Del mismo modo que la decadencia de América se expresa en unos comicios donde los yankees se verán obligados a escoger entre una candidata lobista y un contrapeso tan libre como malcriado, el crepúsculo de España se encarnará brevemente en un gobierno corrupto investido y blanqueado por una gestoría provisional que nace de un golpe de estado bien zafio. Mientras Hillary solamente podrá ser al fin presidenta de Estados Unidos gracias a la táctica de caricaturizar a su rival como un alienígena de la anti-política, para mantenerse en el poder Rajoy ha tenido que matar a un secretario general que había insinuado caer en el pecado de la negociación política. En tiempos de declive, España se encierra en el fusilamiento público, fagocita el bipartidismo en una sola masa corporativa y aplica el código penal contra los organizadores de aquello que los políticos del PP habían definido jocosamente como una simple botifarrada.

Rajoy es un político excepcional, capaz de haber orquestado magistralmente todo este compás de espera mientras la gente más ingenua le compraba la imagen de hombre indiferente, como si orientar el poder judicial a la caza del independentista fuese algo así como cascarse una siesta. Los vacíos de poder son fantásticos porque permiten mostrar sin tapujos los intereses y los pavores de un Estado: ya sabíamos que el oasis español del Ibex desbloquearía tarde o temprano el callejón sin salida electoral, pero lo importante de estos meses sin gobierno ha sido comprobar como la beligerancia contra el independentismo crecía exponencialmente al peligro de una nueva prórroga electoral. Hasta los políticos jóvenes y aparentemente indies del PP se han apropiado la consigna post-franquista del gobierno central: podríamos negociar incluso con terroristas, pero con una turba que pretende montar un referéndum, ni agua y todos a la cárcel.

Si no queréis que Puigdemont devenga nuestro Sánchez particular, poned las urnas con todas las consecuencias y preparad la batalla

Al igual que el error de Rajoy ha sido pensarse que salvará el ocaso de la democracia española a base de ganar cada nuevo match point cerrando filas con la excusa de mantener la patria intacta (al más puro estilo Artur Mas), el independentismo caerá en la misma espiral vomitiva si no es capaz de organizar el referéndum de autodeterminación que ha prometido el president Puigdemont. Si alguna cosa nos ha enseñado la crisis del PSOE es que los cambios políticos para urdir un desbloqueo piden mucha más determinación y cinismo que no sutileza. Si el govern se amedrenta en su compromiso o lo matiza para ganar tiempo, Catalunya caerá en el marasmo indeterminado que se ha vivido estos días en Madrid y la nueva ambigüedad servirá para volver a la lucha partidista autonómica de siempre que acaba convirtiendo a la Generalitat en una simple gestora de miserias.

Sin el referéndum, Catalunya se encontrará en poco tiempo buscando su burocracia particular para administrar la derrota, lamentando la muerte de un nuevo mesías que se encontraba justo a puntito de tocar la libertad. Podemos burlarnos días y días del PSOE, pero la vida es muy larga y eso de sacrificar símbolos políticos para mayor gloria de la resistencia pacífica es una de las especialidades de la tribu. Si no queréis que Puigdemont devenga nuestro Sánchez particular, poned las urnas con todas las consecuencias y preparad la batalla. O referéndum o gestora