Ahora que ya nos hemos ventilado los problemas del pobre Jordi Cruz con sus ganapanes adolescentes, podríamos volver a la vida que toca y hablar de arte, porque es así y sólo así -con la estética en la boca y tomando el nombre de la fantasía mientras se nos desliza alegremente por la tráquea– cuando es necesario glosar a Dr. Stravinsky, la nueva coctelería que han inaugurado hace muy poco en Barcelona mis amigos Lito Baldovinos y Enric Rebordosa, de quien os hablo no por que sean comadres míos, que lo son y larga vida a la cuestión, sino porque ya pueden ostentar orgullosamente el título de los baristas más excelsos de esta aburrida y exasperantemente diurna Barcelona, un reconocimiento que no necesita placa ni diploma acreditativo (puf), sino que hasta ahora pedía una simple visita al Muy Buenas, La Confiteria, el Maravillas, la Alegría o el Paradiso, joyas con las que ya había suficiente para hacer correr tinta, si fuera el caso que mis amigos fueran aquella gente que vive teniendo lo suficiente, pero que ahora han mejorado todavía más reconvirtiendo el antiguo Bar Nus, local carismático del Born en el que la desidia de los propietarios había convertido en mausoleo de birras post-olímpicas, en esta nueva joya que los habituales ya llamamos simplemente Stravinsky y que ahora tienta al paseante como un beso entre niños que se cuela entre la falsía grisácea de la calle Mirallers, número cinco, un nido de sombras con un bellísimo portalón hipnótico donde un líquido ambarino va cayendo en lentísimas gotas, preludio de la torrentada etílica que se esconde muy adentro, una cascada que ha inventado Antonio Naranjo, el capo absoluto, campeón de España y Noruega de cócteles, que había regentado la república independiente del Himkok y que ahora ha tenido la bondad de acudir a regalarnos la buena nueva a los barceloneses, cuidadosamente asistido por Alberto Fernández, que tiene la gracia gaditana y la historia de todo el alcohol del mundo en las manos, y también Yeray Momforte, un hombre a quien imaginas soplando la crin de un caballo para convencer sobre las dichas de la ginebra hasta robarle todo el galope del mundo, y es así también cual bonito y científico que yo canto el arte de estos tres genios que sobreviven a la mediocridad absoluta de los establecimientos barceloneses con el único objetivo de construir belleza para todos vosotros, y es así, contento pero tirano, como ordeno que os sentéis en la barra del Stravinsky y formuléis simplemente una preferencia de vuestra base alcohólica favorita para que ellos vayan haciendo el resto o también, si sois gente sin mucha personalidad ni ánimo, dejaros tentar por la carta y así empezar a matar la sequedad de boca con un Camp Nou (una filigrana con ginebra destilada de la casa, aliñada con jarabe de eneldo, tomillo, coriandro, lima y manzanilla, brebaje ideal para niñas que mueren con el afán de sentirse un poco putas mientras ingieren) para, después del preludio, pasar a la cosa seria, ya que en casa siempre hemos sido de trago corto y de base dura, y de esta manera llegamos al Estimar l'Alta Mar, tramado con Johnnie Walker Gold y un misterio de sal con limón, y después lo rematamos con un Old Fashioned travestidamente acogido en la tribu con notas de Ron Quemado, y así es como acabamos esperando que la noche se alargue y la providencia nos desvanezca las ganas de cenar, porque comer es cosa sobrera cuando se puede vivir del líquido, resguardando medio desorientado como un vampiro que ha finalizado el sangrado de la princesa, en la salita inferior, colmada de hierbas fantasiosas que parecen aceites, y así podéis descansar como yo y, si tenéis suerte y Enric o Lito lo consideran podréis acceder al reservado más pornográficamente anciano de Europa donde nadie –exceptuando la señora Josefa- os pedirá explicaciones de nada, porque míos amigos hacen bares donde lo importante es todo lo que no se dice y sobre lo que más vale callar, y es por ello que hoy escribo sobre el Stravinsky, sin ninguna necesidad de más puntos que en el final, para que hagáis caso a los dueños del noche, a los servidores de la belleza, a los patriarcas del cóctel, que no necesitan respirar porque viven de inventar bocanadas, porque viven sólo de esperar si todavía no has ido, trozo de pobre hombre.