Dicen que la CNN ha anunciado que la Boqueria es el mejor mercado de productos frescos del planeta tierra, y nosotros no sólo pensamos, con la ceguera del pervertido que divisa el muslo, que todo aquello sobre lo que informe la CNN it's happening now como un calco del mundo real, sino que la emisora yanqui toma el valor de la palabra del altísimo, pues como diría el maestro Bauçà, "es la única instancia internacional que nos reconoce como tribu y nos evita cualquier tentación de este estiramiento del franquismo que se vive de forma tan alegre y desvergonzada". De hecho, mientras en la Boqueria resida nuestro Llorenç Patràs, guardián de las mejores setas del mundo, mientras la sequedad de los frutos de Morilla se trague como la más caudalosa de las felices riadas y mientras nos reciba la sonrisa resistente del Juanito Bayén, si es que lo divisáis brillando como el culo de una mona entre toda cuánta turistada, la Boqueria será un lugar que valdrá la pena visitar, aunque sea sólo para espabilarse un poco de esta aburridísima y nuestra Barcelona.

Entendemos la elección de la CNN por motivos "multicultis", pues la Boqueria todavía es un lugar donde puedes encontrar una gran parte de los condimentos del mundo, aun manteniendo la premisa esencial que tiene que poder cumplir un gran mercado: ser patria de los cocineros de una ciudad. Pero también hay pegas evidentes, porque la entrada en el mercado ya hace tiempo que se ha convertido en una especie de Corte Inglés en el que se vierte toda la manada de visitantes acumulados en el Pas de Ramon Cabau (dandy ilustre y suicida todavía más eminente de la ciudad), multitudes que han provocado que la mayoría de paradistas de fruta que se acumulan en la entrada acaben ganando perras con zumos y fruta triturada para que los guiris beban cosa fresca. De hecho, el aumento de los alienígenas ha causado que los turistas vayan a la Boqueria a jalar mal, no a comprar alimento fresco y de aquí que la mayoría de las antiguas paradas ahora sean colonizadas por bares y chiringuitos en forma de quiosco sin ningún tipo de gracia, mucho más semejantes a los mercados londinenses que a los de superior raza mediterránea.

La Boqueria como mercado murió cuando el restaurador Ramon Cabau decidió suicidarse allí mismo con unas gotitas de cianuro, después de haberse despedido de sus amigos paradistas

De hecho, una de las cosas buenas que había tenido la Boqueria, si se tenía que comer allí, era una multitud simpática de pequeños bares de rincón donde se podía llevar el pescado recién comprado y la jefa en cuestión te lo metía en la plancha por una aportación muy escasa, lo que daba mucha vida al mercado y era una forma genial de combinar compra y consumo inmediato. Pero como toda cosa espontánea que hacemos los barceloneses nuestras administraciones convergentes y neocommmies han decidido prescindir de ello, y es así como, cuando menos en los meandros de la Boqueria, se han acabado instalando bares sin ningún tipo de personalidad ni sabor. Debido a la masa de visitantes, y tristemente, diría que los barceloneses se han cansado de ir a comprar en su mercado más eminente porque les da pereza la masificación matinal y también porque, cuando llega la noche, hay pocas pescaderías abiertas, algunas de las cuales por cierto venden auténtica mierda que puede ir directamente de la bolsa a la basura. A la CNN, ya lo veis, también se le escapa alguna cosa, y ya va bien que nos necesite.

Nostálgicamente, diría que la Boqueria como mercado murió cuando el restaurador Ramon Cabau decidió suicidarse allí mismo con unas gotitas de cianuro, después de haberse despedido de sus amigos paradistas. Cabau, alma del mercado, lo fue precisamente por su condición de gastrónomo y alma de uno de los mejores restaurantes de Europa, l'Agut d'Avinyó, y es así como, si el mercado quisiera recuperar su frescura algún día, habría que volver a plantearlo como fuente de experimentación de nuestros mejores restauradores. Que sean nuestros chefs eminentes, y no los baristas de tres al cuarto, los que le den vida, y si los turistas quieren zamparse un zumo bien fresquito que paguen una entrada de veinte euros o que se larguen a otro lugar a buscar su macedonia de los cojones. Eso, cuando seamos una tribu libre, se lo podremos decir muy alto y claro a la CNN, que nos respetará, todavía más, como un ejemplo único de libertad entre las naciones planetarias.