunidad para Europa como lo fue el día D.

¿Cuánto va a tardar la señora Merkel, que empezó echando a los griegos con los hombres de negro y ahora pierde a los británicos con el voto en la mano, en dar el “pas al costat” de Cameron?

¿Cuánto va a tardar la señora Merkel, que empezó echando a los griegos con los hombres de negro y ahora pierde a los británicos con el voto en la mano, en dar el “pas al costat” de Cameron? No sólo Cameron ha perdido el referéndum que convocó -desde luego que los carga el diablo pero Dios nunca fue demócrata-; también lo ha perdido la dama de hierro germánica, la troika y la Europa calvinista. Esa Europa que prefiere inyectar 3.000 millones de euros al islamofascismo turco para que retenga a los refugiados sirios, mientras sigue masacrando a los kurdos y cubriendo la retaguardia al ISIS, antes que, como denuncia Slavoj Žižek en La nueva lucha de clases. Los refugiados y el terror, hacer frente a sus responsabilidades políticas y económicas en el desastre poscolonial de los últimos 60 años. O sea, y esto también va por los ingleses, el siniestro reverso del milagro europeo de la posguerra y la posmodernidad que ha convertido a Europa de nuevo en una fortaleza cuyas murallas intentan escalar centenares de miles de desesperados.

También lo ha perdido la izquierda, el referéndum británico. Esa izquierda socialdemócrata o pretendidamente “revolucionaria” que, henchida de superioridad moral, sigue creyendo que pobre equivale a bueno y que ser bueno obliga a votarla. Esa izquierda reduccionista que se obstina en leer el resultado del referéndum con los anteojos del líder de la UKIP, el protofascista Farage, y que descubre con pavor, que en los pubs de Doncaster, uno de los más sólidos bastiones electorales del laborismo inglés, el sí al Brexit ha batido récords. Sin las  teóricas clientelas electorales de esa izquierda, las clases medias liberales cuyos sueños arruinó el austericidio merkeliano, y las clases trabajadoras que visten polo Fred Perry de hace tres temporadas en la cola del paro, la “pérfida Albión” continuaría hoy donde estaba: ni muy lejos ni muy cerca de Berlín.

¿Y aquí? ¿Qué efectos va a surtir en las urnas del 26-J el golpe británico a la Europa de las falsas estabilidades merkelianas? El Brexit se ha encadenado con el escándalo del fernandezgate para hacer trizas el guión de la campaña electoral de las elecciones de repetición, justo en la recta final. De entrada, a los pablistas y los colauistas les ha entrado el miedo en el cuerpo. Dice la alcaldesa de Barcelona que el Brexit da alas a la gran coalición PP-PSOE y ese no es en absoluto un escenario descartable. En efecto, puede que Rajoy y Sánchez -o quien Susana Díaz decida- acaben dando las gracias a la denostada ocurrencia de Cameron -poner las urnas en la calle- a mayor gloria de la troika, de la que dependen hasta las cachas desde aquella infame modificación exprés de la Constitución cuando todo se venía abajo. Y puede que el sorpasso de Iglesias, en definitiva, devenga quizás un sorpasillo. Veremos.

Las cintas del fernandezgate han revelado que Fernández y De Alfonso, su secuaz antifraude catalán, hicieron casi tanto como la CUP para hundir a Mas y a Convergència

La otra cara de ese escenario es el posible refuerzo de las expectativas de ERC y de CDC. El fernandezgate, metáfora del Estado español policial-fernandista, les ha helado la sangre a los aprendices de brujo del independentismo y a los cupaires varios que tenían ya a punto el voto para Podemos tapándose los ojos ante la evidencia que la famosa línea roja de Iglesias, el referéndum, ha virado en la campaña al rosa chicle. Las cintas del fernandezgate han revelado que Fernández y De Alfonso, su secuaz antifraude catalán, con la plena cobertura del presidente Rajoy y de un aparato judicial atento a los designios de su amo, hicieron casi tanto como la CUP por hundir a Mas y a Convergència. Eso, además de investigar a ERC y a otros sospechosos habituales del procés, la ANC y la AMI, desde luego.  Lo imaginábamos. Pero ahora está claro clarito aunque la verdad escueza. Así que, más allá de cinismos de vía estrecha, "indepes" incluidos, poca broma con lo que supuso el "simulacro" de la consulta participativa del 9-N.

En el fernandezgate también han resurgido demasiados siglos de totalitarismo, no sólo hispánicos, por desgracia también europeos que creíamos felizmente superados -¿o acaso no ha sucedido eso en el espacio "nacional" de un respetable socio del club merkeliano?-. El escudo europeo, la democracia consorciada, también sufre por ahí. Pero si a ello se añade que el Brexit ha roto el principal argumento de Margallo y compañía contra la independencia, los riesgos apocalípticos de salir de esa Europa a la que más que nunca se aferran -entre lo malo y lo peor- los independentistas catalanes, escoceses y norirlandeses, puede que los que ya no pensaban hacerlo tengan hoy más argumentos para apoyar en las urnas al Govern de Puigdemont y Junqueras mediante las listas que encabezan Homs y Rufián. He ahí la ecuación: fernandezgate + Brexit = Catexit. Pura escuela analítica británica. 

Paradójicamente, el mismo artefacto democrático, el referéndum, que hoy ha debilitado la Europa merkeliana podría reforzar la idea de una nueva Europa más atenta a la democracia y a los pueblos que a los mercados sin control y el aparato burrocrático de Bruselas, a través de las legítimas aspiraciones de los catalanes, escoceses y norirlandeses. La Europa del eje Berlín-París necesita urgentemente una pasada -democrática- por las periferias del norte y del sur si quiere reinventarse y reforzarse.

La Europa del eje Berlín-París necesita urgentemente una pasada -democrática- por las periferias del norte y del sur, Escocia, Irlanda del Norte y Catalunya, si quiere reinventarse y reforzarse

No queda más salida, aparte de la británica, que la (auto)crítica hasta los cimientos del edificio merkeliano si Europa quiere de verdad salvar los muebles. Hecho el ejercicio, sin miedos ni tabúes, puede que entonces sea posible ver el Brexit como el “mal” necesario en esta hora para refundar la idea de Europa como espacio de libertades y posibilidades. Esa es, sin duda, la mejor herencia, la de construirse, pensarse y evaluarse democráticamente, que podemos legar los europeos al mundo por doloroso que pueda resultar ponerla en práctica con todas las consecuencias.

Si hubiésemos leído algo más de Hume y algo menos de Heidegger y Sartre (incluida la intelectualidad sesentayochista y posmoderna fascinada por la metafísica oscura) quizás hubiéramos previsto que de la misma manera que el sol no tiene por qué salir mañana in saecula saeculorum, el Reino Unido podía divorciarse de Europa como los cánones de la civilidad mandan antes que soportar un mal matrimonio. Lo ha dicho la eurocomisaria Viviane Reding, desde luego poco sospechosa de nada. Habrá que empezar por ahí, por desesencializar, desmerkelizar y desmercantilizar la idea de Europa si de verdad se pretende que el Brexit, como toda crisis, devenga un nuevo inicio.