Tal día como hoy del año 1936, hace 81 años, estallaba en Catalunya la sublevación militar contra la legalidad republicana que conduciría a una mortífera guerra civil (1936-1939) que, en el conjunto del Estado español, causó un millón de muertes y que provocó quinientos mil exiliados. Sólo en Catalunya causaría la muerte de 100.000 personas y provocaría el exilio de 200.000 personas. Catalunya perdió en aquel conflicto el 15% de su población. Y su tejido industrial y su aparato agrícola quedarían arrasados, haciendo buena la arenga del general golpista Queipo de Llano: "Convertiremos Madrid en un vergel, Bilbao en una fábrica y Barcelona en un inmenso solar".

Dos días antes las guarniciones militares españolas emplazadas en el Protectorado (actual tercio norte del Estado marroquí) protagonizaron un golpe de estado que sería la espoleta de la sublevación. El día 18 el golpe de estado se extendía por todas las guarniciones de la Península. Y en la madrugada del día 19 militares acuartelados en Barcelona y comandados por el general golpista Goded salieron para ocupar los puntos más estratégicos de la ciudad. Durante horas se produjeron intensos combates por las calles —que dejaron centenares de muertos y de heridos— entre militares golpistas y fuerzas leales a la Generalitat y a la República formadas por Mossos d'Esquadra, Guardias de Asalto, milicias sindicales y Guardia Civil.

Estalla la sublevación militar contra la República en Catalunya. Combatientes republicanos. Calle Diputación. Barcelona. 19 07 1936. Fuente Asociación Cultural Todo Historia. Fotografía de Agustí Centelles

Combatientes republicanos en la calle Diputació de Barcelona / Fuente: Associació Cultural Tot Història. Fotografía de Agustí Centelles

El golpe de estado militar no consiguió imponerse en ningún lugar del Principat ni del País Valencià. En cambio las islas Balears quedaron divididas. En Menorca las fuerzas republicanas neutralizaron a los sublevados. Pero en Mallorca y en Eivissa, los militares rebeldes —con la colaboración de los paramilitares falangistas que sembraron las islas de terror y de muerte— consiguieron el control casi inmediatamente. El Estado español quedaba, desde el primer momento, dividido en dos zonas —la leal a la República y la controlada por los sublevados—​ que sería el escenario perfecto para una guerra que los rebeldes habían planteado con los elementos propios de un conflicto de destrucción y de exterminio del enemigo.