La Agència Catalana de Turisme acaba de inventar un spot para proyectar la imagen del país bajo el lema If you feel F. C. Barcelona, you feel Catalunya. En el anuncio vemos a una pareja de hermanos mejicanos que visitan Tarragona, el Priorat y algunos lugares significativos de Barcelona, complementados con imágenes de un partido blaugrana, con saludo y guiño de ojo de Neymar incluidos. El anuncio ha indignado a los capataces del Espanyol, cansados de que se equipare lo catalán al club que fundó aquel prohombre suizo y no dudéis que, dentro de muy poco tiempo, algún tertuliano motivado protestará por el hecho de que la pareja visitante del anuncio no sean dos refugiados sirios, miembros de una plataforma LGTB o que no visiten Barcelona interesándose por los desahuciados o por la colección de pensamiento novecentista de la Biblioteca de Catalunya.

La protesta de los españolistas parece razonable, pero esconde cierto cabreo injustificado de fondo: de hecho, el Barça es partner de la Agència Catalana de Turisme desde el año 2012 y es muy lógico que –como colaboradores comerciales– las dos entidades firmen promociones comunes que no representan ningún coste para la Generalitat. El habitual reclamo catalanista de los españolistas resulta curioso, justo en el momento en que el club de Cornellà lucha por globalizarse acercándose primordialmente al público chino de la mano de su presidente Chen Yansheng. Que el Barça exporte (y pague) una idea de Catalunya ligada a sus éxitos deportivos me parece igual de lícito que el Espanyol, pongamos por caso, se venda como un reclamo de acogida simpática a los millares de trabajadores chinos que llenan Barcelona y otras ciudades del país con su arduo trabajo.

Si los periquitos quieren globalizar una idea particular de Barcelona y no sentirse subsidiarios del Barça, que muevan el culo

Desligar el deporte de la intencionalidad política, justamente en esta actividad humana que es su hija primordial, resulta tan absurdo como pretender atar la imagen de un club a un sentimiento de corrección política que satisfaga a todo el mundo, minorías incluidas. A todos los que moleste la omnipresencia del futbol como reclamo cultural les rogaría que se indignasen menos y dedicasen un minuto a pensar qué otro ámbito de la cultura catalana es hoy tan exportable como el Barça en lo que atañe a excelencia. Porque si la cultura catalana no ha sido más atrevida allende los mares no ha sido por la presencia sobreabundante del futbol, sino por su enfermiza obsesión de mirarse al ombligo. Que dos mejicanos descubran el Priorat a través de Neymar no es un pecado, es una oportunidad.

Si el Español quiere exportar una determinada catalanidad de sus socios, que la explique y que se aproveche de su nuevo amo chino para tejer complicidades en todo el mundo y venderse mejor. Si los periquitos quieren globalizar una idea particular de Barcelona y no sentirse subsidiarios del Barça, que muevan el culo y realicen sus spots para reivindicar un imaginario propio: y que ganen algún título, de paso. Quejarse siempre del hermano mayor es como darle toda la culpa al árbitro: cosa de perdedores: y muy catalana, por otro lado…