Este sábado, Simon Kuper informaba a los lectores del Financial Times que ha decidido iniciar un boicot al gobierno de Donald Trump. El articulista, que es una de las plumas más amenas y leídas del diario, explicaba que renunciará a visitar a los familiares que tiene en los Estados a Unidos mientras el magnate continúe en la Casablanca y su ánimo rebelde se mantenga alto.

Enseguida pensé en los boicots en el cava que algunos diarios promovían hace unos años y que tan bien fueron para animar las exportaciones vitícolas de nuestra tierra. Kuper, que nació en Sud-Africa, vive en París y escribe en inglés, no puede soportar que los votantes americanos no le den la razón. Entre Trump, el Brexit y el juicio del 9N, hacía tiempo que no veía a tantos líderes de opinión perdiendo la cabeza todos al mismo tiempo.

Como ya ha pasado otras veces, las contradicciones de España se han vuelto a convertir en la mejor explicación de los grandes problemas europeos. Igual que Kuper, despues un largo sueño los unionistas se han levantado en un mundo que no comprenden. Dejo a un lado el sermón que Ignacio Vidal Folch escribió hace unos días para recordar a la parroquia de El País que Catalunya necesita psiquiatras, pero que Artur Mas no es un delinqüente.

También paso por alto el torrente de artículos que denuncian las corruptelas de la oligarquía catalana para pedir moderación de una manera que hace pensar que robar sólo es aceptable si es para la unidad de España. El discurso del tres por ciento recuerda aquello que decía Cambó, que si la burguesía catalana fuera tan mala como la pintan sería la más rica del mundo.

Hemos llegado a un punto que, a muchos sectores de la política y del periodismo occidental, ya sólo los queda intentar provocar un descalabro general para no quedar reducidos a la caricatura. Quizás por eso el artículo español que me ha hecho pensar más en la rabieta parisina de mi querido Kuper es uno que publicó Cayetana Álvarez de Toledo, coincidiendo con la primera sesión del juicio al expresidente Mas.

La estrellita de Aznar utilizaba el 6 de octubre para describir el plan de suspensión de la autonomía que han diseñado en la FAES. Si la fantasía de Kuper pasa por creer que Europa va a sacar nada de presionar la América de Trump con su complejo de superioridad moral, la fantasía de la señorita Álvarez es pensar que los métodos de la España de 1930 se pueden aplicar hoy en Catalunya con idéntico resultado y beneficio para Madrid.

La Catalunya del 6 de Octubre estaba dividida por el hambre y diezmada por la violencia del ejército y la policía de Primo de Rivera. Companys hizo un papel parecido al del presidente Mas. Dio largas a todo el mundo para intentar preservar el poder, pero fue condenado a 30 años de prisión, después de que le fuera conmutada la pena de muerte. Hay diferencias que habría que recordar cuando se hacen paralelismos.

Si el Estado quiere suspender la autonomía que lo intente, nos ayudará a acabar de independizar el independentismo de Pujol y de los poderes que pretenden que Mas salga como un héroe de los tribunales, para continuar esprimiendo la teta victimista. El homenaje que Cuní le dedicó el día antes del juicio recordaba tanto a las operaciones que el grupo Godó orquestraba en las épocas felices de CiU, que daba risa.

La imagen de Arcadi Espada i Álvarez de Toledo saltándose los controles de seguridad para salir de la Audiencia al lado del presidente mártir también dieron una idea de que va eso de la autonomia. Igual que Kuper, que escribe en un diario de fachada británica, pero de capital japonés, los españoles tendrán que escoger entre seguir autoengañándose con discursos legalistas que pervierten las virtudes que dicen defender, o aceptar la autodeterminación.

En vez de intentar impresionar a cuatro catalanes citando a Josep Pla, Álvarez de Toledo se podría preguntar porque Francesc Macià arrasó en las elecciones de 1931 después de intentar invadir Catalunya con pistolas. La estragegia de volver a colocar Mas para tratar de controlar la situación con un equilibrio de odios, no funcionará.

Mas podía haber celebrado un referéndum y prefirió venderse el patrimonio de la Generalitat; Companys como mínimo intentó solucionar el problema de la tierra con una ley moderna. Por muchos artículos que escriba Enric Juliana, todo el mundo sabe que si la CUP no hubiera cortado la cabeza al expresidente la autodeterminación habría quedado fuera de la agenda.

España sólo podrá evitar una solución democrática al conflicto catalán cargándose su propia democracia. No hay que ser un genio ni siquiera un Santo para verlo. Basta no dejarse deslumbrar por terneros de oro, que van muy bien para hacerse el chulo en los restaurantes, pero que tarde o temprano, si nadie les pone un límite, hunden a los imperios y a las sociedades más ricas.