Tal día como hoy del año 996, hace 1021 años, moría a los 56 años en Dourdan, una pequeña ciudad entre Chartres y París, Hugo Capeto, el primer rey de la estirpe de los Capetos —dinastía que estaría en el trono hasta el 1328— y el último monarca francés que gobernó sobre los condados catalanes. Hugo Capeto, miembro de una rama secundaria de la realeza francesa, consiguió llegar al trono en un escenario de guerra civil que enfrentaba varios partidos integrados por las familias nobiliarias más poderosas del reino, lucha contra la dinastía carolingia que, después de dos siglos en el trono, se hundía a marchas forzadas por falta de apoyos entre los estamentos poderosos.

Hugo Capeto llegó, también, al trono por su condición de miembro de una rama secundaria de la realeza que, en ningún caso, podía hacer sombra a las poderosas familias en conflicto. Una solución de compromiso propuesta tanto por la aristocracia nobiliaria como por la alta clerecía. Se ha dicho que antes de su entronización y durante su reinado (987-996) invirtió todos los esfuerzos en pacificar la parte central del reino —las regiones de los valles del Sena y del Loira— y eso explicaría por qué el partido que resultaría ganador en aquel conflicto no prestó ayuda militar a los condes sudpirenaicos cuando el general andalusí Almanzor atacó y saqueó el territorio de la Catalunya vieja (985).

El conde Borrell de Barcelona se negó a renovar el juramento de vasallaje que debía al nuevo rey en su condición de funcionario —hereditario pero subordinado— de la monarquía francesa. La historiografía revela que el incumplimiento de las obligaciones de la monarquía en la defensa y protección del territorio fue el detonante de la ruptura entre Barcelona —y el resto de condados que la siguieron— y París. Pero también se ha explicado que los Bellónidas —la dinastía condal barcelonesa y de buena parte de los condados de los Pirineos orientales— había sido siempre leal a los carolingios depuestos, y consideraban que Hugo había sido coronado rey de Francia de forma absolutamente ilegítima.