Tal día como hoy del año 1973, hace 44 años, moría en Madrid el político, comerciante, banquero, abogado y especulador Joaquim Bau i Nolla, figura paradigmática del franquismo ideológico y sociológico en la Catalunya de la post-guerra. Bau, nacido en Tortosa (Baix Ebre), el año 1897 inició su carrera en la política local al abrigo de su influyente familia, los exportadores de aceite Bau. Durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) se afilió a la Comunión Tradicionalista Carlista, y con 28 años las autoridades gubernativas lo nombraban alcalde de Tortosa, cargo que ejercería hasta los 32 años, y que le serviría como trampolín de su carrera política de ámbito estatal.

Al final de la dictadura (1929) fue nombrado miembro de la Asamblea Consultiva como representante de la Unión Patriótica –el partido único– donde destacó como un feroz opositor al Estatuto de Autonomía de Catalunya. Más tarde, durante la II República, fue diputado electo por las coaliciones antirrepublicanas y anticatalanistas Bloque Nacional (1933-1936) y Frente de Orden (1936). Tuvo una destacada participación en la rebelión militar de 1936 que le fue recompensada con el cargo de ministro de Comercio y Abastos del gobierno golpista de Burgos (1936-1938). Acabada la guerra se estableció, de nuevo, en Madrid; y hizo el viaje del carlismo hacia el falangismo, salto que le permitiría ejercer varios cargos estratégicos en la administración franquista.

Muere Joaquim Bau. Banco de Tortosa. Primera sede. Exterior e interior. 1925

Banco de Tortosa, primera sede (1925)

Uno de los aspectos más discutidos de su carrera es la operación de compra y desaparición del Banco de Tortosa, entidad bandera en el Ebro catalán y en el Maestrat valenciano. Adquirió la mayoría de acciones para revenderlas acto seguido en el Banco Central, obteniendo unos escandalosos beneficios. Poco después era nombrado procurador en Cortes, cargo que ejercería hasta su muerte. Con aquella operación especulativa, Tortosa, llamada a ser la gran urbe comercial e industrial del sur de Catalunya y norte del País Valencià, quedaba condenada a una posición secundaria, falta del instrumento de financiación propio y necesario para desarrollar su centralidad y el enorme potencial de su región.