Pierre Hurel es el periodista que supo ver antes que nadie al personaje Macron tras la persona Emmanuel. Mira socarronamente al explicar por qué se decidió, a finales de 2015, a realizar un extenso documental (una hora y 21 minutos) sobre la figura del entonces ministro de Economía. Su sonrisa se dibuja en los surcos de su piel. “Por Brigitte”, me responde. “Un hombre enamorado de una mujer 24 años mayor que él, forzosamente tiene una buena historia”.

Así es como empieza La estrategia del meteorito, un documental esencial para comprender la personalidad de Emmanuel Macron.

Hurel es el primero en usar la comparación con el cuerpo celeste capaz de poner el Universo patas arriba. Trayectoria brillante, fugaz o eterna, en función de su impacto. El hombre capaz de transgredir las etiquetas inmóviles que gobiernan la política de Francia desde los tiempos del general De Gaulle. Más de medio siglo. El joven de 39 años que encarna los personajes románticos que pueblan su mente.

En el documental, Hurel detalla un hecho que pasa desapercibido para la mayoría, y que, evocado bajo el cielo de París, se revela decisivo. El joven Emmanuel Macron quiere ser escritor. Brigitte lo admira como escritor. Al atacar su primera obra, su objeto de deseo no es otro que Hernán Cortés y la Conquista de México. Un grupo de hombres hambrientos derrotando a un imperio.

El intento de Macron no prospera. Se pierde en escenas rocambolescas. Demasiada épica. Demasiada lírica. Cortés es una elección extraña para un chico surgido del anodino norte de Francia, donde la única certeza es que nunca pasa nada. Un héroe atípico para cualquier europeo moderno, sin duda. Pero el héroe ideal para un hombre que se siente convocado por el destino.

Emmanuel Macron, el Cortés de nuestra era. En lugar de armadura, este héroe se enfunda en un smartphone. Pero su determinación está dotada de la misma eficaz y rotunda convicción que la del conquistador en busca de su El Dorado. Macron busca cambiar su tiempo, provocar la Historia. El joven curtido en las aulas de los jesuitas, que a los 17 años ya ha decidido no aceptar el status quo. Decide crear su propio tiempo.

Macron quiso ser escritor. Su primera novela versaba sobre Hernán Cortés, el conquistador de México. La abandonó.

El Macronismo tiene quizás algo de efecto Lampedusa, cambiarlo todo para no cambiar nada. Pero al menos durante un tiempo propiciará un espectáculo apasionante. El tiempo del meteorito. O quizás el meteorito no sea tal cosa y es en realidad un nuevo Rey Sol cuya órbita es capaz de crear un nuevo sistema con satélites venidos de todos los rincones del espectro político. Nuevos planetas que surgen de los escombros de la derecha y de la izquierda.

Los tejados de zinc Paris parecen espejos deslumbrados ante una sorprendente canícula primaveral. La capital francesa se regocija ante la sorprendente climatología. Desde la terraza del edificio donde Hurel tiene su estudio de producción, todo París parece una fiesta.

“Hace un año era difícil predecir el final de la historia. Pero que allí había una historia era evidente”. Pierre Hurel se sumerge por unos meses en la vida de Emmanuel Macron y consigue penetrar en su círculo íntimo. Su reportaje “La estrategia del meteorito”, que no se ha visto aún en nuestras televisiones, ofrece un pormenorizado recuento de ese alumbramiento. Trazos detallados de su decisión personal, la visión, la misión. “Estoy en una misión” dice Macron al final del reportaje. Una misión que pretende cambiar el país más reticente a los cambios. El problema mayor, según Hurel, es la encarnación de un proyecto político en una única persona, un cierto peronismo a la francesa. ¿Tiene futuro el Macronismo sin Macron?, se pregunta Hurel. “Me preocupa que las políticas que ahora propone no resistan el paso del tiempo y que todo sea un espejismo”.

La vieja Francia tiembla. Maquiavelo y su Príncipe han regresado a la arena pública y lo han hecho en Francia. Conquistar el Elíseo, no es el fin, sino el medio. Los seguidores del Macronismo entonan la letanía como buenos alumnos: “No somos ni de derechas ni de izquierdas”. En la Francia de Macron, las barreras ideológicas han saltado por los aires. Los Republicanos a la derecha y los socialistas a la izquierda están aturdidos.  El sistema bipartidista se debate entre la vida y la muerte. Macron ha asestado un golpe mortal a la vieja política.

Pierre Hurel, director del documental (Foto: Closer)

“Es un jugador de ajedrez. Un estratega. Siempre sabe cuál va a ser la próxima jugada”

¿Hasta qué punto podemos considerar a Emmanuel Macron como un traidor? “No te puedes emancipar de alguien sin traicionarlo”, responde Hurel. “La traición es romper con una forma de hacer las cosas. En la visión de Macron, esta ruptura es necesaria” añade.

La nueva política no es exactamente un nuevo partido político, sino una nueva forma de hacer política. La realidad es que nadie sabe exactamente de qué se trata. Es el momento crítico en el que lo conocido deja de tener sentido y lo nuevo aún está por llegar. La soledad completa. Antonio Gramsci, el pensador y filósofo fundador del Partido Comunista italiano, ya lo había enunciado así desde la prisión a principios del siglo XX. El tiempo de la soledad. Sin referencias. Gramsci, Maquiavelo, Cortés. Nombres demasiado sustantivos para estos tiempos de 140 caracteres. 

