Catalunya, país de reuniones prescindibles. Recordaréis muy bien aquella cumbre del pasado 23 de diciembre en el Parlament donde todos-hablaron-de-lo-suyo (filosofía de tertulia, metodología de fogata), una congregación que sirvió únicamente para recordarnos que Ada Colau continúa atando la soberanía de los catalanes a todo lo que mande el fraternalísimo gobierno central (en cristiano: que la hiperalcaldesa de Barcelona está encantada de ser española) y donde el soberanismo continuó vendiendo la moto al respetable con aquella mandanga igualmente fraudulenta llamada ampliar la base. Como toda tertulia inútil, la cosa tuvo que degenerar en un comité de sabios, otra de las especialidades de la tribu: cuando los convergentes buscan asesoría para ir de cool, lo primero que pescan son exsocialistas fracasados y así fue que la cumbre acabó con la creación de un comité de notables entre los que hay exiliados de can Nicaragua como Joan Ignasi Elena o Itziar Gonzàlez.

Tras varias noches en vela, el comité de científicos de lo que se denomina Pacto Nacional para el Referéndum –donde también se ha incluido algún comunistazo ilustre y la pobre Carme Laura Gil, cuya cara de perro mal paseado continua imperturbable- nuestros prohombres han decidido que hay que defender una votación acordada con el Estado instando a los gobiernos de Catalunya y de España a “superar las dificultades y los apriorismos” para así hacer posible una consulta “reconocida por la comunidad internacional”. Desconozco si cuando las antiguas lumbreras sociatas, que mira si son listos que no progresaron ni en un partido en caída libre, hablan de apriorismos se refieren a la tozudez de su antiguo carnet en negar la soberanía a la tribu. También me parece curiosa tanta preocupación por el reconocimiento internacional de un referéndum por parte de todos los que atan su pervivencia a un pacto imposible con el Estado.

Para que el mundo reconozca el referéndum de autodeterminación sólo hace falta un paso: hacerlo y aplicarlo

Para que el mundo reconozca el referéndum de autodeterminación sólo hace falta un paso: hacerlo y aplicarlo. El país ya ha vivido suficiente tiempo encantado en la retórica aparentemente ilustrada de consejos asesores para la transición nacional y pactos nacionales para el referéndum como para saber que todo lo que tenga el apellido nacional sólo ha de tener como razón de ser la libre voluntad de los adultos responsables que configuran la nación catalana. Pactar la nación, pedir reconocimiento de la nación, negociar la soberanía de la nación, pasear la nación como un perrito, etcétera: todo ello cae en el oxímoron y la retórica tan propia de comités de pedantes y exsocialistas que todavía no han asumido su naufragio. Miradlos como presentaban hace pocos días sus conclusiones, avinagrados y solitarios, en una mesa del Centre Excursionista de Catalunya. Elena, Itziar, el pobre Jaume Bosch: ¡qué triste es tener que pasear las chirucas para continuar saliendo en la foto!

Nada que se impulse desde el fracaso puede obtener una victoria. Para saber esto no hacía falta resucitar a esta triste gente del olvido. Descansen en paz, pobrecitos damnificados, y que saquen a pasear su parloteo fracasado.