Tal día como hoy del año 1282, hace 735 años, el ejército de Pedro II de Barcelona y III de Aragón entraba en Mesina, la última plaza siciliana en poder de las armas del usurpador Anjou. De esta manera se completaba la operación militar de conquista de la isla que se había iniciado treinta y tres días antes con el desembarco de Trapani (30 de agosto de 1282). Pedro de Barcelona y de Aragón, con el apoyo de la nobleza siciliana, hacía valer sus derechos como esposo de Constanza, heredera legítima de la corona siciliana después de la muerte de su padre, el rey Manfredo (1266), perpetrada por los Anjou franceses con el propósito de apoderarse de sus dominios.

La conquista catalana de Sicilia había sido una ambiciosa operación militar que formaba parte de un conflicto de alcance continental. Europa estaba dividida en dos grandes bloques. Por un lado, el bloque imperial, formado por el emperador alemán, que coordinaba un extenso mosaico de principados independientes en el centro de Europa y en el norte de Italia, aliados con la corona siciliana y la corona catalanoaragonesa. Por el otro, estaba el bloque pontifical, una alianza entre el papado y la corona francesa. El elevado coste de la operación sería financiado, vía aportaciones e impuestos, por las comunidades judías de la Corona de Aragón. Los judíos catalanes aportaron 100.000 sueldos, los aragoneses 75.000 y los valencianos 25.000.

La conquista de Sicilia significaría la eclosión del protagonismo catalanoaragonés en el contexto continental. A partir de este hecho, el bloque pontifical reaccionaría centrando todos sus esfuerzos en destruir la Corona de Aragón. Pero las victorias navales catalanas en Malta (1283), Gozzo (1283), Nápoles (1284) y las islas Formigues (1285), que destruyeron completamente a los ejércitos franceses, obligaron al bloque pontifical a buscar un armisticio que certificaría el ingreso de la Corona de Aragón en el club de las superpotencias europeas. Durante dos siglos largos, hasta la entronización de Carlos I —sucesor de los Reyes Católicos—, la Corona de Aragón sería la primera potencia militar y comercial del Mediterráneo occidental.