Debe de ser cosa del verano y su enfermiza tendencia a estirar las nimiedades como una coda de Mahler hasta convertirlas en auténticas tragedias grecorromanas, que ahora diuen, diuen, diuen que la principal hecatombe de nuestra tribu es el cartel de la CUP para el referéndum del 1-O, en el que una trabajadora barre un grupo de corruptos de los Països Catalans (con gesto leninista y mirada aventadora), entre los cuales destacan Aznar, Cristina de Borbón, Mariano Rajoy o el Molt Honorable 129, Artur Mas. Podemos hacer todas las tesis doctorales sobre si es justo equiparar a estos dos últimos políticos con respecto a la corrupción de sus partidos (de demostrarse que son verídicas las sospechas en los casos Gürtel y del 3%, yo intuyo que tanto Mas como Rajoy deben de tener un nivel de responsabilidad bastante parecido), pero últimamente está de moda maximizar cualquier gesto de los cuperos, como si su hipotética desmesura fuera el primer peligro para el descarrilamiento del proceso.

A mí me hace mucha gracia que una parida como una ilustración se pinte como una crisis de tal magnitud. Ahora parece, cosas de la vida, que lo que puede hacer fracasar el procés es la escoba de la CUP, no la sociovergencia de toda la vida, ni el hecho de que líderes convergentes como Jordi Xuclà especularan abiertamente sobre la posibilidad de cambiar a Rajoy por Sánchez en una futura legislatura autonómica española, ni las grabaciones de David Bonvehí hablando de la hipótesis de un candidato autonomista por si el referéndum falla, por no hablar también de la simple persistencia de líderes de la Tercera Vía en el Govern de la Generalitat, como mi estimadísimo Santi Vila. ¡No, todo eso son nimiedades de tres al cuarto! Lo importante, lo que puede echar todo a perder, son los jovencitos de Arran, su kale borroka contra las bicicletas barcelonesas y ahora, solo faltaría, la escoba ilustrada de la CUP y su origen leninista. Tiene cojones, la vida.

El modelo social y económico de los cuperos no podría estar más alejado de este quien os escribe la arenga. Creo que el leninismo no es una fuente para asustar a corruptos, sino una de las desgracias más horripilantes que ha sufrido la humanidad. No votaría a la CUP ni harto de vino (aunque los otros partidos independentistas cada día me lo ponen más difícil), sin embargo —hasta ahora y con respecto a la consecución de la independencia— servidor a la CUP solo puede darle las gracias. Yo no sé el nivel de corruptelas que toleró el president Mas y la historia acabará sabiéndolo, como así ha pasado con Jordi Pujol, pero sé perfecta y objetivamente que sin la determinación de los cuperos con el cambio de presidencia todavía estaríamos pidiendo el pacto fiscal y los Jané de turno poblarían muchas conselleries del Gobierno. Con respecto al procés, a la CUP solo podemos agradecerle la tozudez.

A mí me repugna que jóvenes coetáneos míos tengan la revolución leninista como modelo para frenar la corrupción, pero tengo una enorme empatía con los problemas que ponen sobre la mesa en su cartel. David Bonvehí cree que los cuperos dan pena equiparando a Mas y Rajoy, pero yo creo que algunos convergentes dan mucha más cuando se equiparan a sus propios orígenes y conciben la independencia como un instrumento para mejorar el autogobierno catalán. El procés, a fin de que tenga éxito, necesita a gente que esté dispuesta a todo para ganar y —en este sentido, insisto— la CUP no ha hecho otra cosa que darnos buen ejemplo. Si crees que Anna Gabriel es la enemiga de la patria y que Santi Vila es el futuro, Bonvehí, el problema lo tienes tú. El cartel de la escoba es una nimiedad, y es así como lo tendríamos que ver, si es que no queremos pasarnos las vacaciones perdiendo todavía más el tiempo.