Tal día como hoy del año 1743, hace 274 años, moría en Sant Boi de Llobregat (Baix Llobregat) Rafael Casanova i Comes, nacido en Moià (Moianès) en 1660, que había sido el último conseller en cap de Barcelona desde el 30 de noviembre de 1713 hasta el 11 de septiembre de 1714. Durante este corto periodo de tiempo, el más épico y dramático de la historia milenaria de la ciudad, a Casanova, conseller en cap por elección de los estamentos representativos de la sociedad barcelonesa, se le asignó la dirección política y militar de Barcelona y de Catalunya. Así se convirtió de facto en presidente de un Estado que asumía el modelo republicano: presidente de la república y comandante en jefe de los ejércitos.

La elección de Casanova era el resultado de un largo periodo de tensión política entre los partidarios de la resistencia a ultranza y los de buscar una solución negociada al conflicto, que culminaría con el triunfo de los primeros. Durante su gobierno, Casanova puso orden en cuestiones tan básicas como la alimentación, la sanidad y la defensa militar, con las lógicas limitaciones que imponía el asedio francoespañol. Aseguró los suministros, que llegaban en convoyes navales que esquivaban el asedio, fijó los precios de los alimentos, priorizó las necesidades de los hospitales y organizó con acierto las compañías civiles —la Coronela—, encuadradas en los gremios profesionales.

Casanova resultó herido en combate el 11 de septiembre de 1714, en un contraataque de la Coronela que en aquella acción masacraría a las Reales Guardias Españolas. Castellví y Peguera lo relevaron en la dirección de la defensa y en la negociación de la capitulación. Acabada la guerra, le fueron expropiados sus bienes y fue depurado por las autoridades borbónicas francoespañolas. En 1716 se le autorizó a ejercer, de nuevo, su profesión de abogado. Y en 1725, con la firma de la paz definitiva, se le restituyó parte del patrimonio confiscado. Ejerció la abogacía hasta los 80 años. Y a los 83 moría en la precariedad y el anonimato en la casa solariega de su difunta esposa.

Rafael Casanova, figura capital de la historia nacional de Catalunya, ha adquirido una dimensión mítica en el imaginario del pueblo catalán, únicamente comparable con la de Guifré el Pilós, la de Jaume I, la de Pau Claris o la de Francesc Macià. Hasta el punto de que el nacionalismo español lo ha pretendido usurpar y reconvertir en un mito hispánico. Una formación política de nueva creación —en la órbita ideológica del nacionalismo español— lanzó a la palestra a una serie de personajes que se autoproclamaban descendientes de Casanova y que lo presentaban como un "patriota español". Inmediatamente se demostró que esta relación genealógica se había falseado a propósito.