A pesar de las ansias de El Periódico para subrayar el sorpasso de ERC a Convergència y así promover el espectro de un nuevo tripartito autonomista con Junqueras de líder (convertido en un nuevo Pujol de izquierdas), lo esencial del último barómetro para el periódico barcelonés es comprobar cómo el referéndum de autodeterminación ya es la idea rectora indiscutible de la política catalana. Sólo un 13,8% de los catalanes se oponen totalmente a su celebración y hasta los votantes tradicionales del PP (41,7%) y Ciudadanos (52,1%) se rebelan contra el argumentario típico de las cúpulas de sus partidos y consideran que no hay nada de nocivo en votar en una consulta pactada. Contra todos los tópicos disparados por los funcionarios madrileños, el referéndum no solo evita fractura social alguna entre los catalanes, sino que una gran mayoría de éstos, que será creciente a diario, aceptaría su resultado sin rechistar.

Otro dato fundamental para el independentismo es comprobar como el 60,1% de los electores de En Comú Podem ya están por lo que antiguamente llamábamos RUI, contraviniendo así el pavor de los líderes independentistas que todavía escudan sus temores en la existencia de los comunes. Es cierto e indiscutible que el país se debate todavía entre actuar sin titubeos o pactar la votación con el estado, pero los líderes independentistas deberían entender de una vez por todas que la existencia de Colau y compañía ya no es una excusa para no moverse. De hecho, como más afirmativamente actúen, más presión tendrá la hiperalcaldesa de Barcelona para estar al lado de la soberanía de los catalanes. Cuando el referéndum se impone, hasta el pobre Errejón ha de acabar vendiendo la cara más simpática de los españoles haciendo de maulet (Vila, Enric, dixit) para acabar abrazando la unilateralidad como vía más lógica para el futuro.

Como más afirmativamente actúen, más presión tendrá la hiperalcaldesa de Barcelona para estar al lado de la soberanía de los catalanes

Con tal de frenar la independencia, el unionismo es tan malcarado como para jugar la carta de excitar la vanidad de Junqueras y el resentimiento ancestral de los republicanos contra Convergència para convertirla en un partido minoritario de centroderecha tan cuerdo como inofensivo. Éste es el deseo último de la Operación Diálogo de Soraya; excitar el pavor de los soberanistas moderados para que se desentiendan de la votación y que Catalunya se precipite a unas elecciones que sólo podría ganar una Esquerra maniatada por falta de mayoría absoluta o un colauismo liderado por Xavier Domènech y los amantes de la fraternidad. Los enemigos del referéndum sólo tienen el miedo como aliado. El resto, como incluso debe aceptar El Periódico, va asumiendo que el único pavor legítimo que les queda es el de perder. La fuerza de este proceso es la democracia y la consecución de su éxito sólo depende de la matemática exacta e inapelable de las urnas.

Si tienen miedo a perder es que empezamos a jugar. Ya era hora.