Tal día como hoy del año 1644, hace 373 años, la cancillería del rey hispánico Felipe IV firmaba la orden de fundación en Valencia de la primera prisión exclusivamente de mujeres en la Corona de Aragón. Antes, hombres y mujeres que cumplían condena lo hacían en mazmorras separadas dentro del mismo edificio. En Valencia, desde 1586 hasta 1626, los condenados -sin distinción de género- eran recluidos en la Prisión de Sant Narcís, en la esquina de las calles del Salvador y del Almodí. Más tarde sería provisionalmente habilitada una parte de las torres de Quart para meter el exceso de población reclusa femenina. Y finalmente en 1644, la "galera" de Quart pasaba a concentrar la totalidad de las condenadas y se convertía exclusivamente en la prisión de mujeres.

La "galera" femenina de Valencia se concibió siguiendo los preceptos de la vizcaína Beatriz de Zamudio, inspirados en los modelos penitenciarios de las sociedades de confesión reformista luterana de Alemania y de Holanda. Zamudio, un personaje muy bien relacionado en la corte de Madrid, había escrito un tratado que glosaba los beneficios de la reinserción social basada en el trabajo y la oración. La propuesta de Zamudio tomaba al modelo de las "casas de recogimiento" para "mujeres honradas" (referido a las que no procedían de entornos marginales) y lo hacía extensible a la totalidad de la población reclusa femenina. Valencia, la ciudad más poblada de la península y con la concentración más alta de población reclusa, se convertía en la experiencia pionera de las prisiones exclusivamente femeninas.

Pero los resultados fueron decepcionantes. A la población reclusa habitual, formada por prostitutas, vagabundas, ladronas, asesinas, estafadoras, brujas, hechiceras, lesbianas y librepensadoras difíciles de reinsertar en aquella sociedad asfixiante, se sumaron las víctimas de la violencia doméstica que escapaban para salvar la vida. Valencia, dominada por una oligarquía apolillada que había derrotado militarmente a las clases populares en la revolución de las Germanías, vivía una etapa involucionista con una creciente presencia de la Inquisición. Y en este contexto, las mujeres que habían huido de casa, una vez detenidas, eran entregadas al marido, que las ingresaba en la "galera". Y cuando eran excarceladas, el sistema no consideraba otra posibilidad que entregarlas de nuevo al marido, con lo que se creaba un bucle perverso que las condenaba a perpetuidad.