Cada día será más fácil comprobar cómo, a medida que el referéndum vaya tomando cuerpo y la forzuda tozudez de los electores supere las reticencias y miserias de los partidos criados en la autonomía, la defensa del españolismo en Catalunya adoptará una retórica más histérica y hortera. Ayer mismo, valía la pena pasearse por las páginas de La Vanguardia, donde mi admiradísimo Gregorio Morán, en una sabatina de elogio desmesurado a Juan Goytisolo, aprovechaba un párrafo de aquellos que no sabes como acabar de llenar para mencionar Incerta glòria y se refería a Joan Sales como un autor de tercera, "prosista mediocre, parafascista y ultracatólico". Según cuenta Morán, Goytisolo no había leído nunca la novela de Sales pero la recomendó a la francesa Gallimard debido a que "sus amigos catalanistas de entonces -pienso en Castellet– le insistieron tanto que él lo puso a disposición de los editores."

Vivimos en un tiempo en que la mentira lo tiene difícil para esprintar y, ayer mismo, el colega Xavier Antich compartía en Facebook un artículo del año 2005 firmado por el mismo Goytisolo en La Vanguardia donde recordaba que, poco tiempo después de exiliarse a París, había empezado en efecto a trabajar como lector de español para Gallimard, editorial donde no solo ayudó a publicar la versión francesa de Incerta glòria, sino que recomendó su traducción mucho gozosamente. Vale la pena citar el fragmento del artículo donde Goytisolo lo recuerda: "El día en que leí el manuscrito de Incerta glòria que me envió Joan Sales fue uno de los más satisfactorios de mi labor. Pese a mi conocimiento aún imperfecto del catalán, comprendí en seguida que se trataba de una gran novela, no sólo por su elaboración cuidadosa y compleja, sino también por su enfoque singular del tema, el de la Guerra Civil de 1936-1939."

La extraña invención de Morán no responde únicamente a un error filológico, sino a una forma de colonialismo mental activo y consciente según el cual, aparte de poder insultar gratuitamente a un escritor a quien se ha leído de paso, cualquier manifestación de cultura catalana se inscribe en el más puro de los folklorismos conservadores, bien lejos de la altura internacional, alternativa y cosmopolita de los autores españoles. Eso no es un hecho aislado, porque, durante años, esta agresión constante y gratuita a la cultura del país (que yo sufrí en los estudios de filosofía, donde la producción pensamental en lengua catalana, simplemente, no existía: de hecho, todavía este año no hay una sola cátedra de Filosofía Catalana en todo el país) ha tenido un correlato político clarísimo para los que han querido subsumir el autogobierno catalán en la superioridad moral española y su ordenamiento jurídico.

Que este artículo falsario de Morán, contradicho por el mismo autor que glosa, comparta espacio en el diario de Godó con las perlas de López Burniol, cada día más parecidos a la editorial de La Razón, donde el proceso catalán se describe en términos de engaño y de ilusión, o con artículos donde se promociona el nuevo partido de Fernández Teixidó como único salvador del catalanismo juicioso, no es nada casual. Afortunadamente, la impostura de una colectividad catalana que solo puede llegar a ser libre y tener acceso al mundo civilizado –ya sea en cultura o en términos políticos– si se sitúa en el marco de España cada día es más fácil de averiguar y describir como netamente autoritaria. El famoso discurso de Guardiola, que dolió porque insistía precisamente en tildar de autoritario a un Estado que castra la autodeterminación, hizo mucha pupa justamente porque reflejaba el poder español como nunca antes.

A cada día que pase, todos aquellos que han abonado esta forma de imposición inhumana apelarán a invenciones histéricas como la de Morán y a un lenguaje notoriamente hortera que querrá resucitar todas las imposturas mentales del catalanismo, con la consiguiente apelación contra la división y a favor del juicio, es decir, a favor de España como garante de la ciudadanía de primera. Afortunadamente, a los mentirosos y a los cursis la validez de sus mandangas y las falsedades de sus textos no se les aguantan ni unas horitas.