Tal día como hoy del año 1958, hace 59 años, moría en Sant Rafèu (Provenza-Francia) Josep Irla i Bosch que, después del fusilamiento del president Companys y en su calidad de presidente del Parlament de Catalunya, se convertía en president de la Generalitat en el exilio. Durante catorce años (1940-1954) ejercería sus funciones, a pesar de las circunstancias extremadamente adversas, con la lealtad y la responsabilidad que exigía la dignidad que representaba. Josep Irla sería, también, el depositario de la legitimidad republicana que uniría las presidencias de Companys y de Tarradellas y que contribuiría a mantener activa la institución y a proyectarla hacia el futuro.

Josep Irla había nacido en Sant Feliu de Guíxols (Baix Empordà) el año 1876 en una familia humilde de obreros de la industria del corcho. La falta de recursos económicos de la familia impidió que Irla pudiera cursar estudios superiores. No obstante, en el transcurso de su vida, se cultivaría de forma autodidacta hasta acabar siendo una de las personalidades con más solvencia cultural de la política catalana. Su proverbial seriedad y su extraordinaria capacidad de gestión lo llevarían a ejercer la dirección de la red de escuelas y de bibliotecas de la Generalitat (1937), del patrimonio artístico y arqueológico de Catalunya (1937) y la presidencia del Parlament (1938).

Muere Josep Irla. El presidente de la Generalitat Irla y sus ahijadas (1953). Fuente Wikipedia

El president de la Generalitat Irla y sus ahijadas (1953) / Fuente: Wikipedia

El año 1939 inició el camino en el exilio. Su patrimonio personal sería confiscado por los falangistas. Después de muchos años de trabajo y de gestión al frente de una industria del corcho, se vería abocado a una situación de precariedad económica que no le impidió ejercer con su responsabilidad con dignidad y con criterio. Consiguió institucionalizar la relación entre los catalanes de América —tanto exiliados como emigrantes— y la Generalitat, que resultaría decisiva para el mantenimiento económico de la institución. Con la muerte de sus colaboradores Pompeu Fabra (1949) y Rovira i Virgili (1950) entregaría el relevo presidencial —en palabras de Tarradellas—​ "viejo, enfermo y pobre" (1954).