“Es un jugador de ajedrez. Un estratega. Siempre sabe cuál va a ser la próxima jugada” prosigue Hurel. “Quizás se equivoque en la táctica porque tiene prisa y no siempre acierta en los movimientos cortos, pero en el espacio largo, sabe qué quiere y cómo lo quiere. No improvisa nada. Fíjate en su mirada…”

La mirada de Macron. En la política francesa casi todo el mundo tiene los ojos azules. Desde Marine Le Pen a Ségolène Royal, de Benôit Hamon al propio Emmanuel Macron. Los de Macron son especialmente intensos. Su mirada, cuando te identifica, te aísla del mundo. Hurel: “Te hace sentir único. Esa es su cualidad. Cada persona que cruza su mirada, se siente especial”.

Estos últimos días esa mirada ha desbaratado las viejas y anquilosadas riendas del poder. Los nombramientos del primer ministro y del resto del gobierno son el primer impacto real del meteorito. Todo empieza a saltar por los aires.

Jugador de ajedrez. Jugador de póker. ¿Será un farol? ¿Lleva las buenas cartas?

“No sabemos si podrá gobernar. Esa es la cuestión. Necesita ganar las legislativas del próximo 18 de junio” enfatiza Hurel.

Esa es la cuestión. El tiempo que Macron no tiene para poner en marcha su estrategia.

Macron, adolescente, en la iglesia

“No estoy seguro que él necesite amar a nadie. Con que le ame Brigitte, tiene suficiente”.

Porque esta voraz historia de transgresión tiene sus riesgos. Ganar las próximas elecciones legislativas es la única manera que tiene el meteorito de poder romper la resistencia. Para penetrar en los entresijos del poder, reformar la vida de la res publica, ofrecer esperanza, cumplir las expectativas, no defraudar a sus votantes, para todo ello, Macron tiene que ganar las legislativas. Por mayoría. Y ahí es donde el gigante tiene los pies de barro.

En el primer turno de las presidenciales solo el 24% de los electores votaron por él. Las encuestas otorgan ahora a su partido el 32% de la intención de voto en las legislativas. La última encuesta, publicada el pasado sábado 20, sitúa su cota de popularidad en un 38%. Sus predecesores obtenían tras su elección cotas superiores al 40%, incluido François Hollande. Una ducha de agua fría. Eso no le da una mayoría. No le permite hacer nada y el problema es que él plantea su partida a todo o nada. A rojas o negras. Órdago a la grande. No se conquista un Imperio negociando con el poder establecido. Hay que degollar al Emperador.

La derecha francesa espera truncar la órbita del meteorito. La venganza, entonces, será terrible. Los prohombres de Los Republicanos pasan los días afilando los cuchillos. En la izquierda insumisa de Jean Luc Mélenchon se preparan para un otoño caliente. Las calles no tardaran en llenarse de manifestantes contra cualquier atisbo de reforma.

Conquistar el Elíseo es una cosa. Conquistar el poder es otra.

Macron ha conseguido lo primero. ¿Conseguirá lo segundo?

Macron, actor de teatro en el instituto

“Francia vive en perpetua necesidad de sustituir al rey muerto. Napoleón o De Gaulle fueron un intento de colmar ese vacío"

El propio Macron sabe lo difícil de su tarea: “Francia vive en la perpetua necesidad de sustituir al rey muerto. Napoleón o De Gaulle fueron un intento de colmar ese vacío existencial francés”. Sus ojos azules miran fijamente a la cámara. “Hay que recuperar la verticalidad del poder. La Quinta República necesita de un poder central fuerte y yo creo firmemente en esa necesidad porque creo que el sistema republicano es el que mejor puede servir a los intereses de los franceses”.

Un poder vertical fuerte. El nuevo rey. Así es Macron. El chico enamorado de su profesora, el escritor fallido, el estratega brillante, el seductor, el traidor, el Mozart de las finanzas, el creador de nuevos adjetivos, el urdidor de la descomposición de la vieja política. Un hombre solitario y solemne. “No estoy seguro que él necesite amar a nadie” comenta Pierre Hurel mientras el sol decide dar una tregua y una ligera brisa revuelve el cielo de París. “Con que le ame Brigitte, tiene suficiente”.

Se avecinan tiempos convulsos. Un quinquenio que puede durar un mes si no es refrendado de nuevo en las urnas de junio. El paso fugaz por la Historia es lo último que Emmanuel Macron desea. Hernán Cortés acabó con el Imperio Azteca aprovechándose de las rencillas y odios locales. Moviéndose como una anguila entre viejas deudas y rencores. Compararlo con un Conquistador del siglo XVI puede sonar a anatema. Pero el joven Macron se vio reflejado en esa historia. Usará esos mismos métodos y, quizás, no tarde demasiado en presentarle al mundo la cabeza sanguinolenta del pasado. Se sueña como un Conquistador, pero habrá que esperar a que la vieja Francia se disponga a seguirle en su aventura. Conquistó a su profesora de teatro y literatura, pero nada le asegura que pueda conquistar a este hermoso país, reticente y malhumorado.