"Si queréis que Puigdemont acabe en prisión, votadle." La frase no es mía: la dijo el abogado del Molt Honorable 130, Jaume Alonso-Cuevillas i Sayrol, haciendo tertulia con los compañeros de Tarda Oberta en TV3 justo el día después de que el juez Llarena retirara la orden europea contra su cliente más ilustre. Alonso-Cuevillas no es solo un jurista competente en derecho procesal y concursal: fue decano del Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona durante ocho años, un cargo que va más allá del simple ejercicio y que necesita de una cierta cintura política (ahora es líder Maria Eugènia Gay, hija del juez catalán que ayudó a pasar el cepillo por el actual Estatuto de Autonomía). Alonso-Cuevillas habla claro: si su cliente gana podrá sentirse lo bastante fuerte y legitimado para volver al país y reclamar su investidura. Este es el único punto del programa de Junts per Catalunya: ¡que vuelva el president!

Pero hay un pequeño detalle. La judicatura española suspira con el retorno de Puigdemont a territorio español, no porque lo eche de menos, sino porque mantiene unas ganas intactas de meterlo en la trena. Si gana Puigdemont y el president se ve con la legitimidad para acudir a la investidura, tendrá la misma suerte que sus consellers. Este es el cálculo querido de un retorno triunfal y presidencialista: el Molt Honorable 130 intuye que Europa reaccionaría ante el encarcelamiento escandaloso de un político que acaba de ser reelegido por su pueblo. De aquí la convocatoria de la reciente manifestación en Bruselas y la enésima llamada a subsumir el problema catalán en el marco de la justicia europea: ¡Wake Up Europe! La idea del president tiene parte de lógica, ya que solo tendrá la fuerza para volver si gana. Pero es arriesgada: confía en espabilar a los funcionarios de un continente en siesta perpetua.

No creo que la imagen de un Molt Honorable entre rejas, por mucho que se le vuelva a escoger, ablande los corazones del alto funcionariado europeo. Últimamente, el continente es como sus estados: no tiene alma, solo intereses

Juncker dijo hace semanas que uno de los errores del independentismo ha sido el de haber escarnecido el cuórum que tiene Rajoy entre sus aliados europeos. Si pensáis que la cosa puede llegar a cambiar, fijaos en Manuel Valls, un antiguo primer ministro socialista que ahora hace campaña por Albert Rivera ("flipo pepinos", decía ayer su hermana en Twitter al enterarse de la cosa) y que despreció las imágenes del 1-O diciendo que tampoco había para tanto, porque la cosa no acabó en muertos. Este es, nos guste o no, el quehacer europeo ante cualquier asunto incómodo: aquí solo se descuelga el teléfono si hay bajas y, si es posible, lo bastante numerosas. Sinceramente, no creo que la imagen de uno Molt Honorable entre rejas, por mucho que se le vuelva a escoger, ablande los corazones del alto funcionariado europeo. Últimamente, el continente es como sus estados: no tiene alma, solo intereses.

Entiendo que los miembros de Junts per Catalunya no quieran hacerse una pregunta que, hoy por hoy, quita todo el glamour a su lista y que ya ha sido utilizada por Esquerra como crítica constructiva contra los juntistas, ahora que la paz de la campaña electoral se ha roto: si el president gana y no puede ser investido, ¿quién lo relevará? De hecho, nos podemos encontrar ante un hecho insólito, con una victoria de Puigdemont por la mínima que acabe con una sustitución del president en el último minuto, un movimiento que el Molt Honorable ya conoce porque lo ha vivido en su propia carne. Si es así, ¿quién es el miembro de su lista más capacitado para sucederlo, con la condición de que no se encuentre en el mismo proceso judicial? Si paramos atención en la lista de Puigdemont por Barcelona, la persona mejor situada sería Laura Borràs, antigua directora de la Institució de les Lletres Catalanes.

Entiendo que la mayoría de futuros diputados de Junts per Catalunya no quieran ni oír hablar de estas especulaciones, pero vista la determinación del president para volver algún día a la patria, este es un punto oculto de su agenda política que tarde o temprano se tendrá que enfrentar. De hecho, nos encontramos en el punto surrealista en que un candidato puede ganar unas elecciones con el premio de tener que celebrarlas en el trullo o permanentemente exiliado en Bruselas: Si queréis que Puigdemont acabe en prisión, votadle." Esta es una de las posibles salidas a la campaña del 21-D. Tener que entonar de nuevo el Escolta, Europa y rezar para que el continente apriete a Rajoy. Honestamente, he escuchado cuentos de hadas mucho más verosímiles. Pero en este país mío, ciertamente, todo es posible...