Tal día como hoy del año 1907, hace 110 años, se celebró la manifestación más masiva de la historia de Perpinyà. Más de 100.000 manifestantes –procedentes de la Catalunya Nord, del Languedoc y de la Provenza– se dieron cita en las calles de la capital del Rosselló para protestar contra las políticas culturales y administrativas de los gobiernos franceses; orientadas claramente a extirpar y eliminar todo el corpus histórico, cultural y lingüístico de los territorios de lengua no francesa. La manifestación se llamó de los viñadores porque había, añadido, un fuerte componente de protesta contra las políticas discriminatorias que los gobiernos franceses aplicaban en el sector vitivinícola occitano y catalán del norte.

El occitanismo cultural, denominado Felibritge, tenía una larga tradición que remontaba a los años en los que, con la proclamación de la República francesa (1791), los gobiernos de París habían iniciado un perverso proceso de liquidación de las lenguas no francesas. Durante más de cien años la sociedad occitana había resistido referenciándose en un corpus cultural riquísimo que, durante la Edad Media, había sido el modelo donde se había reflejado la cultura francesa. El año 1907 el occitano era, todavía, la lengua mayoritaria de la Occitania (33% de la población de Francia), y el movimiento reivindicativo había conseguido asociar la voluntad de recuperación con las ideologías más sociales y progresistas de la Provenza, del Languedoc y de la Gascuña.

Manifestación de Perpiñán. Cooperativa de Marauçan, cerca de Besiers

Cooperativa de Marauçan, cerca de Besiers

El sector vitivinícola había caído en una profunda crisis, a causa de la filoxera y también provocada por las políticas de París, que amenazaba gravemente el sistema económico occitano y catalán del norte. El menosprecio de París impulsó un movimiento de solidaridad occitano-catalán –articulado por Ernest Ferroul, alcalde de Narbona, y Marcel Albert, líder sindical vitivinícola– que culminaría con la Manifestación de Perpinyà. El primer ministro francés –el radical Georges Clemenceau– lo quiso interpretar como un desafío a la unidad de Francia, y reaccionó con el uso de la fuerza. La Armée (el ejército) fue enviada a disolver todas las manifestaciones que siguieron a la de Perpinyà. Y lo hizo con una brutalidad espantosa, causando numerosas víctimas mortales.