Me he fijado muy poco en eso del cierre de la Modelo, sobre todo por la sobredosis de cursilería pedante con que los periodistas han cantado las exequias a la prisión, como si sus celdas fueran senderos del MACBA y sus internos un ejemplo sociológico de esos que te permiten aproximarte a la-Catalunya-real. Las sociedades acostumbran a hilar su idea de civilización y de buen comportamiento analizando a todos aquellos que violentan la ley y así, bajo la excusa de entender la vida de los criminales, a menudo llegamos a una folklorización que tiene mucho más de frivolidad que de compasión por todos aquellos puteados que tienen que pasarse unos años en la trena. Así, la Modelo, por ejemplo, que sirvió durante muchos años de centro de internamiento de la generación quinqui, una forma de cultura más o menos criminal en la cual incluso el CCCB ayudó a dignificar en una de sus exposiciones más célebres.

La mayoría de panegíricos en la prisión barcelonesa se han dedicado, sintomáticamente, a recordar figuras como la del Vaquilla y toda una generación de delincuentes de tres al cuarto, una de las últimas muestras degeneradas del donjuanismo español, criminales analfabetos pero ocurrentes que subsistían como podían en los suburbios barceloneses, generadores de un imaginario alternativo de entretenimiento a través de sus delirantes fugas y robos televisados. Entre tanta anécdota sobre algunos de los inquilinos de la Modelo, me ha sorprendido que la mayoría de nuestros locutores y plumas hayan obviado absolutamente la figura de quien fue guardián de sus muros durante un tiempo, nuestro Lluís Maria. Xirinacs estuvo prácticamente dos años plantado en la puerta de la Modelo para pedir la amnistía de los encarcelados y torturados por el franquismo, una acción no violenta que condujo a la Ley de amnistía de 1977.

Recordar a Xirinacs se nos hace incómodo, y eso es bien curioso, visto el hecho de que la presencia en la Modelo le comportó el segundo nombramiento al Nobel de la Paz

Nuevamente, recordar a Xirinacs se nos hace incómodo, y eso es bien curioso, visto el hecho de que la presencia en la Modelo le comportó el segundo nombramiento al Nobel de la Paz y que de la protesta en la calle Entença deriva la carrera política más institucional de nuestro genio. Entiendo que duela regurgitar aquel Xirinacs, cuando los periodistas están demasiado entretenidos en saber si en la última cena de la Modelo se sirvió pizza y gazpacho, sobre todo si recordarlo implica volver a sus reflexiones previas a la aprobación de la constitución del 78. Leed, por ejemplo, lo que escribe en el Avui el 18 de marzo de 1979: "Si la nación y la patria es España, las nacionalidades no son nada, ni tienen ningún derecho de soberanía o de autodeterminación. No podré votar a favor de una Constitución que pise el derecho histórico más irrenunciable de todos los derechos de nuestro pueblo". Mira que han pasado años, y todavía estamos en la misma coña.

De estos textos del Xiri post-Modelo valdría la pena hacer una antología. En los preámbulos de la redacción del futuro Estatut de Sau, en un entorno de euforia autonomista, Lluís Maria escribe: "Pobre Estatut nuestro, que sale jorobado y deforme, porque se está gestando en el seno materno de una Constitución estrecha de huesos. ¡Qué pena que me das!". Duele recordar, insisto, la figura incómoda de la carcoma que calificó la transición española en Catalunya como una traición y que acusó a la mayoría de líderes catalanes de firmar un "contrato mercantil" que entregaba la soberanía del pueblo a la judicatura española. Todo eso se gesta, en la cabeza de Xiri, en los alrededores de la prisión Modelo, un lugar donde –como no me cansaré de recordar– no habrá ni estatuas ni placas que recuerden a uno de los sabios más increíbles que ha tenido este país. Eliminar el recuerdo y la profecía, por desgracia, también es una forma de violencia.

Siempre resultará más fácil, ya lo veis, convertir a cuatro quinquis en leyenda que hacer un homenaje a quien, plantado en aquel rincón sórdido del mundo, ya sabía todo lo que pasaría tantos años después. Ayer cerraron la Modelo, sin ni mencionar la represión que se dio tanto tiempo. Todavía vivimos en la misma traición, encerrados en el mismo esqueleto, pensándonos que estamos a punto de ser libres sin ningún sacrificio. Ay, Xiri, si lo vieras, todo esto, y te hablaran de pizza y de gazpacho...