Tal día como hoy del año 1282, hace 735 años, la infantería de marina del conde-rey Pedro II de Barcelona y III de Aragón desembarcaba en Trapani (en el extremo occidental de Sicilia) al grito de "Desperta Ferro!" y provocaba la huida de los ejércitos franceses que ocupaban la isla. Carlos de Anjou, soberano de Nápoles, gobernaba Sicilia después de haber depuesto con las armas al rey legítimo, Manfredo, el suegro de Pedro. Las oligarquías sicilianas —fieles a la dinastía depuesta a pesar de la represión angevina—; habían negociado con el conde-rey Pedro ofreciéndole la corona que legítimamente correspondía a su esposa Constanza como heredera del rey Manfredo Hohenstaufen.

Pero aquellas guerras que enfrentaban catalanes y franceses por el dominio de la mitad meridional de la bota italiana, en realidad estaban enmarcadas en un conflicto de alcance superior que enfrentaba las principales potencias europeas de la época. Por una parte había el bando del emperador alemán, formado por un conglomerado de principados independientes alemanes y por las repúblicas urbanas del norte de la península italiana. Y por el otro lado había el Pontificado y el reino de Francia. Los condados independientes catalanes que dos siglos antes habían sido aliados del pontífice habían basculado hacia el bando imperial a medida que se hacía más estrecha la alianza entre Roma y París.

Despierta Hierro. Pere el grande desembarca en Sicilia. Mapa expansión marítima catalano aragonesa. Fuente Wikimedia Commons

Mapa expansión marítima / Wikimedia Commons

El desembarque de Trapani marcaría el inicio de la conquista de Sicilia, Malta y Gerba; y poco después de Nápoles y Cerdeña. Estas empresas militares pararían la expansión marítima francesa y les desterraría de la bota italiana y del mar Tirreno; cortándoles la ruta para acceder al Mediterráneo oriental. Poco después del desembarque, Pedro el Grande era coronado rey en Palermo, y se convertía en el primero de una larga nómina de reyes sicilianos de la dinastía Berenguer-Hohenstaufen vinculados políticamente a la cancillería de Barcelona. Durante más de dos siglos el rey de Sicilia fue o bien el mismo conde-rey catalano-aragonés, o bien un miembro de la dinastía real catalano-aragonesa.