Anders Behring Breivik, que mató a 77 personas en 2011 en Oslo y en la isla de Utoya, ha hecho el saludo nazi este lunes en un tribunal de alta seguridad donde el Estado noruego ha apelado la sentencia que considera que se han violado sus derechos fundamentales, al mantenerlo bajo estricto aislamiento.

Breivik, vestido de negro y corbata y con una barba que se ha dejado crecer en el último año, ha hecho el desafiador gesto durante su entrada en la sala al principio de la audiencia, que durará hasta el 18 de enero, sobre su detención.

El juez Oeystein Hermansen ha dicho que el saludo es insultante y no tendría que repetirse. Breivik, de 37 años, hizo un saludo parecido al principio de la audiencia en otro tribunal inferior el año pasado, cuyo juez coincidió con él en que su situación próxima al aislamiento en la prisión violaba la Convención Europea de Derechos Humanos sobre "trato inhumano y degradante".

Medidas plenamente justificadas

Durante la exposición de la apelación del Estado, el fiscal general Fredrik Sejersted ha defendido que las draconianas medidas, incluidos los centenares de registros y el hecho de que no tenga contacto con otros reclusos, están plenamente justificadas en el caso del ultraderechista, que no ha mostrado arrepentimiento por sus actos.

"No hay ninguna violación de los derechos humanos", ha sostenido Sejersted. "No se ha hundido, no ha expresado remordimientos, está orgulloso de lo que hizo", ha sostenido ante el tribunal, argumentando que Breivik parece incluso todavía más convencido de su ideología de extrema derecha.

El 22 de julio de 2011, Breivik mató a ocho personas con un coche bomba ante la oficina del primer ministro en Oslo y después mató a tiros a 69 personas más en la isla de Utoya próxima a la capital, muchos de ellos adolescentes que asistían a un campamento juvenil del Partido Laborista, entonces en el Gobierno.

En 2016, la jueza Helen Andenaes Sekulic dictaminó que a Breivik se le mantenía equivocadamente en un "mundo cerrado" durante 22 o 23 horas al día, incluso aunque tuviera una celda de tres habitaciones con una sala de entrenamiento, televisión y diarios.

21 años de condena

La apelación se está celebrando en un gimnasio convertido en tribunal, en la prisión de Skien, donde Breivik está cumpliendo la máxima sentencia vigente en Noruega, 21 años, con la posibilidad de una ampliación. Los únicos contactos de Breivik son con sus abogados y profesionales como los guardas o el personal médico.

Además de la apelación del Estado noruego, el tribunal también considerará una denuncia separada de Breivik que la censura por parte de la prisión en sus cartas ha violado su derecho a la vida privada y a la correspondencia.

El Estado argumenta que la censura es necesaria para evitar que incite a la violencia. El mismo tribunal que aceptó la queja de Breivik por lo que consideraba un trato inhumano rechazó la queja por la censura.